Ranas a Princesas Latinas Sufridas y Travestidas by Jacobo Schifter - HTML preview

PLEASE NOTE: This is an HTML preview only and some elements such as links or page numbers may be incorrect.
Download the book in PDF, ePub, Kindle for a complete version.

9
AMANTES Y MARIDOS DEL LÍBANO

Otro factor importante para no usar el condón es la relación de pareja, en la cual tanto los travestis como sus compañeros concuerdan en que muchas veces no utilizan el condón.

Aunque los travestis tienen una gran versatilidad sexual con los clientes y muy a menudo utilizan el condón con ellos, con las excepciones mencionadas, con los amantes la situación es distinta. En 1990 pudimos entrevistar a sus amantes y, al comparar esas respuestas con las entrevistas a profundidad efectuadas en 1997, comprobamos que las relaciones han variado.

Machos

Igual que los travestis, los amantes que entrevistamos en la zona del Líbano son de clase baja. La mayoría son obreros o desempleados, con problemas serios de adicción a las drogas y al alcohol.

En primer lugar, este tipo de amante reporta ser exclusivamente activo en el sexo anal, con unas pocas excepciones. Pablo, compañero de Patricia (q.e.p.d.), dice que él es el “hombre” en la relación. Melvin dice que es tan masculino que no quiere siquiera verle el pene a Lourdes; lo mismo dice Luis, compañero de Silvia, que dice “evitar ver el pene”. David, compañero de Cristina, también indica que trata de “no ver el pene”. En la mentalidad de estos hombres, mirar el órgano sexual del travesti podría significar parecerse a los clientes o hacerse “homosexual”.

Sin embargo, Ricardo, quien también se define como activo, afirma no importarle que Francini tenga pene, “más bien me gusta porque es diferente”. Jorge, compañero de Shairon, asegura que “hago el papel de hombre y ella el de mujer”. Moisés dice que él se “coge a Maquiva” y por eso se define como hombre. Aunque Delio reconoce que Cintia ha tratado de penetrarlo, “nunca me han cogido”; lo mismo afirma Miguel, el compañero de Rebeca, quien dice que “él la coge, aunque ella ha intentado hacerlo y eso ha terminado en peleas”. Ésto mismo dice Juan Carlos, quien le hace el amor “todos los días”. La única excepción es Dino, quien reconoce que Rebeca lo ha penetrado.

Como ya se indicó, la mayoría de los amantes prefiere no usar el condón en la relación, pese a que saben que los travestis se dedican a la prostitución. Para todos los compañeros, el condón reduce o elimina el placer sexual y lo consideran algo negativo. Esta percepción es diferente de la del travesti, que como vimos anteriormente tiene una percepción más positiva. Pero como el compañero no tiene esta visión, él se convierte en un obstáculo para que se utilice.

José, el compañero de Leticia, dice que no usa el condón porque “manteniendo la fidelidad no importa; en tres años no hemos salido seropositivos”. Aún así, él reconoce que le molesta que Leticia se involucre con otros hombres por dinero y está consciente de que lo hace.

Miguel, compañero de Rebeca, manifiesta que a él no le gusta el preservativo y que lo usa de vez en cuando, aunque prefiere “meterla descaradamente, así sin nada”. David, compañero de Cristina, tampoco lo usa: “no me protejo, no uso el preservativo, veo al sida como una enfermedad como la sífilis, la gonorrea o el cáncer: en cualquier momento te la pegan. Todos tenemos que llegar a morir de alguna manera; muchos se cuidan y más rápido se enferman. No me gusta usar preservativo”.

Moisés no usa el condón con Miriam, pero sí lo hace con otros travestis, aunque no le gusta cómo se siente. A Jorge, compañero de Shairon, tampoco le gusta el condón y no lo usa porque “él es fiel”. Si él no conociera a la persona, lo usaría. A Luis, compañero de Silvia, le molesta el condón pero lo usa para protegerse, reconoce que no lo ha usado cuando está drogado. Pablo ve negativamente el condón y lo describe como “una camisa de fuerza” que no usa con Patricia (q.e.p.d.), pero añade que si tuviera relaciones con otro travesti, lo haría.

