Nunca Esnifes al Anochecer by Marco Montero - HTML preview

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Lorm y Goff

(el clímax)

 

Pisó un saliente oblicuo y cambió el agarre. Luego asió una prominencia, se empujó y dio un pequeño salto. La mano derecha encontró una oquedad y la sujetó. El descenso era más difícil que subir arriba. Tenía que utilizar sólo sus dos manos puesto que no quería arriesgarse a dislocarse el hombro izquierdo por tercera vez. Ahora estaba a unos cuarenta metros sobre el casco del aerodeslizador. Jadeaba, sudaba y tenía mucha sed.

El Maar implacablemente calentaba la roca. Miró hacia abajo y vio otro saliente, esta vez a unos dos metros a la derecha. Se estrechó y pegó la mano central en la pared de la peña. Luego sacó la mano derecha de la oquedad y la pegó al lado de la central. A continuación, flexionó las rodillas y se pendió. La superficie de la roca era muy lisa. Tenía que despegar la mano central y bajarla. Así que apoyó las zapatillas contra la pared de basalto y la soltó.

Ahora estaba literalmente colgado de sólo un brazo. Buscó un sitio plano y pegó otra vez la palma de la mano central a la peña. Después dio un brinco. La suela chocó contra el saliente y se resbaló. Acto seguido, las ventosas de su mano central se aflojaron. Se vio cayendo. Extendió rápidamente la vista y se fijó en una prominencia. A continuación, estrechó el brazo e intentó sujetarse.

/

El tun-cay estaba escuchando como el ser bajaba. Se asomó por la cueva para averiguar la situación y calcular las posibilidades del ataque, pero el ser aún estaba bastante alto. De forma que se escondió de nuevo esperando la mejor oportunidad.

/

Logró agarrar la prominencia y cambió la posición de la mano derecha.

Ahora podía colocar bien los pies. El sudor le corría por toda la cara y le entraba en la boca, el sabor era salado y amargo. El hombro lesionado le daba punzadas irregulares. Miró hacia la izquierda y divisó un agujero poco profundo.

Una ráfaga impetuosa se apoyó fuertemente contra su espalda y le desequilibró por un momento. Se apretó contra la pared de la roca todo lo que podía y se tranquilizó, ya quedaban menos de 30 metros. Al cabo de un rato, continuó con el descenso.

/

El ser ya se había aproximado al casco de la nave. El tun-cay salió de la cueva. Sigilosamente se arrastró hacia la parte trasera de ella y se escondió detrás del motor principal.

/

Dio un salto y, por fin, aterrizó en la parte frontal del aerodeslizador.

Pesadamente se sentó en la superficie grisácea y se apoyó contra la roca.

Luego cerró los parpados laterales de sus tres ojos y se limpió el sudor de la enfrente, necesitaba tomar un poco de aliento.

El tun-cay aprovechó ese instante de la desatención del ser y se acercó rápidamente. A continuación, lanzó cuatro de sus siete colas y le dio en el pecho.

Lorm gritó de dolor y trató de levantarse. Las colas le azotaron otra vez.

Se tambaleó y por un rato estuvo a punto de caerse, pero después recuperó el equilibrillo y desenfundó. El tun-cay se encogió y se apretó más contra el casco.

Con pasos apresurados caminó hacia la escotilla. Luego bajó por ella y desapareció dentro de la nave. El tun-cay no se movía.

/

Lo primero que notó era el calor combinado con el aire seco. La temperatura en la sala de mandos subió a +41ºC lo que le aumentó aún más la necesidad de beber. Se dirigió al pasillito y abrió el armario empotrado. Después se agachó y tomó una garrafa de tres litros, llena de un líquido transparente. La desenroscó y se dio varios tragos. El líquido era tibio y tenía sabor levemente dulce.

Guardó la garrafa y regresó a la sala de control. Se sentó en la silla y otra vez se limpió la frente. Esperaba a que el aerodeslizador que le había respondido no tardara mucho.

