Relacion Historial de las Misiones de Indios Chiquitos que en el Paraguay Tienen los Padres de la Compañía de Jesús by Padre Juan Patricio Fernández - HTML preview

PLEASE NOTE: This is an HTML preview only and some elements such as links or page numbers may be incorrect.
Download the book in PDF, ePub, Kindle for a complete version.

Caminaron así cosa de ochenta leguas, parte por el río, parte porlagunas, porque hay muchas á la orilla de este río, las cuales, cuandobaja el río, quedan divididas de él y hechas lagunas; mas cuando crece,queda toda la campaña hecha un mar de agua, porque se incorporan con él.

A estas ochenta leguas reconocieron que la madre del río no era tanhonda que pudieseV.II–231 navegar por él el barco sin peligro manifiesto deencallar; por lo cual determinó el P. Patiño pasar en los botes con elhermano Niebla tres españoles y treinta y cuatro indios á registrar lorestante hasta conseguir el fin de su empresa, dejando en el ínterin enel barco al Padre Lucas Rodríguez, al donado y á la demás gente para queaguardasen.

Fueron, pues, navegando los dos botes y caminaron otras trescientasleguas, en que en diversas partes vieron indios de varias naciones, queya confinaban con los Chiriguanás.

Llegaron por fin á una nación no conocida, cuyos indios parecían debuenos naturales, y eran de hermosos rostros y de buena estatura; lasindias tan blancas, que parecían españolas; tenían crías de yeguas ymuchas ovejas, de cuya lana hacen muy buenos tejidos; los caballos eransin número. La tierra fertilísima, en que tienen labranzas de los frutosdel país.

Saltaron en tierra y dieron á los naturales muchos donecillos que ellosaprecian y por esto les mostraron mucho afecto, en que concibieronesperanzas de reducirlos después fácilmente.

Mas algunos Tobas y Mocovíes que había entre ellos malograron estasesperanzas, porque hablando á aquellos indios, les incitaronV.II–232 contra losnuestros, maquinando una alevosa traición contra sus vidas.

Estaban allí de paz unos y otros, tratándose con muchas caricias todo eltiempo que fué preciso para descansar, cuando habiendo ido tres denuestros indios á cortar leña, les acometieron los alevosos Tobas yMocovíes con los indios de aquella nación; mataron á los dos á flechazosy al otro hirieron malamente, de suerte que murió de allí á algunosdías.

Los demás se retiraron á los botes que mandó el Padre cubrir de algunoscueros de vaca para resistir.

Vinieron siguiendo á los nuestros más de 600 infieles, hasta los batelesdisparándoles una tempestad tan espesa de saetas, que parecía una mangade langostas, pero ninguna les hizo daño, porque hallaban resistencia enlos cueros, que despedían las flechas; y aun siendo preciso que el P.Patiño estuviese por dos veces en la proa descubierto á los tiros,aunque por todas partes le caían las flechas, ninguna le tocó. Vistoesto procuraron retirarse de las furias de aquellos bárbaros, que con sutraición deshicieron por ahora y frustraron las esperanzas de poderpenetrar el Chaco, donde se esperaba, como dije, reducir muchasnaciones. V.II–233

Volviéronse, pues, sin otro fruto, desandando con mucho trabajo elcamino de cuatrocientas leguas que hasta allí habían navegado.

Mas volviendo á la Reducción de San Esteban, este mismo año de 1721, secontaban en ella muchas familias.

Encendióse por este tiempo una pestecilla de viruelas, de que murieronluego dos.

Los demás cobraron tanto miedo á la muerte, que les amenazaban lasviruelas, que el mismo día que aquellos dos murieron, dejaron descuidará los nuestros y todos se huyeron menos dieciocho adultos y veintemuchachos.

Luego que lo advirtieron los PP. Joaquín de Yegros y Lorenzo Fanlomontaron á caballo en su seguimiento, y fueron á alcanzarlos por unoscerros hacia Salta; mas siendo mucha la espesura de los bosques, yfragosidad de las sierras, se desmontaron, y á pie los siguieron, conincreíble fatiga, porque no huían por vía recta, sino oblícua siempre,porque decían que así no les podría seguir la peste, cansada de losmatorrales y revueltas. Tanta es su barbaridad.

Quedaron los Padres sin fuerzas antes de poderles dar alcance; yvolviéndose á su pueblo á cuidar de los que habían quedado enferV.II–234 mos,despacharon tras los fugitivos á dos indios que llevaban consigo paradetenerlos, porque de los dieciocho adultos se les murieron los catorce,á quienes asistieron con grande caridad, sin recelo del contagio, ytodos los demás enfermaron.