Las dos únicas excepciones son Ricardo, pareja de Francini, quien usa el condón aunque no le gusta, y Delio, a quien tampoco le gusta pero lo usa.

Debido a que la relación de pareja se torna una fuente de peligro para el contagio del sida, es importante ahondar en los factores que podrían incidir en que los compañeros de los travestis no usen el condón: su poca educación y bajos ingresos, lo cual los ubica en el sector de la población que más rechaza el preservativo, asimismo la adicción al licor y a las drogas, lo que los sitúa en una situación desventajosa con respecto a la prevención, debido a la alta incidencia de muertes e intoxicación que se asocian con éstas.

En vista de su falta de poder y control, los amantes, como veremos más adelante, buscan tener a los travestis bajo ciertas reglas impuestas por ellos. Una forma de hacerlo es estableciendo límites. En razón de que éstos se dedican a la prostitución, aspecto que sus compañeros no quieren o no pueden controlar, una forma de ejercer poder es asociar el amor con la confianza y el condón con la desconfianza. En otras palabras, los amantes les exigen a sus parejas no usar el condón con ellos. Otro factor que opera en contra del uso del preservativo es que los amantes asocian al sida con los homosexuales, orientación con la que no se identifican.

Oficios

La mayoría de los compañeros entrevistados son obreros con ingresos reducidos y poca escolaridad. Juan Carlos vende gelatinas en el mercado y gana unos 400 colones al día (en colones de 1990), previamente trabajaba como mecánico y zapatero. Delio es obrero industrial y cursó solo la primaria, aunque dice que ahora “estoy de vago” (desempleado). Pablo era contador de una bodega, pero ahora está sin trabajo y se ha dedicado al robo. Luis es dependiente de ferretería. Moisés es salonero, cursó hasta segundo año de colegio, trabaja en un restaurante y gana 3.200 colones por semana, tiene dos hijos pero no los mantiene.

Algunos amantes son mantenidos por los travestis, como Moisés, quien dice que está con Maquiva “por la plata”. Pablo vive de lo que hace Patricia (q.e.p.d.), pero reconoce que se siente mal por eso y asegura que él “antes la mantenía a ella”. Ricardo sí vive de lo que le da Francini y con eso paga todos los gastos. Delio también recibe dinero de Cintia porque está desempleado.

También se da el caso contrario. Por ejemplo, David le da 5.000 colones a su amante travesti. Daniel y Miguel viven ambos con Rebeca y le ayudan con parte de sus sueldos. Lo mismo hace Jorge con su salario, que lo combina con el de Shairon para pagar los gastos de la casa que comparten.

Drogas y alcohol

Unicamente José, compañero de Leticia, no usa drogas actualmente, aunque reconoce que tiene períodos de alcoholismo. Ricardo, compañero de Francini, asegura no consumirlas.

Los compañeros de los travestis están conscientes del peligro del sida. Juan Carlos sabe que la enfermedad es una amenaza “porque uno anda en ésto” y que la protección es usar el preservativo. Jorge conoce que el sida se transmite por las relaciones sexuales y por la sangre y que no tiene cura. Moisés lo tiene igual de claro y sabe que el sida es mortal y que debe protegerse con el condón. Ricardo, Pablo y Luis están conscientes de que el sida es una plaga mundial y que es necesario usar el preservativo.

El hecho de que la gran mayoría de los compañeros de los travestis sea adicta a una o más drogas y que la inversión en ellas es alta –entre 2.000 a 20.000 colones semanales-hace que ellos dependan de los travestis para consumirlas, ya que el sueldo que tienen no les alcanzaría para adquirirlas, mucho menos para aquellos que ayudan en sus hogares o con la manutención de sus hijos. Esta adicción a las drogas los pone en una situación de peligro, por el estado de intoxicación en que sostienen las relaciones sexuales y porque los hace depender de otros. No sólo dependen del travesti para que se las suministre sino de su prostitución.

