( el vínculo )
El humroid estaba observando al captor que se había situado en la boca de la cueva y tenía los ojos cerrados. Sabía que no estaba durmiendo.
Sabía que acechaba. Si quería atacarlo, tenía que ser rápido y precavido. El captor era grande y fuerte.
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Los moluscos, por supuesto, no conocían ni el miedo, ni la angustia, ni el arrepentimiento, ni similares sentimientos. Tenían desarrollados, igual que todas las otras formas animales que vivían en Rhod, sólo los instintos de conservación, alimentación y procreación. Pero sí que conocían el dolor y la agonía.
Hacia la quinta parte de la salida del Maar después de infectarse, el humroid comenzó a sentir ligeros hormigueos dentro de sus extremidades. Por entonces, ya se había disipado en su mayor parte el efecto del veneno que le paralizaba.
Hacia cuarta parte de la salida acudieron las primeras olas de dolor.
Al principio, sólo sordas pero a medida de que se agilizaba y se profundizaba la transformación de su ADN el dolor graduaba. Su cuerpo temblaba. Su mente era invadida por una secuencia de imágenes borrosas que se cambiaban con rapidez. Sin embargo, su cerebro rudimentario no podía descifrarlas.
Después vinieron las punzadas que se clavaron implacablemente dentro de su cabeza. Lanzó varios chillidos silbantes. Luego su tórax se arqueó y se oyó un crujido seco de su coraza blanda. Acto seguido, devolvió el resto de la comida que había tragado antes del contagio y se evacuó. Su transformación avanzaba.
El temblor se convirtió en convulsiones. Al borde de la muerte se cayó sobre su costado izquierdo y se quedó inmóvil. Sus ojos vidriosos miraban hacia Tonny. La transformación se terminó.
El segundo humroid murió durante la primera fase del cambio. Sus órganos simplemente explotaron dentro de su abdomen. Era muy joven y aún no tenía plenamente desarrolladas las funciones vitales.
Tonny contemplaba ese proceso de la metamorfosis completamente enfrascado. Cavilaba. Había que intuir el instante frágil cuando se rompiera la barrera mental del molusco e intentar establecer la conexión.
Algo le decía que era muy importante hacerlo inmediatamente después de la finalización del cambio.
El tórax del molusco agitaba. El momento crucial se aproximó.
Tonny disminuyó sus funciones secundarias y envió gran dosis de la energía dentro de su encéfalo adicional. El resultado era asombroso. Sus neuro-receptores empezaron a vibrar y él entró en el estado que se asemejaba a una meditación profunda. Trató de sintonizarse con la frecuencia mental del humroid.
Al principio no percibió nada, no logró tocarle. Era como si las ondas, que había emitido, hubieran chocado contra una pared imaginaria y elástica y luego se hubieran rebotado.
El humroid no se movía. Lanzó otra onda, más fuerte y más nítida. El cuerpo del molusco dio un calambre ligero. Después la barrera se rompió y Tonny penetró dentro de su cerebro. Era increíblemente primitivo.
´¡Crea el vínculo! La conexión inestable podría perderse en cualquier momento´ de repente, resonó en su cabeza.
Hurgó en sus sesos y encontró lo que necesitaba, el centro diminuto que controlaba los movimientos. Acto seguido, se concentró y mandó virtualmente una orden: “¡Incorpórate!”
El humroid se movió un poco, tratando de levantarse. Después se paró.
´¡Intensifica la fuerza del toque!´ de nuevo esa voz extraña, dominante.
Expidió otra dosis de la energía a su cerebro adicional. Las vibraciones de los neuro-receptores se incrementaron y él lanzó nuevamente la misma orden: “¡INCORPÓRATE!”
El molusco comenzó a levantarse lentamente. Una vez erguido se quedó inmóvil.
“¡DA UN PASO!” El humroid obedeció.
“¡LEVANTA LAS PINZAS!” El humroid obedeció.
“¡AHORA BAJA LAS PINZAS Y DA OTRO PASO ADELANTE!”
Esta vez el molusco titubeó durante un rato. Su cerebro rudimentario intentaba descifrar la doble orden. Luego bajó las pinzas y se acercó hacia Tonny. La dominación era cada vez más fácil.
La lluvia cesó y se escuchaba el bramido regular del mar. La salida del Maar se aproximaba.
Tonny sabía que si ahora aflojase la intensidad del vínculo, el humroid le atacaría. Sin embargo, tenía que averiguar hasta qué punto se podía debilitar este hilo frágil que les unía. De forma que empezó a mitigar sucesivamente la conexión mental entre ellos dos observando al mismo tiempo su comportamiento.
Al reducir la tensión de las ondas al 80% la obediencia del humroid seguía firme e inalterable. Al 65%, el resultado era lo mismo. Hacia 45%
comenzó a sentir como el vínculo empezaba a fluctuar. El molusco luchaba contra su esclavitud. Al aumentar la tensión al 55% el humroid se relajó y se puso otra vez impasible e inerte.
El nivel energético de Tonny bajó al 35%. Tenía que alimentarse cuanto antes porque si el nivel se decreciera aún más causaría la rotura total del vínculo.
Se acercó al humroid. Después lanzó un tentáculo secundario e inyectó el veneno paralizante en su tórax. Eso le daría tiempo suficiente para cazar.
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Los primeros rayos matinales ya hacían cosquillas a la costa. Salió de la cueva y escaneó la zona. Era muy temprano y los moluscos aún estaban escondidos en el mar.
A la distancia de no más de cincuenta metros se aproximaba un can-toy.
Se había alejado de su región habitual.
Cambió el color de su escamosa piel y menguó el olor. No se movía. Los can-toys eran huidizos y muy listos.