/

Al abandonar el cuadrante tres, el embalse de la demencia del subteniente Goff primero se desbordó y luego se derrumbó por completo.

El río nefasto y maligno de la locura inundó despiadadamente todos los pasadizos de su cordura y un telón negro, grueso y apestoso cubrió su razonamiento y después lo ahogó.

Estaba sentado en un asiento acolchado enfrente de la ventana frontal.

Sus manos agarraban el volante semicircular. Los motores protónicos monótonamente ronroneaban. Aunque parecía que contemplaba el paisaje, sus ojos estaban totalmente idos y vacuos. En las pupilas dilatadas se reflejaba un abismo insondable. Dentro de su cabeza hablaban los pensamientos. Lo carcomían y lo corroían.

“El brillo de la gloria se desvanecerá y caerá en el olvido. El cetro se oxidará. El trono se derrotará y luego acudirá la pobreza, la putrefacción y la peste. El Rey Negro morirá y sus despojos serán echados como el alimento para los depredadores. Los lamentos de sus siervos se acallarán y se convertirán en los recuerdos pésimos que se encerrarán dentro de un tiempo en un arcón en algún lugar de sus mentes y las llaves de las cerraduras se perderán ...”

Ya no quería seguir escuchando ese sermón. Lo irritaba, lo deprimía y lo abatía. Intentaba enmudecer esa voz tan traidoramente sugestiva, pero fue en balde. Luego vino el temor.

… “y Lorm escupirá tu cadáver y hará un brindis para celebrar tu óbito.

Y después comenzará a exterminar tu raza, porque eso es lo que realmente quiere. Arrastrar y desolar tus hermanos y hermanas y quemar tu hogar. Pisar y machacar el sitio donde nacisteis y limpiar el universo de esta porquería de vuestra especie. Pues en sus ojos no sois más que unos parásitos patéticos, unos piojos chupópteros que…“

Empezó a gritar. Simplemente, no podía soportarlo más. Se tapó los oídos pero eso no servía para nada. Los pensamientos ululaban, murmuraban sin cesar.

El aerodeslizador se aproximaba a las estribaciones. El radar toroidal mostraba los primeros contornos de las montañas. Faltaban menos de cinco kilómetros. Los rayos del Maar se reflejaban en el casco de la nave y lo calentaban.

Súbitamente notó que alguien, que se llamaba (¿Flegg?), entró en su mente y trató de hurgar en ella, al cabo de un rato, desapareció. Alzó la cabeza y miró el panel de control. Luego se levantó, se alejó por el pasillito y abrió el armario empotrado. Rebuscó ausentemente dentro de él y sacó un rifle pequeño de fotones. Lo cogió y se lo metió en el bolsillo de su pantalón. Después se quedó varios segundos contemplando el suelo, rascándose furiosamente una mancha roja que se le había creado en el cuello. Al final, cerró de un tirón la puerta del armario y regresó a la sala de mandos.

El piloto que indicaba la baja potencia de las baterías comenzó a parpadear. Lo destrozó con su codo izquierdo. El odio entretejido con el rencor y anudado con la desesperación se apoderaron de él. Toda su vida se fue al garete y de alguna manera sentía que la cabrona de la muerte le rodeaba muy de cerca.

-¡Pero antes de que me lleve consigo, te mataré!- dijo con voz alta.

/

Escuchó los motores y se asomó por la escotilla. Miró hacia el norte, pero no vio nada. Luego volvió la cabeza hacia el sur y divisó los contornos de un aerodeslizador. Frunció el ceño.

Dos cosas no cuadraban. La primera era la dirección desde la que se aproximaba. Era contraria de la que habían mencionado los vigilantes. Los cuadrantes cuatro y cinco estaban al norte. Y segunda, el aerodeslizador que vio pertenecía al difunto comandante Poex. Reconoció dos franjas amarillas que estaban pintadas en el morro.