No es de extrañar, entonces, que aún sabiendo que la prostitución es un peligro para ambos, tengan que consentirla. Miguel, que gana 6.000 colones por semana (colones de 1990) , gasta 3.000 colones sólo en marihuana, David no usa drogas pero gasta entre 4.000 y 8.000 colones a la semana en cerveza. Moisés invierte 4.000 colones diarios en drogas y no tiene trabajo. Luis desembolsa alrededor de 24.000 colones semanales para comprar cocaína y cerveza, sin contar sus gastos en marihuana, su sueldo es de 6.600 semanales y tiene que entregar 3.000 colones por semana a su familia.

Amantes eran heterosexuales

La historia sexual de los compañeros de los travestis era predominantemente heterosexual, hasta que iniciaron esta relación. Algunos, como José, son hombres casados y tienen hijos.

Miguel había tenido relaciones con cinco mujeres hasta que conoció a Rebeca. Daniel tiene dos años de estar con travestis y antes de eso tuvo relaciones sólo con mujeres. David tiene 29 años y cinco de estar con travestis, antes de eso tenía una práctica exclusivamente heterosexual de la cual engendró dos hijos. Luis tiene 29 años y apenas año y medio de estar en su primera relación con un travesti. Anteriormente a eso, sólo se acostaba con mujeres. Lo mismo pasa con Melvin, quien se inició hace un año con Lourdes y antes sólo tenía relaciones sexuales con mujeres.

A pesar de sus antecedentes heterosexuales, los compañeros están muy satisfechos de la relación con el travesti y la mayoría, con las únicas excepciones de Luis y Delio, no sostiene más relaciones con mujeres. Todos aseguran que ahora les gusta más el travesti que las mujeres y dan todo tipo de razones: que el travesti es más “ardiente”, más “caliente”, más “apasionado”, más “estrecho” o “cerrado” con respecto a ellas,

No se consideran homosexuales

Con respecto a su identidad sexual, la mayoría de los compañeros de los travest is no se define como homosexual. Algunos se consideran bisexuales, otros homosexuales, otros heterosexuales, pero casi todos se consideran “cacheros”.

El “cachero”, sin embargo, significa muchas cosas a la vez. Pablo se ve a sí mismo como un “hombre” y a Patricia (q.e.p.d.) como a una “mujer”, él no se concibe como un hombre al que le gustan los hombres, pese a que se define como bisexual. Jorge también se define como “hombre” y Shairon, su compañero, como “mujer”. Ricardo es el único que se define como homosexual, ya que lo interpreta como aquél a quien le gustan los hombres. Moisés se define como “buga” o sea heterosexual; todos los demás se definen como “cacheros”, aunque el significado de esta palabra varía. Juan Carlos define al “cachero” como el que tiene relaciones sexuales con homosexuales pero afirma que él no lo es, Delio lo ve como “la persona que le da placer a alguien de ese sexo”, Melvin como un homosexual que “hace de hombre”, Luis lo interpreta como el hombre “que se acuesta con hombres y mujeres”, para David es el hombre que “se coge a un playo”, mientras Miguel lo ve como aquél que “le hace el amor a los hombres”.

Pero no sólo los compañeros de los travestis no se consideran homosexuales sino que los mismos travestis no los definen como tales. El hecho de que la mayoría no se defina como homosexual o bisexual podría incidir en que no se identifiquen como grupo de prácticas vulnerables.

Reglas de convivencia

Los compañeros de los travestis, además, se definen como “machos”, pero para satisfacer sus necesidades tienen que consentir en depender de otros hombres, ya sean los travestis o sus clientes. Ésto los lleva a tratar de ejercer control y canalizar sus celos de dos maneras:

a) Estableciendo reglas distintas para los celos y la socialización: los celos no se canalizan hacia los clientes sino hacia los otros travestis y, por lo tanto, éstos rompen los lazos de solidaridad.

