Nunca Esnifes al Anochecer by Marco Montero - HTML preview

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Los escarabajos

(invasión nocturna)

 

El telón de la noche cubrió definitivamente las zonas tres hasta siete. Las nubes pesadas lentamente flotaban por el firmamento. El viento se calmó casi por completo como si augurara la llegada de una tormenta terrible.

Los escarabajos penetraron en las zonas cuatro y cinco poco después de la puesta del Maar. Los primeros que habían notado su presencia eran las Centinelas, pero eso también era lo último que vieron en su vida. Los escarabajos destrozaron, desgarraron y devoraron sus cuerpos igual que si estuvieran hechos de papel. Luego avanzaron hacía el recinto.

En la zona cinco fronteriza vivían 37 Kuxs. El recinto consistía en tres cobertizos amplios y un almacén. En el momento de la invasión, ocho de ellos estaban en el almacén arreglando los víveres, veinticinco estaban descansando en el cobertizo B y cuatro vigilaban el recinto en el norte y el oeste.

Los escarabajos vinieron desde el sur y atacaron primero el almacén. Los Kuxs intentaron dispararlos pero contra la supremacía aplastante no tenían ni la menor posibilidad. El almacén se llenó de gritos, de tiros y de sonidos silbantes que producían los élitros. La masacre no duró mucho tiempo. Los dientes afilados de los escarabajos despedazaban los cuerpos de los Kuxs rápida y fácilmente.

Uno de ellos, procuró trepar por la estantería con esfuerzo para salvarse la vida, pero los escarabajos impulsados por la avidez de devorar, crearon en un periquete una montaña con sus propios cuerpos. Los que estaban más arriba saltaron y le mordieron las piernas y los muslos. Kux aguantó un rato más y después se rindió y se soltó. La muerte cruel le vino pronto.

Otra parada de los escarabajos era el cobertizo B. Durante su desplazamiento mataron dos vigilantes que no tuvieron ni tiempo para lanzar un chillido.

El cobertizo B tenía la puerta reforzada de titano mezclado con un tipo de aleación que era suficientemente resistente como para aguantar los  golpes fuertes que le daban sus numerosas cabezas, sin embargo, las ventanas no. Los cristales se rompieron y la plaga de las maquinas mutadas para matar irrumpieron dentro como un huracán. Los Kuxs desenfundaron y abrieron fuego. El tiroteo les protegió durante 400 segundos exactos. Luego se les terminaron las balas y los escarabajos comenzaron con su baile.

Tres de los Kuxs lograron escapar a la habitación trasera y cogieron los lanzallamas. El cobertizo se cambió a un horno incandescente y mortífero.

Las llamas quemaban y carbonizaban tanto los cuerpos duros de los escarabajos como a los Kuxs heridos, medio muertos o a los que aún forcejeaban. El aire apestaba y se llenaba de dióxido de carbono. Cuando se consumó el combustible de los lanzallamas, tres cuartos del cobertizo ya se habían quedado reducidos a cenizas.

En la zona cinco murieron 153 escarabajos, 36 Kuxs y cuatro Centinelas.

De casualidad se salvó un Kux. Era uno de los dos que vigilaban la parte norte del recinto. Al escuchar el tiroteo echó a correr, quería coger un atajo a través de la llanura pero se cayó a un hoyo profundo y los escarabajos le pasaron por alto.

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La situación en la zona cuatro transcurría muy semejante, con la diferencia que ésta era un poco más pequeña que la cinco. Por allí vivía sólo 28 Kuxs y tres Centinelas. Los escarabajos penetraron en ella como una onda a presión y la arrasaron por completo. No sobrevivió nadie.

Hubieron varias muertes feas, como por ejemplo: uno de los Kuxs trepó por el tejado del cobertizo que estaba allí y se sentó al lado de un tragaluz observando la lucha cruenta que tenía lugar abajo. Al cambiar la posición de su cuerpo se le resbaló la pierna derecha. Se deslizó al borde del tejado y se precipitó. Acto seguido, sus zapatillas se le atascaron debajo de una armadura que reforzaba el tejado a lo largo de su perímetro, y se quedó pendido boca abajo a la altura de dos metros por encima de la tierra. Los escarabajos empezaron a agruparse y a saltar. Poco a poco le arrancaron casi toda la carne de su cara y de sus hombros.

Otro Kux se escondió detrás de un ventilador grande. Las aspas que giraban rápidamente atraparon un extremo de su uniforme y le tiraron de su mano izquierda adentro. A continuación, se la cortaron. Kux gritando trataba de taparse el muñón. Pero antes de que pudiera lograr por lo menos parar un poco la pérdida de su líquido corporal, los escarabajos le atacaron y acabaron con su sufrimiento de manera muy desagradable.

A la mitad de la noche comenzó a chispear y al poco tiempo la lluvia se intensificó. Vino una tormenta eléctrica. Los relámpagos que iluminaban el recinto, mostraban el panorama que parecía una escena terrible de un apocalipsis bíblico.

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El hun-hun de la zona seis nocturna se despertó. Su trasformación había culminado. Era drástica y radical. Salió de su madriguera subterránea y se dirigió a la frontera.

Los escarabajos ya la habían cruzado. Ahora divagaban y merodeaban por el recinto prácticamente sin destino pues toda la comida allí estaba quemada.

El hun-hun cobró velocidad. La metamorfosis le creó unos bultos grandes en su cuerpo y al moverse éstos se abrían y expulsaban un pus verdusco que creaba en las piedras unas manchas pintorescas. No lo notaba, no sentía dolor ninguno, sólo una ligera molestia. Aceleró más y cruzó la línea.

Los escarabajos percibieron su presencia y adoptaron una postura de combate. El hun-hun entró en el recinto y empezó a machacarlos.

La lucha no duró mucho tiempo, pero durante ella mató a 97 de ellos.

Luego cayó muerto debido a los numerosos mordiscos y la enorme pérdida de su líquido corporal.

Los escarabajos se lo comieron, dejando sólo los dientes y el vello que tenía en la piel. Después continuaron vagando por el área.

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Al anochecer las sanguijuelas (tun-tuns) se acercaron a un kilómetro del grupo de los escarabajos. Luego se pararon a esperar.

Cuando los escarabajos penetraron en la zona cuatro diurna, ellas iniciaron el camino y se situaron justo en la frontera. Su instinto las aconsejó que lo hicieran así. Sabían que allá transcurriría la lucha.

Más tarde, comenzó a llover y la lucha se terminó. Las sanguijuelas emprendieron el camino, irrumpieron en el recinto y se encontraron con un enemigo mucho más grande que podían imaginarse. Los escarabajos las atacaron. Su agresividad y avidez los convertiría en unas máquinas indestructibles.

Las sanguijuelas mataron sólo a 36 de ellos. Siete de ellas se escaparon a la planicie, pero los escarabajos las alcanzaron y las desgarraron a mordiscos.

La noche avanzó en su última parte. Los escarabajos tanto en la zona cuatro como en la zona cinco abandonaron los recintos y se encaminaron a las llanuras, planicies y la tierra seca.