Goff giró el volante levemente a la izquierda y rodeó la roca. Luego redujo la velocidad y aterrizó unos 200 metros de la nave de Lorm. Los pensamientos dejaron de charlar como si supieran que llegó el momento crucial.

Apagó los motores. Las aspas del rotor dieron unas cuantas vueltas más y luego se pararon. A continuación, se hizo un silencio total. Desbloqueó la puerta corrediza y bajó.

El tun-cay percibió la presencia del otro ser y decidió seguir escondido.

No quería arriesgar. Quería esperar a que llegara el momento oportuno.

/

´¿Goff? ¿Qué hace él aquí?´ pasó por la cabeza de Lorm. Después se aupó y salió fuera de la escotilla.

El subteniente, levantó la mano y dijo: -Hola comandante, he recibido su mensaje que está en apuros y he venido a rescatarle.- Luego sonrió. Sin embargo, ésta sonrisa falsa se parecía más bien a una mueca fea y de alguna manera, también burlona.

Lorm vaciló y controló si llevaba el arma. Estaba en su sitio en el cinturón.

Goff inició el camino hacia la nave naufragada. Al aproximarse a unos setenta metros de ella, se paró.

El teniente se incorporó y replicó: -Bueno, cómo puede ver, he tenido un pequeño encontronazo con esta roca. Pero me interesa qué pasó en el cuadrante tres.

Goff dio un par de pasos más mientras metía su mano derecha en el bolsillo. Acto seguido, agarró el rifle de fotones y contestó: -En el cuadrante tres está todo de puta madre. Pero tú, hijo de puta, estarás pronto bastante jodido. Y eso te lo puedo prometer.

Nada más terminó esta frase, sacó rápidamente la mano del bolsillo y disparó sin apuntar. Lorm divisó el movimiento y se agachó. El rayo de fotones penetró fácilmente el casco y causó en él un agujero de 30 centímetros. El aerodeslizador se estremeció y el teniente perdió el equilibrio. A continuación, se cayó, se deslizó por la superficie lisa y terminó en la tierra.

-¿Vaya, vaya que torpeza, no? Me extraña que siquiera pudiera conducir este trasto hasta aquí.- Goff se echó a reír.

Sin comentar este sarcasmo, cambió su posición y sacó el arma. Luego apuntó y disparó, pero falló. Goff respondió igualmente. El rayo de fotones pasó no más de diez centímetros de la cabeza del teniente. Se inclinó y disparó de nuevo. Esta vez dio a su pierna derecha. Goff gritó de dolor y de sorpresa y luego se cayó de rodillas. Lorm se enderezó y continuó disparando. La bala penetró dentro de su hombro. Chilló y apretó el gatillo. Los rayos destrozaron el motor secundario derecho.

El tun-cay seguía ocultado.

Lorm disparó por tercera vez y rozó su mejilla. El subteniente se tapó la cara. El rifle de fotones se le cayó de su mano, perdía mucho líquido corporal. Su cuerpo temblaba. El dolor fuerte que provenía del hombro le entumecía. La vista se le ponía alternativamente borrosa y nítida. Su estado era crítico.

Sin embargo, antes de entrar en el coma y posteriormente cruzar el umbral de la muerte ocurrió una cosa interesante: la combinación del choque anafiláctico y el trastorno mental mejoró asombrosamente su capacidad de telepatía y le hizo, aunque sólo por un corto tiempo, extremadamente sensible.

/

La borrachera de Flegg ya se había desarrollado considerablemente.

Estaba tumbado en el sillón jugando con la botella vacía de Burk.

Canturreaba imaginándose las maneras de la muerte de Lorm. Deseaba que Goff le torturase y le obligase a hacer cosas que le humillasen y le deshonrasen y luego que le matase lentamente.

