Nunca Esnifes al Anochecer by Marco Montero - HTML preview

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Tonny y pajaroid

 

Descansaba y soñaba, pero esos sueños eran muy reales, casi se parecían a unos recuerdos, quizás a los que había perdido un montón de años luz atrás.

En el primero de ellos tenía piernas y corría por una pradera que olía a mil flores. La hierba alta le hacía cosquillas a sus pantorrillas. Se sentía feliz. Feliz y despreocupado. De nuevo era un niño.

El sueño fluidamente pasó a otro. En ese estaba tumbado en una cama; en su cama, en su habitación. Era más mayor y estaba enamorado de una chica. Sentía como le dolía el corazón. Ese sentimiento le llenaba por completo, era tan bonito.

De repente, la imagen estalló como un globo. Ahora estaba sentado en un vehículo. Lo conducía su padre. Entre sus piernas tenía metida una botella de whiskey y estaba borracho. La velocidad del coche era rápida, demasiado rápida.

En la distancia resplandecieron unos faros potentes que se aproximaban.

Quiso advertirle del peligro pero no pudo hablar, su boca había desaparecido. Se había convertido otra vez en ceflopoid.

El sueño empezó a desvanecer pero antes de que se borrara totalmente pudo escuchar cómo se chocaron los coches. Aquel sonido chirriante fue horrible.

Se despertó. Sus ojos lagrimeaban.

/

La transformación de los humroides transcurrió rápidamente. Sin embargo, uno de ellos, murió. Sus entrañas simplemente reventaron.

Tonny sacó su cuerpo muerto a la costa y lo dejó echado cerca de la cueva como cebo para los pajaroides. Luego regresó dentro.

El Maar calentaba implacablemente la orilla y las piedras candentes no permitían quedarse fuera durante mucho tiempo.

Tapó la boca de la cueva con su cuerpo cilíndrico. Había que comenzar a crear el vínculo y aprovechar la fragilidad momentánea de los humroides.

Así que emitió las primeras ondas virtuales. Acto seguido, las bifurcó para poder alcanzar las cuatro mentes a la vez. Las ondas chocaron contra sus membranas y las rompieron con facilidad. Esa simplicidad de la penetración sin equivalente resistencia indicaba una cosa muy interesante: cuántas más mentes se unía más notablemente se reducía la inestabilidad del vínculo.

A continuación, probó con las órdenes. Como suponía la obediencia vino sin oponerse. Tampoco hacía falta manejar a cada uno particularmente.

Ellos actuaban como un ejército mecanizado y conectado con un cable.

Aflojó la intensidad del vínculo hasta casi el 35%. Los moluscos no mostraban señales de rebeldía, ni agresividad. Bajó al 25%. Nada de ataques, ni de cambios de su comportamiento. Lo que fortalecía el vínculo era la numerosidad. Y eso era más que bueno.

Calculó que si pudiera capturar unos sesenta u ochenta de ellos, el vínculo sería tan fuerte que sólo bastaría con concentrarse parcialmente.

El ambiente comenzó a vibrar. Las descargas electroestáticas hacían levantar los escasos pelos en las corazas de los humroides. Se giró y fue entonces cuando se abrió una brecha no más de diez metros de la cueva.

Oyó un bullicio tenue que provenía desde ella. Desde la otra parte de la realidad. Luego apareció un ser alto con cinco extremidades. Al cabo de un rato, la brecha se cerró y la vibración cesó.

El ser se enderezó. Tonny internó más dentro de la cueva. Su inteligencia desarrollada le aconsejó que se quedara en silencio. El ser era muy peligroso.

/

Mix número tres contemplaba la costa. No le molestaba el calor, ni sentía dolor alguno. El tercer prototipo era aún más mejorado que los dos anteriores. Le habían quemado los centros de sensibilidad.

Sin embargo, estaba hambriento.

Lentamente se aproximó a un grupo de cuatro moluscos. Luego se paró y se quedó inmóvil. Su cuerpo se mecía hacia delante y detrás de una manera muy rara. Desde sus comisuras caían salivas amarillosas. Después se agachó velozmente y agarró a uno de ellos. El humroid le atacó con sus pinzas y le desgarró la piel del brazo. Él le apretó fuertemente la coraza y le mató. Luego abrió violentamente su tórax con los dedos y dejó caer las vísceras dentro de su boca.

Tonny reflexionaba: Śi el ser descubre el refugio y entra dentro habrá que actuar muy instantáneamente y atacarle todos juntos.´ De modo que intensificó la conexión mental.

Mix eructó largamente y dio media vuelta. Sus ojos se fijaron en el humroid muerto que antes había tendido Tonny como cebo para los pajaroides. Luego miró la cueva. Era obvio que dentro vivía algo que cazaba en esta zona litoral. Una excitación repentina y fuerte se apoderó de él.

´¡Encarcélale en su cubil! ¡Tortúrale! ¡Mátale!Én su cara deformada apareció una sonrisa fea y él inició el camino.

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El ser se acercaba. Tonny casi podía tocar su mente. Había que actuar. Y rápido.

´¡Piensa como ahuyentarle!Úna ocurrencia que tal vez pudiera funcionar nació en su atrofiado cerebro. Se concentró y entrelazó el vínculo entre todos los cinco humroides. Luego acumuló la energía mental y lanzó un mensaje al ser: “¡LÁRGATE DE AQUÍ O MORIRÁS!”

La potente voz de Tonny literalmente explotó en la cabeza de Mix y él se paró en seco. Una ráfaga impetuosa se pasó corriendo por la costa.