Los dos indios encontraron de allí á algunas leguas á los huídos, y pormás que hicieron, sólo les pudieron reducir á que bajasen donde estabanlos Padres.

Procuraron éstos que volviesen á la Reducción; mas sólo consiguieron porentonces esperanzas de que se volverían acabada la peste. Por tanto,dejándolos allí se volvieron los Padres al pueblo á cuidar de los quehabían quedado, enfermos los más, de los cuales murieron presto catorceadultos, á quienes asistieron con grande celo y caridad, hasta darlessepultura por sus propias manos.

Los fugitivos volvieron después de algún tiempo á su pueblo, por lasdiligencias de los nuestros, que siempre tienen que trabajar aquígloriosamente, por la innata barbarie de todas estas naciones, como seconocerá por lo referido.

Al presente se halla este pueblo en sumo peligro de su destrucción,porque los V.II–235 Mocovíes y Tovas, que hasta ahora han estado enfrenados porel valor del gobernador de la provincia de Tucumán, principal promotorde esta Reducción, ahora vuelven á alzar cabeza; y habiendo muerto á lossoldados del fuerte de San Joseph y tenido atrevimiento para sitiar elde Valbuena, se teme que den en este pueblo de San Esteban y ledestruyan por estar indefenso; bien que no por esto pierden los Jesuitaslas esperanzas de hacer mucho fruto en el Chaco, cumpliéndose laprofecía de su primer apóstol San Francisco Solano, que predicó elEvangelio á los Lules, y de quien hay tradición en aquella tierra, quehabiendo profetizado la ruina de la ciudad de Eteco, que ha más detreinta años que sucedió, predijo también que se convertirían estosindios del Chaco.

Quiera Nuestro Señor se cumpla cuanto antes esta profecía. V.II–236

CAPÍTULO XXII

Últimas noticias de las Misiones de Chiquitos yChiriguanás.

Habiendo referido la destrucción de los dos pueblos que había entre losChiriguanás, será bien dar ahora razón de cómo volvieron los Jesuitasaños después á aquella nación.

Hallábase el P. Vice Provincial Luis de la Roca el año de 1715

visitandoel Colegio de Tarija, de paso para las Misiones de los Chiquitos, cuandollegaron á aquella villa mensajeros de algunos pueblos de losChiriguanás pidiendo fuesen Padres á sus tierras á predicarles nuestrasanta fé y ministrarles el santo bautismo.

Extrañóse esta repentina mudanza, cuando se tenía tan experimentada laobstinación deV.II–237 estos indios, y cuán dados estaban siempre á susantiguos vicios, causa por la cual se había alzado más de dieciséis añoshabía de su conversión, por no esperar hacer en ellos el menor fruto.Mas luego se supo la causa de esta nueva resolución.

Fué, pues, el caso, que un cristiano de la misma nación, habiendoapostatado de la fé y religión cristiana, murió, por justos juicios deDios, pertinaz en su apostasía.

Este, por permisión divina, se apareció, á pesar del infierno, á muchosChiriguanás, diciéndoles cómo por haber desamparado la religióncristiana, estaba condenado á arder en llamas eternas.

Hizo notable conmoción en los bárbaros esta visión y les movió á quefuesen ahora á pedir á Tarija predicadores del Evangelio.

El P. Vice-Provincial, por las repetidas experiencias de la inconstanciade estos bárbaros dudaba mucho concedérselos; pero al fin se movió áenviarles dos Jesuitas, así por hacer la última prueba de suobstinación, como por condescender con la piadosa voluntad del señormarqués del Valle de Tojo, que lo pedía encarecidamente.

Señaló, pues, para aquella conversión al V.II–238 P. Pablo Restivo, que á lasazón era rector del colegio de Salta, y muy perito en la lengua Guaraníque habla aquella nación, y por su compañero al P. Francisco Guevara quese hallaba en el colegio de Tarija.

Fueron allá los dos Padres, y á costa de grandes trabajos procuraronfundar una Reducción que llamaron de la Inmaculada Concepción, para quecon el favor y patrocinio de esta poderosa señora, renunciando losChiriguanás al demonio, se alistasen en las banderas de Cristo.

Lográronse algunos párvulos, á quien bautizaron, pero se opuso eldemonio á estos felices principios con todas sus máquinas y esfuerzo.