Su mano derecha se levantó vagamente y arrojó la botella. Ésta se deslizó por el suelo y chocó contra la pata de la mesa, el gollete se rompió. La observó indiferentemente con sus enrojecidos ojos y luego se respaldó.

Apretó sus sienes y al azar probó la conexión mental. Y gracias a esa extraordinaria sensibilidad momentánea de Goff, la estableció.

No obstante, lo que captó, le enfureció máximamente. Le hizo literalmente temblar de rabia. El nivel de la embriaguez se le bajó rápidamente.

-¡Gua, rax plud rg hyat!- vociferó. Acto seguido, trató de ordenar virtualmente a Goff que cogiera el arma y disparase a Lorm. Pero él no reaccionaba, se estaba muriendo. Así que Flegg consiguió sólo liberar su ira a través de su boca:

-¿Te acuerdas de mí? ¿Te recuerdas como jodiste mi vida? Aunque lo dudo mucho. Creo que lo olvidaste, que lo simplemente borraste de tu memoria, pues a los guytx como tú les importa una mierda las vidas de los demás, ¿verdad? Así que déjame que te cuente una historia sobre un tal Tribón Flegg que antaño tenía mucha influencia y mucho respeto y por tu culpa la perdió. Y lo perdió todo. Le metieron en un agujero apestado y le dejaron allá encerrado casi seis interminables puestas sólo con la compañía de los punkies. Pero he regresado…

En ese momento, se oyó como se aproximaba el otro aerodeslizador.

Según el ruido grave de los motores se trataba de una nave de carga. Lorm algo sobrecogido dio media vuelta. El aerodeslizador ahora pasaba cerca de las estribaciones. El teniente emitió un mensaje virtual a Durby y éste lo afirmó.

-… y te aseguro que tu cuerpo se pudrirá en este planeta…

Flegg continuaba hablando pero la conexión se perdió. Goff entró en coma. La pérdida de su líquido corporal era fatal.

-Rax typp porff rg truol. ¡Gua, haid yj!- Dio un puñetazo en el respaldo del sillón y se arrancó piel de dos dedos. Acto seguido, saltó y pisó furiosamente la botella de Burk. Ésta explotó y los trozos de cristal se desparramaron por doquier. Empezó a gritar: -Esto no puede ser verdad, kuit rax. Ese capullo, ese guytx asqueroso. ¡Qué te den por culo, cabrón!

Pero ya verás, ya te enterarás como se saborea la revancha.

A continuación, salió pitando de su despacho y se dirigió a los laboratorios.

/

El tun-cay observaba a los dos seres. Uno de ellos estaba tumbado en la tierra y gravemente herido. En el aire se notaba el olor de la muerte inminente. El otro estaba mirando hacia arriba. Se aproximaba otra cosa.

Llegó el momento de atacar.

El ser bajó la cabeza y se volvió. El tun-cay salió y empezó a reptar velozmente hacia él.

/

Lorm no se percató del peligro que venía de atrás. Estaba completamente ensimismado. Las palabras de Flegg le habían afectado y habían sembrado dentro de su subconsciencia una semilla de miedo. Y esta semilla se abrió y echó su primer brote.

/

Durby apretó el volante y empezó a aterrizar. La velocidad se redujo a 35

km/h. Rash que estaba de pie al lado de la ventana lateral se fijó en el tun-cay y vociferó: -¡Mira! ¡Le va a matar!- Acto seguido, traspasó corriendo la pequeña sala de mandos y desbloqueó la puerta corrediza.

El otro soldado giró la cabeza y gritó: -¿Pero qué coño estás haciendo?

Rash le ignoraba. No había tiempo para darle explicaciones. Se asomó afuera agarrándose a la manivela y disparó. La bala se perdió a unos dos metros del tun-cay.

-¡Gira a la izquierda!- ordenó. Durby le estaba mirando con la boca abierta.

-¡HAZ LO QUE TE DIGA O LE MATARÁ!

Mecánicamente inclinó el volante, la nave pesada se ladeó. Resonó otro disparo.