Los compañeros de los travestis tienen que aceptar que su amante se dedique a la prostitución y éstos, a pesar de su oficio, celan a los compañeros. Pablo dice que él “se siente mal” cuando Patricia (q.e.p.d.) se mete con otros hombres, pero que él sabe en lo que anda y “no puedo ser celoso”.

En cambio, Patricia (q.e.p.d.) es muy celosa cuando Pablo habla con otras mujeres. Ricardo admite que él no es celoso porque “si lo fuera, no se vendería como lo hace”, aunque sí reconoce que Francini lo es y lo cela mucho con otros travestis. El sabe que con los otros es “por dinero y conmigo lo hace por amor”. A José también le molesta que Leticia se acueste con otros hombres, pero “ lo hace porque quiere”.

Miguel y Daniel, quienes viven con Rebeca, también se molestan por la prostitución. El primero reconoce que él es más celoso que el travesti y el segundo que no le gusta que Rebeca se prostituya, pero nada “pueden hacer al respecto”. Estos últimos son un caso especial porque ambos mantienen relaciones sexuales con Rebeca y no sienten celos entre sí, aunque no practican estas relaciones al mismo tiempo.

David sabe que Cristina roba y se prostituye, sin embargo, afirma que él no es celoso y que “Cristina no lo haría si yo estuviera presente”, agrega que no le gusta que ella “hable de lo que hace en la zona”. Moisés también cree que cuando Maquiva se acuesta con otros lo hace por dinero, mientras que con él es por amor. Luis se molesta cuando Silvia se acuesta con otros hombres y por eso evita “pasar por el (...) (el lugar donde trabaja el travesti) y que le cuente sus aventuras”.

Silvia expresa que es lo único que sabe hacer bien y que “nos da dinero para nuestros vicios”. Delio reconoce que es celoso, pero que lo que lo pone así no son las relaciones prostituidas sino que “Cintia se acueste con otros cacheros y a ella que me acueste con otros travestis. Con los clientes no, ya que no queda otra cosa”.

El hecho de que los celos de los compañeros de los travestis se canalicen hacia otros hombres como ellos hace que exista poca comunicación y relaciónentre los “cacheros”. Éstos se miran como rivales y son contados los casos en que existen amistades. El hecho de que los “cacheros” pueden ser acosados por otros travestis hace que estos últimos tampoco tengan relaciones de amistad entre sí. Esta ausencia de solidaridad caracteriza a los travestis y a sus compañeros, lo cual los ubica como un grupo separado de otros gays, los cuales sí establecen relaciones sociales muy estrechas entre sí.

Con respecto al sida, el aislamiento social del mundo del travesti hace que éste tenga menos acceso a la información sobre el sexo seguro y los patrones que lo refuerzan, contrariamente al caso de los gays que van a bares y conocen las normas de la comunidad homosexual. El travesti queda así más expuesto a las decisiones personales y de sus compañeros y a la influencia del “cachero”.

b) Estableciendo reglas distintas para las relaciones sexuales con los travestis, tanto en la práctica (sexo activo) como en la forma (sexo sin condón, o sea sexo distinto de la prostitución).

Como es poco lo que pueden o quieren hacer para evitar la práctica de la prostitución, el “cachero” y su pareja ejercen el control por medio de la práctica sexual. Existe una tendencia a diferenciar ésta de lo que sucede en la relación prostituida. En la primera, como se ha visto, el “cachero” en general desempeña un papel sexual distinto al de los clientes de los travestis. Ellos son los que penetran analmente a su pareja. A la vez, en la relación de pareja no se usa el condón.

La no utilización del preservativo se convierte en una de las demostraciones de amor que la pareja realiza para diferenciar ésta de la relación prostituida. Al travesti, como vimos antes, el preservativo no le molesta en su placer sexual. Pero al “cachero” sí y él es quien presiona para que no se use. En vista del tipo de práctica sexual, es más molesto el preservativo para quien penetra que para quien es penetrado y de ahí que el no uso del condón se vincule más con los deseos de este último.