Apareciéronseles los ministros infernales en formas horrendas yespantosas, á cuya vista caían desmayados en tierra los indios.Acudieron por remedio á los Padres. Estos, animándoles á la confianza enDios, les mandaron que luego hiciesen muchas cruces de madera, lascuales hicieron poner en sus casas, en las plazas, en las calles y enlos collados, adorándolas humildemente los bárbaros.

Al ver el infierno señal tan saludable desistió de perseguirlos, y enadelante depusieronV.II–239 los indios todo miedo sin experimentar al menorpeligro.

Viéndose vencido de esta manera el demonio, se valió de otras trazasdiabólicas para perturbar la obra comenzada, incitando y conmoviendopara ese fin á muchos de sus secuaces; pero Dios desvaneció sus intentoshaciendo de los mismos diabólicos ministros fieles coadjutores de losPadres en aquella conversión.

Y para mayor abatimiento del demonio y promover la fe en esta Reducción,se dignó Su Majestad de favorecerles con algunos sucesos, al parecer,milagrosos. Entre otros, contaré sólo dos.

Estaba una india tan gravemente enferma, que ya sus parientes lalloraban por muerta; llegó la enfermedad á término que ya estaba paraespirar.

En tal aprieto se volvieron á implorar el patrocinio de María Santísima,pidiéndola con muchas lágrimas restituyese su salud á la enferma.

Tuvieron buen despacho sus súplicas, porque el mismo día que habíanhecho aquella oración á Nuestra Señora, al ponerse el sol cesó lafiebre, que sobre manera la afligía y alV.II–240 día siguiente se hallóenteramente sana con admiración y asombro de todo el pueblo.

En otra ocasión padecía toda la comarca de mucha falta de lluvias, porlo cual se perdían por instantes las sementeras: imploraron el favor dela Virgen, y luego al punto el cielo, que estaba sereno, se entoldó denubes y descargó una copiosa lluvia, que fué el total remedio de sunecesidad.

Con estos y otros favores del cielo, se espera que al fin se rendirá yablandará del todo la dureza obstinada de los Chiriguanás, entre quienesal presente trabajan los Padres, para lograr á lo menos las almas de lospárvulos, y con esperanzas de que los que nacieren y se criaren con laleche de la religión cristiana mantendrán la fe y se podrán lograr entoda la nación los sudores y fatigas pasadas de tanto apostólicoMisionero que en diferentes ocasiones han atendido á la labor de estecampo.

Ahora, para concluir esta relación, será bien dar breve noticia, así delúltimo estado de las Misiones en los Chiquitos, como de algunasexpediciones, en especial la de los Zamucos, según lo que hasta ahora seha podido saber por la distancia de los lugares.

Habíase tenido noticia en el pueblo de SanV.II–241 Francisco Xavier de quehabía algo lejos de allí una parcialidad de Guarayos que hablan lalengua Guaraní, y se esperaba hacer en ellos mucho fruto, por lo cual elaño de 1719 fueron de aquel pueblo indios Chiquitos á hablarles sobre suconversión, pero se volvieron sin fruto, porque llegando al paraje dedicha nación, donde tenía sus pueblecillos, ya se habían huído, sinquedar uno sólo; y aunque les siguieron los rastros por algunos días,los perdieron en un río muy caudaloso, en que se embarcaron sin saberpara dónde.

Este mismo año, á 4 de Mayo, sucedió en San Rafael la fatalidad dehaberse quemado el pueblo, por lo cual estaban medio alzados losgentiles que había en él, y se temían no se volviesen á los bosques,porque también se habían quemado los frutos de que se mantenían; pero alfin, con el favor de Dios se compuso todo, de suerte que este pueblo sepudo empezar á dividir el año de 1721, saliendo de él una colonia, quees la Reducción de San Miguel.

Pero en medio de estas desgracias se logró este año el buen suceso deabrir nuevo camino, que mucho tiempo se había deseado, por lascordilleras de los Chiriguanás, dejando el antiguoV.II–242 de Santa Cruz de laSierra, cuyo descubrimiento feliz se debió al celo incansable del santoP. Francisco Hervás, que le abrió como se podía desear, y de suerte queel año siguiente pudieron entrar por él dos nuevos Misioneros, quefueron el P. Jaime Aguilar, aragonés, que pasaba también á visitar ennombre del P. Provincial aquellas doctrinas, y el P.

Juan BautistaSpeth, bávaro, que poco antes había venido de Europa. Y ahora es éste elcamino común por donde se tragina, abreviando por él muchas leguas.