/

Lorm también apretó el gatillo de su arma. El primer disparo de Rash le despertó de sus pensamientos y le hizo a girar la cabeza. El tun-cay ya estaba muy cerca.

Dio varios pasos atrás. La bala abandonó el cañón de su arma prácticamente en el mismo tiempo que la de Rash y las dos dieron en el blanco. El tun-cay rugió agudamente y se cayó. A continuación, intentó lanzar sus colas, pero la inercia levantó la parte trasera de su cuerpo y dio vuelta de campana.

Durby apretó el volante del aerodeslizador más hacia abajo y aterrizó.

Lorm continuaba observando el tun-cay preparado para disparar otra vez. Sin embargo, él estaba muerto igual que Goff.

El Maar se declinó un poco más al horizonte. Ahora soplaba una brisa fresca y en el firmamento se formaban las primeras nubes que más tarde, cuando asumiría el mando la noche, traerían la lluvia y la tormenta eléctrica.

/

Se abrió la puerta corrediza del aerodeslizador y bajó Rash. Durby apagó los motores y lo siguió.

-¿Está usted bien, señor?- preguntó Rash al teniente.

-Estoy perfectamente-el aludido respondió firmemente. -¿Tenéis algún lanzallamas?

-Sí, señor, dos-contestó el soldado.

-¡Traedlos! Hay que quemar esta porquería.- señaló a tun-cay y después añadió: -El cuerpo de Goff lo cargaremos en vuestra nave y lo llevaremos al laboratorio. Quiero saber que le ha pasado. Aquí no cuadran muchas cosas.- Luego se volteó e inició el camino hacia el aerodeslizador del subteniente.

Al entrar dentro echó una ojeada somera por el pasillo, pero no vio nada raro. Se acercó al panel de control y lo encendió. El ordenador de a bordo se cambió automáticamente a modo de emergencia indicando nivel crítico de energía. Bajó y vociferó: -¿Tenéis algunas baterías de repuesto?

Durby volvió la cabeza y replicó: -Lo siento, pero no. Aunque las tuviéramos no servirían para nada. Las naves de carga utilizan más grandes y con otra potencia.

-Bueno, entonces tengo que regresar con vosotros. Pero primero, hay que hacer un rodeo más y visitar al cuadrante tres. Huelo problemas y graves.- terminó pensativamente y volvió a la nave.

/

Quemaron el cuerpo de tun-cay y trasladaron el cadáver del subteniente dentro del aerodeslizador.

Lorm mientras registró su nave y encontró un lanzallamas y un desintegrador. Los tomó y bajó. La temperatura seguía alta pero las nubes que se acumulaban estaban cada vez más grandes y más oscuras. Pasó de prisa al lado del tun-cay carbonizado. Quería ya largarse de este lugar donde había pasado una noche de mierda. Subió al aerodeslizador de carga y bloqueó la puerta corrediza. Luego entró en la sala de mandos y preguntó: -¿Tenéis aquí Tropen u otro calmante? Se me ha dislocado el hombro y me duele como mil demonios.

Rash le llevó al pasillito y abrió uno de dos armarios reforzados que había allí. Rebuscó dentro durante un rato y después sacó Tripil 250. Se lo pasó. Lorm lo cogió y asintió con la cabeza.

Durby encendió los motores y programó el rumbo al cuadrante tres.

Despegaron.

El teniente regresó a la sala de mandos y se sentó en una de los cuatro asientos que había por allí. Luego se aplicó Tripil. La nave, a pesar de su peso enorme, cobró velocidad rápidamente.

Abandonaron las estribaciones y entraron en la llanura. En el momento cuando pasaban por encima de una zona llena de basalto rojizo, se conectó con él Crogg. No hablaron mucho tiempo pero las informaciones que Poo le dijo eran más que inquietantes. Había que pensar mucho y no estropear nada. Las cosas empezaban a apestar, y bastante. De modo que estableció el contacto con el comandante Jorr.