“¡SOMOS MUCHOS Y TENEMOS HAMBRE! ¡LÁRGATE DE AQUÍ!”

Mix no se movía, cavilaba: Ó bien es verdad lo que dice el habitante de la cueva o está solo y miente para intimidarme.Ótra ráfaga de viento atacó la orilla. Un humroid grande se acercó por la derecha. Le dio una patada. Éste voló casi dos metros y aterrizó en un bloque liso. Su coraza se rompió.

Mix tomó la decisión: abandonar la costa y dirigirse a la tierra adentro.

Acto seguido, emitió la respuesta mental: “ACEPTO.”

Tonny se relajó.

/

A la segunda mitad de la puesta vino el pajaroid y era grande. Aterrizó cerca de la cueva casi al lado del cuerpo muerto del humroid. Después de asegurarse de que alrededor no había peligro alguno le dio varios picotazos.

Tonny le observaba analizando la estrategia del ataque. Necesitaba capturarle vivo. Según él, existía una posibilidad que garantizaba cierto éxito: la sorpresa súbita. Decidió arriesgar.

El ave dio otro picotazo y tragó glotonamente un trozo de carne que había arrancado. Tonny mandó una orden virtual al cerebro de uno de los humroides/esclavos: “¡Asómate!”

El molusco obedeció. Tonny se aprestó para la embestida.

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El pajaroid presintió la amenaza y se volvió ágilmente. Después dio un aletazo y arremetió contra el humroid.

“¡Retírate!” emitió Tonny. Luego saltó y al mismo tiempo lanzó dos de sus tres tentáculos secundarios. El pajaroid intentó esquivarlos pero su peso combinado con la inercia no le daba prácticamente ninguna posibilidad de conseguirlo.

El primer tentáculo penetró su pecho y Tonny inyectó dentro de su tejido el veneno paralizante. El secundo rozó el ala. El ave se giró bruscamente, balanceó un poco pero logró liberarse. Tonny dio otro salto, accionó la pinza y le agarró la pata. El pajaroid empezó a picotearle.

Tonny arrojó otra vez los tentáculos secundarios. Uno dio al lado derecho del pajaroid, otro a su tórax y el tercero se hundió en la arena de la costa.

Al cabo de un rato, durante el transcurso que el pajaroid trataba de liberarse, la toxina, por fin, hizo efecto y el bicharraco se cayó sobre su costado. Tonny sacó los tentáculos. El ave se quedó inmóvil. Pero la paralización no duraría mucho tiempo. Había que desplazarlo dentro de la cueva cuanto antes.

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Las nubes ensombrecieron por un momento el Maar. Las olas bramaban y mojaban regularmente la orilla. El viento arreció.

Tonny intensificó el vínculo. Necesitaba a todos los humroides/esclavos para ayudarle a mover al pajaroid. Éstos salieron y se situaron tras el cuerpo del bicharraco. Tonny le agarrotó una pata con su pinza y penetró levemente las alas con sus tentáculos secundarios. Después mandó una orden: “¡EMPUJAD CON FUERZA!”

Los humroides apoyaron sus corazas blandas contra el pecho del pajaroid y empezaron a arrastrar. Tonny, al mismo tiempo, comenzó a tirar. La superficie llena de arena y de piedras dificultaba considerablemente la fricción. El cuerpo del ave se movió medio metro y luego se paró.

“¡OTRA VEZ, MÁS FUERTE!”

Recorrieron otro medio metro. Después el cuerpo chocó contra una piedra que sobresalía de la tierra y se atascó.

Tonny aflojó la pata del pajaroid y sacó los tentáculos secundarios. Había que alzar el costado derecho del bicharraco y luego tirar. De forma que se situó enfrente de él y con la ayuda de sus tres tentáculos secundarios levantó su cuerpo. Pesaba realmente mucho.

“¡EMPUJAD YA!” ordenó.

Apretaron y lograron moverlo. Tonny intensificó la fuerza y levantó el costado un poco más. Los humroides dieron otro empujón y por fin, lo desatascaron.

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Tardaron casi sexta parte de la puesta para trasladarlo completamente dentro de la cueva. Tonny estaba exhausto.

/

Anochecía. El cielo se había nublado por completo y se aproximaba otra de las tormentas nocturnas.

Había cazado tres moluscos jóvenes. Ahora con la energía a tope se sentía mejor. El cuerpo del pajaroid daba calambres, su transformación se había iniciado.

Sabía que durante la noche le esperaba un trabajo muy duro. Amaestrar al ave seguramente no sería tan fácil como manejar a los humroides.

Había que actuar con mucho cuidado.

Los humroides/esclavos estaban tumbados en la parte trasera de la cueva. Llegó la hora cuando tenía que decidir si arriesgar y dejarlos regresar al mar ordenándolos que contagiaran a otros de su especie o simplemente esperar hasta mañana y fortalecer así más el vínculo.

La deliberación: Ĺa conexión a corta distancia es bastante estable. ¿Pero qué pasará a distancia mediana o incluso a distancia larga y sobre todo, dentro del líquido que contenía el mar? Pero, por otro lado, si la cosa se pone fea con el ave y durante la noche hay ataques, los moluscos muy probablemente sufran daños graves o mueran.Ĺa decisión: “¡Regresad al mar! ¡Contagiad a otros y volved cuando se haga la luz!”

Los humroides abandonaron el refugio y desaparecieron en las olas.

Tonny les controlaba mentalmente. En ese momento, todo iba bien, aunque al entrar en el líquido lodoso del mar se habían producido algunas interferencias. Sin embargo, el vínculo se mantenía suficientemente firme.