En todos los pueblos, en los años siguientes, se han hecho sus correríasá diversas naciones, pues estando todos ellos deseosos de convertir álos muchos gentiles que se descubren cada día se aplican con celo á laconversión.

Hacia el Norte, especialmente, es el gentío innumerable; bien que estáalgo lejos: son tierras trabajosísimas y se descubren animales fieros yextraordinarios.

Por tanto, es preciso ir con tiento, trayendo la gente en corto númeropara poderla cuidar, porque con la mudanza de tierras, siempre muerenmuchos, causa de que en estas Reducciones no sea mucha más la gente yaun en las Misiones de los Moxos es peor, por ser las tieV.II–243 rras mástrabajosas, y cada día van á menos, si continuamente no reclutan lospueblos con nuevos infieles, como lo procuran hacer aquellos fervorososMisioneros; bien que en las de los Chiquitos sabemos se ha logrado estadiligencia, pues generalmente se reconoce haber ido en aumento, pues elaño de 1723 entraron ochenta familias de infieles en el pueblo de SanRafael, y en el de San Juan noventa y dos almas, valiéndose Dios de unmedio bien especial para traer á los infieles que entraron en SanRafael.

Fué el caso que habiendo habido una pestecilla en dicho pueblo el año de1722, se huyeron de miedo por Agosto de aquel año dos parcialidades degente nueva, no de los Chiquitos, la una no había vuelto tan presto, laotra se encontró con una nación de infieles, á quienes persuadieron sehiciesen cristianos, lo que lograron felizmente, pues luego se redujeronmuchos, y volvieron con los fugitivos al pueblo las ochenta familias yadichas, en que había trescientas almas, y entre ellas un indio, quehecho cautivo por unos Mamalucos que capitaneaba Hernando de Armenta,portugués, se escapó de entre ellos, después de quince años decautiverio, y vino muy contento. V.II–

244

Ni paró aquí el fruto que sacó Dios de esta fuga, sino que dejaronapalabrada toda la nación para venir luego en seguimiento de los demás.

Los pueblos que al presente hay, son seis.

Están todos por este orden:

Comenzando del Sur, San Juan está de San Joseph como nueve leguas; deSan Joseph á San Rafael son treinta; de aquí á San Miguel ocho; de SanMiguel á San Francisco Xavier cuarenta y dos, y de éste á la Concepción,hay veinticuatro; de suerte que San Juan, que es el cabo hacia el Sur,está en dieciocho grados y medio; y la Concepción, que es el otro cabo,está en quince.

Ahora hay esperanzas de fundar otro, con nombre de Nuestro Padre SanIgnacio, hacia el Sur, en los Zamucos, que son más de mil doscientasalmas, é inmediatamente los Ugaranós, que tienen la misma gente.

Dichos Zamucos, ya vimos en el capítulo XIX cómo se alzaron y huyerondando muerte al hermano Alberto Romero y á sus compañeros Chiquitos.

No por eso perdieron nuestros Misioneros las esperanzas de reducirlos;antes mientras más oposición hacía el demonio, se azoraban V.II–245 más á quitarde sus garras infernales estas almas.

Procuraron luego de dar forma, cómo volver á reducirlos.

Entraron para este efecto los PP. Felipe Suárez y Agustín Castañares yhabiendo caminado noventa leguas, llegaron á un pueblo de Zamucos, y porentonces no se consiguió reducirlos.

El año siguiente entraron los PP. Jaime de Aguilar y Agustín Castañares,y habiendo salido á 29 de Abril, caminaron las noventa leguas que losdel año antecedente y hallaron desierto el pueblo en que estaban antes.

Pasaron veinte leguas más adelante á otro pueblo á donde dirigían laderrota. Hallaron en él á sus moradores, que los recibieron de paz.

Sería dicho pueblo, llamado Cucutades, de cincuenta familias,gobernado por tres principales caciques; uno de los cuales estabaausente. Después de mucha vocinglería de los infieles les propusieronlos Padres el fin de su ida á aquellas tierras, que era quedarse entreellos y ayudarles como á los Chiquitos.

Agradecieron los infieles la visita, y uno detrás de otro respondieronlos dos principalesV.II–246 que no querían Padres en sus tierras; que aquellasola noche durmiesen allí y al otro día se volviesen; porque si sequerían quedar mudarían ellos á otra parte.

Mucho sintieron los Padres esta no esperada respuesta; mas con todo esoesperaban que aquella tarde mudarían de resolución; y á la verdad, ellosasí lo fingieron, diciendo entonces gustaban ya de que se quedasen entreellos; bien que siempre se remitían al parecer del principal quefaltaba, y decían venía ya de buen ánimo.