/

En el cobertizo en el cuadrante tres ocurrían cosas muy feas. Los dos Kuxs, ya transformados, torturaban a la Centinela. En sus mentes también hablaban los pensamientos igual como lo hacían en la mente de Goff, cuando aún vivía, y les incitaban a hacer cosas horribles.

La Centinela estaba tumbado en una de las camillas. Su cuerpo dejó de temblar hacía poco pero la metamorfosis aún seguía en proceso. Las Centinelas eran muy frágiles y también en ciertos modos, muy sensibles y por supuesto, los Kuxs lo sabían.

El más alto de ellos cogió un cuchillo que tenía guardado en su vaina de cuero del can-toy, que había matado personalmente hace una órbita, y cortó un dedo de la mano izquierda de la Centinela, el dedo se cayó al suelo. La Centinela lanzó un grito de dolor y trató de levantarse con intensión de escapar. El otro, más bajo, le tumbó de nuevo con un puñetazo y le dijo con una voz ronca y burlona: -Estate quieto, animalito.

Aún no hemos acabado contigo. ¡Y para de gritar como una hembra salida!

El más alto se agachó y tomó el dedo caído. Acto seguido, lo acercó a la boca de la Centinela y le mandó: -¡Abre el morro y come! Ya sé que te gusta. Veo en tus ojos que lo quieres lamer.

La Centinela giró la cabeza a un lado. El otro Kux la sujetó firmemente.

El más alto comenzó a meterle el dedo a través de sus labios agrietados dentro de su boca. La Centinela forcejeó, pero fue en vano. Otro puñetazo le debilitó.

Una ráfaga se apoyó contra la ventana y los marcos crujieron.

El más alto intensificó la presión y el dedo desapareció en la boca de la Centinela.

-¡Ahora mastica y trágalo!

La Centinela le estaba mirando con sus ojos dilatados y luego se negó.

El más bajo dijo: -Dame el cuchillo. Yo le enseñaré como uno tiene que comportarse cuando está hablando con una raza superior.

El más alto se lo pasó. El más bajo lo agarró y a continuación, cortó la oreja derecha de la Centinela. Chilló, el dedo se le metió en la faringe y se atascó, después se empezó a ahogar. El más alto le levantó un poco y luego le golpeó fuertemente la espalda. El dedo salió de la boca de la Centinela y aterrizó al lado de la zapatilla ajada del más bajo. Éste se agachó y lo cogió.

-¿Joder, que desperdicio, hijo de puta, así se trata la comida? ¿Hm?

¡Responde!

Pero la Centinela estaba tosiendo y tenía la cara morada. El más bajo le agarrotó por los pocos pelos y le sacudió bruscamente la cabeza. El líquido corporal que manaba de la lesión salpicó su uniforme.

-¡Tu asqueroso jugo me ha manchado mi uniforme de gala!- dijo jovialmente.

Acto seguido, el más alto le pegó a la Centinela una hostia y luego hundió su rodilla en su órgano de reproducción. Aulló, el dolor era estridente e insoportable, en ese instante, deseó perder la conciencia. Sin embargo, no tuvo suerte.

Otra ráfaga chocó contra la ventana e hizo tintinear el vidrio reforzado.

El más bajo metió nuevamente el dedo, que ahora estaba sucio por la arena esparcida por el suelo, dentro de la boca de la Centinela. -Tienes la última oportunidad de comértelo. Si no lo haces te cortaré el brazo y luego la pierna.

Al cabo de un rato, la Centinela se rindió y comenzó a mascar lentamente. Lo que le salvó de esa asquerosidad era el ruido repentino de un aerodeslizador.

El más alto dijo: -No me jodas que se está regresando este cabrón de mierda de Goff. Tengo muchas ganas de rajarle el cuello incluso más que jugar con este títere.