Las piedras aún estaban mojadas debido a la lluvia nocturna no obstante, la brisa fresca las secaba rápidamente.
El can-toy olfateaba la superficie en la búsqueda de algún gusano u otro insecto pequeño. No era grande. Estos poli-mamíferos normalmente crecían no más de 40 cm.
La distancia entre ellos se acortó a quince metros. Se aprestó.
De repente, apareció en el cielo una sombra grande. Un pajaroid se antojó desayunar. Tonny accionó el músculo de movimiento y dio un salto. A continuación, dos de sus tentáculos secundarios apuñalaron la piel gruesa del can-toy.
El ave cobró velocidad y atacó. No quería perder su manjar suculento. El prolongado y perfeccionado tentáculo de Tonny le rozó su abdomen. Se giró bruscamente a la derecha. Tonny aprovechó ese momento y sacó los dos tentáculos secundarios del cuerpo paralizado del can-toy.
El pajaroid atacó nuevamente. Sus patas provistas de seis altamente peligrosas garras intentaron coger la pinza de Tonny, pero falló y él le cortó una pata. Dio un silbato agudo. Acto seguido, le picoteó en su costado y le causó una herida superficial. Tonny arrojó otra vez el tentáculo y la pinza abrió en canal su pecho. Las entrañas se cayeron a las piedras. Graznó de dolor y agitó enloquecidamente sus alas en inútil esfuerzo de despegar. El veneno lo impidió y se desplomó agonizando.
El ceflopoid comenzó a alimentarse. La poca distancia entre las dos presas le permitía succionarlas a la vez.
Mientras que se saciaba, reflexionaba: “Si pudiera capturar a uno de estas aves y cambiarlo, igual que al molusco, podría tener un esclavo mucho más eficaz, capaz de observar el terreno desde arriba y avisarme así con antelación contra los peligros eventuales. Tendré que probarlo.”
El nivel de su inteligencia se había mejorado aún más debido al crecimiento constante de su encéfalo adicional.
El viento arreció. Sin embargo, en el firmamento no había nubarrones. Se avecinaba una mañana maravillosa. Por lo menos, en ese momento.
Sacó los tentáculos secundarios e inició el camino hacia la cueva. Tuvo que continuar con el amaestramiento.
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El cuerpo del humroid vibraba. La pequeña dosis del veneno que le paralizaba, ya se había disipado casi por completo. Tonny estableció la conexión. El vínculo se creó fácilmente. El molusco abrió sus ojos y Tonny le ordenó mentalmente: “¡Acércate!”
Luego, a propósito, bajó la intensidad del contacto hasta un 35%. El molusco trató de atacarle. Así que emitió una onda corta y la orientó hacia su centro del dolor. El humroid dio un grito agudo y se paró en seco.
Repitió el mandato y otra vez aflojó el vínculo. El molusco vaciló pero dentro de unos segundos asaltó a Tonny de nuevo.
Esta vez el dolor era estridente. El humroid sintió como se le comprimía su cerebro. Se detuvo y miró al captor. En sus adentros nació un sentimiento que antes no conocía: el odio.
Continuando dándole órdenes el humroid poco a poco comprendió que el captor se había convertido en su amo.
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Transcurrió quinta parte de la puesta.
Ahora era capaz de manejar y controlar al humroid sólo con una parte de su encéfalo adicional, mientras que con la restante podía reflexionar.
Sabía que el humroid tenía que alimentarse, pero quería que la comida significara la recompensa para él. Por eso, en vez de darle órdenes, le habló mentalmente: “Te dejo comer si te mantienes manso.”
El molusco emitió una vibración entrecortada que se podía interpretar como afirmación. Se apartó de la boca de la cueva y lo dejó salir.
“Hay un animal muerto. ¡Come y regresa!”
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El viento amainó, sin embrago, en el horizonte ya se habían comenzado a formar las primeras nubes de hoy.
La siguiente fase del plan era capturar unos cuantos humroides más.
Pacientemente aguardó a que se volviera su humroid/esclavo y después salió fuera.
“¡Vigila y espera! Luego habrá más comida.”
A la derecha de la costa había un grupo de tres moluscos. Dos de ellos eran maduros. El tercero era joven, ese no servía.
Sigilosamente se acercó detrás de ellos. Sus músculos circulares movían ágilmente su cuerpo cilíndrico por la superficie áspera. El humroid que estaba más cerca del mar levantó la cabeza y lo divisó. Acto seguido, inició la retirada. Pero era muy lento. Tonny se aproximó velozmente a él y le paralizó.
Los otros dos moluscos empezaron a correr. Tonny lanzó el tercer tentáculo secundario y rozó la coraza blanda del segundo, que era el maduro. Éste hizo una maniobra y continuó huyendo. Tonny levantó la parte frontal de su cuerpo y al mismo tiempo arrojó el tentáculo prolongado. La pinza agarró la coraza. Después se aproximó más e inyectó la toxina en su pecho. El humroid se quedó inmóvil.
Ahora le esperaba la verdadera faena. Tenía que desplazarlos a la cueva.
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Una vez dentro, situó sus cuerpos inertes a la izquierda. Luego tocó la mente del humroid/esclavo averiguando un posible peligro. Pero no notó nada.
“¡Vigila y espera! Luego habrá más comida” le ordenó otra vez y salió de nuevo.
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Tuvo suerte. No muy lejos había otro grupo de los humroides, esta vez más numeroso. No tardó mucho en capturar tres más. Eran grandes y Tonny tenía que desplazarlos dentro del refugio complicadamente.
Por entonces el Maar ya casi tocaba el punto más alto del cielo y las piedras esparcidas por la orilla empezaban a abrasar. Era hora de descansar.