Sin embargo, esa decisión va más allá de la sensación física. No usar el preservativo es demostrar amor y confianza y en términos de estas relaciones ambos sentimientos adquieren una gran importancia.

Amor es sincero

Un aspecto importante para comprender esta problemática es que los compañeros quieren a los travestis. A pesar de las necesidades y adicciones, ambos sostienen relaciones en contra de toda la sociedad y las demostraciones de cariño son muy evidentes. Unas son las mismas afirmaciones de los entrevistados. Juan Carlos confiesa que él quiere a Mónica y que no piensa casarse o andar con mujeres porque a él le gustan sus sentimientos. Delio piensa seguir con Cintia porque “es bella persona”, a pesar de que lo acosan las mujeres y a veces se acuesta con ellas, lo prefiere.

Melvin ama a Lourdes y a él le duele que su madre no “la baje”. Luis cree que Silvia le da todo lo que necesita y él se la presentó a su hermano, quien acepta la relación. Jorge piensa seguir con Shairon, quien le parece “superior a todas las mujeres” con las que él se ha acostado. David dice querer tanto a Cristina que se lo presentó a sus padres y, aunque saben que es un hombre, “nunca me han dicho nada, ni me reprochan y una vez que la llevé a la casa, la trataron bien”.

José quiere tanto a Leticia que cuando se la han llevado detenida, él se ha desnudado para que ella “no pase frío”. Ricardo prefiere a Francini “que a las mujeres” con las que estuvo anteriormente. Pablo ha ido a visitar a la madre de Patricia (q.e.p.d..) y a él no le importa besarla y abrazarla en la misma calle.

El hecho de que muchos de ellos salgan a la calle con los travestis, a pesar del acoso que éstos sufren, y de que los mismos “cacheros”, que pasan inadvertidos como machos, sean blanco de burla, indica que están dispuestos a asumir riesgos. Si la relación fuera exclusivamente por interés, no lo harían. Varios reconocen que les duele cuando la gente se burla de su compañero y que han tenido que llegar a los golpes más de una vez. Algunos no quieren ser vistos del todo con los travestis debido a que temen perder su trabajo, pero éstos son la minoría. Otros má s audaces, como Miguel y Daniel, viven abiertamente con el travesti.

De ahí que para los dos, “cachero” y travesti, el amor se manifieste por las acciones y los riesgos en que ambos incurren para tener una relación, en contra de todas las circunstancias. Para ellos, el sida es uno de los muchos riesgos que tienen y la asociación que se hace del condón con la desconfianza es lo suficientemente fuerte como para no usarlo.

Tenemos entonces que las parejas que se quieren no usan el condón y, para individuos con tan escaso poder, ese riesgo es de lo poco que pueden ofrecerse como señal de amor. Karina reconoce que “con el amante no lo usaba”. Con Leticia pasa lo mismo: “Con mi amante no lo uso, tanto él como yo confiamos en no hacernos daño”. Su compañero lo corrobora: “no me protejo estando con ella, porque manteniendo nuestra fidelidad, no importa”.

Patricia (q.e.p.d.) y su compañero llegaron al acuerdo de que se usa con los clientes pero con él no: “Me protejo del sida, confío en Patricia (q.e.p.d.) en que no lo hace sin preservativo, yo no lo hago con camisa (condón)”. Como él es bisexual tampoco lo hace siempre con las mujeres: “Si me acuesto con una mujer, uso el preservativo si lo ando, si no, no”, aunque sí con otros "homosexuales”. Susy, por el contrario, usa el condón aún con el amante, precisamente porque no le tiene confianza: “Digamos que le tengo desconfianza porque él vivió en los puertos”.

De los 11 amantes entrevistados en 1990, se obtiene que sólo 2 de 11 lo usan siempre y 9 de ellos no lo usan con el amante travesti.