El más bajo asintió con la cabeza y su mirada se deslizó de nuevo a la Centinela. Después rió y siseó: -Parece que tenemos que hacer una pausa imprevista en este espectáculo maravilloso pero no te preocupes cuando acabemos con nuestro amigo volveremos y seguiremos jugando.

Los Kuxs se aproximaron a la ventana y el más bajo dijo: -Pero esta nave es de carga. Esta no será de Goff. A no ser que la haya cambiado.

-Hay que prepararse-dijo el otro, después asió una varilla de hierro que estaba apoyada contra la pared al lado de la ventana y golpeó con ella el cráneo de la Centinela. Éste, por fin, perdió la conciencia.

El Kux se agachó, cogió su oreja cortada que se había quedado olvidada en el suelo y la limpió. Luego la olfateó y se la guardó, por una razón desconocida, en su bolsillo de los pantalones.

/

Se desconectó. Jorr no había dicho muchas cosas, parecía que tenía sus propios problemas. Ahora volaban por encima de la tierra agrietada y resquebrajada. Nadie hablaba, se aproximaban al cuadrante tres.

Se levantó y se dirigió a la ventana lateral. Miró el cielo que ya estaba lleno de nubes pesadas y se rascó la mejilla. La nave de inclinó levemente a la izquierda, ya se podían discernir los tejados brillantes del cobertizo. Al observar éste panorama su frente se fruncía cada vez más.

Durby bajó a la altitud de 50 metros y dijo: -Señor, mire este montón, parece como...- pero la voz se le rompió en la garganta.

El teniente, se acercó a la ventana frontal. En ese momento, el aerodeslizador entró en el recinto. -Parece como si fueran cadáveres calcinados-terminó la frase. -Aterriza detrás del cobertizo pero deja los motores en marcha.

El soldado apretó el volante y la nave comenzó a bajar.

/

El Kux más alto cogió el cuchillo y se escondió en la parte trasera del cobertizo. El más bajo sacó un arma y se ocupó de la puerta principal.

El aerodeslizador aterrizó y a continuación, se desbloqueó la puerta corrediza. Los motores seguían en marcha. El más alto apretó el mango del cuchillo con más fuerza. Su respiración se aceleró.

/

Bajaron.

Lorm les mandó mentalmente una orden: “¡Vosotros registrad la parte delantera! Yo entraré por la puerta trasera. ¿No disparad sin cabeza, entendido?”

Afirmaron y se alejaron. Lorm alzó el arma y se dirigió al cobertizo.

/

El más alto escuchó cómo se acercaban unos pasos ligeros. Pero sólo de un intruso. Ásí que os habéis separado. Pues muy bien ´ pensó y alzó la mano con el cuchillo.

/

Lorm giró a la derecha y vio el montón de Kuxs carbonizados. Aún se notaba en el aire el olor fuerte a chamusquina. Aquella vista no le mejoró nada su humor. Luego clavó la mirada a la puerta trasera. El silencio que reinaba insinuaba de modo indirecto, que algo no andaba bien.

´¡Es una emboscada! ¡Ten cuidado!´

Transcurrieron diez segundos. La tensión era tan densa que casi se podía cortar.

´¡Ten mucho cuidado!´

-¡Vamos allá!- gritó y acto seguido, dio una patada fuerte a la puerta.

Ésta se abrió y golpeó la pared interior. Saltó a la izquierda y se escondió.

Luego las cosas ocurrieron muy de prisa. El más alto salió disparado hacia adelante. Lorm apretó el gatillo y la bala penetró dentro de su abdomen. Éste lanzó un chillido agudo y tiró el cuchillo. La punta de aleación templada se clavó en la pared del cobertizo sólo dos centímetros de la oreja izquierda del teniente. Luego se inclinó despacio hacia abajo y se cayó al suelo.

Abrió fuego de nuevo. En la frente de Kux apareció un agujero grande.

La bala destrozó la mayor parte de su cerebro y deformada salió fuera a través de su nuca. Se desplomó. Su herida abdominal se desgarró más y su órgano de digestión vio por primera vez la luz de día.

/

Alcanzaron la parte delantera del cobertizo. También a ellos les extrañaba aquel silencio insólito.

Rash señaló a la puerta e hizo un gesto con los dedos. Durby asintió con la cabeza y se apartó un poco a la derecha. Rash alzó su arma y tocó la manivela. En ese momento, se oyó un disparo estridente y luego el soldado fue arrojado hacia atrás y aterrizó duro en la tierra. Su pecho se convirtió en un cráter negruzco de 25 centímetros de diámetro. Y para coronar todo éste horrible espectáculo, su cabeza cuadrada se golpeó contra un bloque de cuarzo y se partió en dos. Los sesos coagulados salpicaron fuera y se mezclaron con el líquido corporal.

Durby bajó velozmente el arma y disparó dentro del cobertizo. Gritaba.

El Kux más bajo se agachó y la bala pasó por encima de su cabeza. Acto seguido, se asomó con rapidez y respondió igualmente. Durby sintió un dolor ardiente que le estalló en el costado. Sin embargo, lo ignoró por completo, apuntó y disparó de nuevo. El más bajo trató de esquivar la bala, pero no tenía suficiente tiempo y ésa se le hundió en su pierna y le arrancó gran trozo de la carne. Siseó de dolor y bajó la vista para averiguar la herida.

Eso fue su error fatal y mortal. Durby abrió fuego nuevamente y la cabeza de Kux explotó. Unas pocas gotas de su líquido corporal le ensuciaron la cara. El soldado se las limpió someramente. El hecho de que se acabó de contagiar fue lo último en que en ese instante, estaba pensando.

/

Entró apresuradamente en el cobertizo. La luz dentro era tenue.

Traspasó corriendo la habitación trasera y la mediana.

Durby también internó dentro. Rodeó el cuerpo muerto de Kux más bajo y se dirigió hacia la mesa. Allí había tumbado e inconsciente una Centinela. Las señales de tortura indicaban que debía sufrir mucho.

Desde la sombra apareció una figura alta. Durby levantó automáticamente el arma.

-Tranquilo, soy yo.- dijo Lorm.

/

El viento arreciaba y cobraba fuerza, las ráfagas impetuosas auguraban la lluvia inminente. También se había bajado la temperatura. El termómetro dentro del aerodeslizador marcaba +23.7 ºC.

Lorm estaba sentado en el asiento acolchado en la sala de mandos y conducía. Durby se aplicó la segunda dosis de Tripil 250 y descansaba. La lesión le dolía un montón y además empezó a sentir punzadas regulares en la cabeza.

Después de que fueron matados a los dos Kuxs, Lorm disparó a la Centinela diciendo que no quería arriesgar el contagio sin dar más explicaciones. Durby tampoco preguntó.

Luego regresaron a la nave. Durby se inyectó el medicamento y se congeló la herida. Lorm cogió una lona verde y un lanzallamas y salió fuera. El soldado se vendó el costado y después se unió con él. Envolvieron el cuerpo muerto de Rash (o más bien los restos que quedaron de él) y lo desplazaron dentro del aerodeslizador. A continuación, el teniente prendió el cobertizo y quemó todo lo que estaba dentro.

Despegaron.

Ahora la nave pasaba por la llanura. Lorm se conectó otra vez con Jorr.

Al principio había interferencias pero luego la conversación se estabilizó.

El comandante, después de escuchar atentamente lo que había pasado le ordenó que le mandara los resultados del laboratorio cuando los obtuviera y se desconectó.

Durby se alejó a la parte trasera de la nave, necesitaba segregar y tumbarse. Las gotas del líquido corporal del Kux más bajo ya se habían secado en su cara y los poros de su piel las absorbían dentro.

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Mix número tres abandonó la cos