Esperáronle desde el día 27 de Mayo; y en esta demora, para ganar lavoluntad del pueblo, se les repartieron treinta cuñas á los indios, quees lo que más aprecian, y á las indias muchos abalorios, con que todosquedaron contentos, así infieles como los Padres y los cristianosChiquitos, bien que entre ellos no faltó quien alcanzase el fingimientode los bárbaros.

Esperaron hasta el sábado, víspera de la Santísima Trinidad, en que vinoel principal que faltaba, y era chupador y hechicero.

Entró dando gritosen su pueblo y plaza, diciendo que él era dios de aquellas tierras ypueblo y que fuesen los Padres donde él estaba.

Los Padres, viendo que era necesario por V.II–247 entonces usar de gravedad paraabatir la soberbia de aquel ministro del demonio, le respondieron que nohabían de ir, sino que él había de venir donde ellos estaban. Al fin sehizo así. Vino él donde estaban los Padres; éstos le recibieronsentados. Dijo lo que los otros dos principales habían dicho alprincipio, que no quería Padres en sus tierras, porque con los Padres seles morirían los hijos y otros disparates semejantes, que aprobó todo elpueblo, armándose y tiznándose todos menos uno de los principales quehabían estado antes y ora quedó medio en duda.

A este tiempo llegó de otro pueblo distante el matador del hermanoAlberto con otros doce ó trece de los suyos, que con sus persuasionesconfirmó al pueblo en su resolución.

Viendo los Padres su dureza, se vieron precisados á dar la vuelta, comolo hicieron, y llegaron al pueblo de donde habían salido el día 16 deJunio, llevando solas diez almas que quisieron de suyo irse con ellos ála Reducción para hacerse cristianos, bien que no quedaron los Padressin esperanzas de que después les seguirían los demás, como de hechosucedió, así con estos como con otros. Porque dando en ellos losinfieles Ugaranós y habiendo habidoV.II–248 muertes de una y otra parte, sevinieron á San Juan dos parcialidades que hacían veinte familias yllegaron á aquel pueblo á 25 de febrero de 1723.

Eran de dos pueblos de Zamucos; del uno llamado Quiripecodes, venía elcacique Sofiáde con dos hermanos suyos, matadores del hermano Albertoy diez familias en que había cincuenta almas.

Del otro, llamado Cucutades, vino su capitán Omate, que fué el queel año pasado había echado á los Padres de todas sus tierras, y traíanueve familias de sus vasallos, que eran cuarenta y dos almas.

Los noventa y dos, pues, sin ser llamados ni convidados ahora sevinieron huyendo de los Ugaranós que les hacían guerra y dijeron quetras ellos vendrían los demás. Pero habiendo enfermado de peste todos,se atemorizaron y dijeron que querían Padres en sus tierras, lo cualconcedido, se volvieron á ellas.

Por esta causa, el día 30 de Junio salió el P. Superior de aquellasMisiones Francisco Hervás con el P. Castañares á fundar Reducción entreellos.

Llegaron después de cuarenta días de camino á los pueblos de Zamucos,que hallaron toV.II–249 talmente desiertos; en busca de ellos fué solo con losindios el P. Castañares, y hasta ahora no se sabe en qué ha parado.

El P. Superior Francisco Hervás llegó á los dichos pueblos tan postradode fuerzas por el cansancio y por sus continuos achaques, que habiendode quedar allí en un sumo desamparo, se vió precisado á volverse; yhabiendo llegado quince leguas de San Juan, le fué á confesar el P. JuanBautista de Xandra, aplicóle algún remedio, con que se alentó el P.Hervás y pudo llegar en hombros de indios á San Juan, donde se leadministraron los demás Sacramentos y aplicaron algunos otros remedios,pero sin efecto, por hallarse muy debilitado y con ardientes fiebres, yal fin murió dos días después, á 24 de Agosto de 1723, teniendo 61 añosde edad, 44 de Compañía y 27

de profesión de cuatro votos. Y aunque susheroicas virtudes y grandes trabajos pedían de justicia se hiciese aquírelación de su vida; mas la falta de noticias por la distancia nosprivan por ahora de este ejemplo y consuelo hasta mejor ocasión. Y estoes lo que hasta ahora se ha obrado para reducir á los Zamucos, queesperamos se conseguirá felizmente por el celo de los fervorososMisioneros. LAUS DEO. V.II–250

MEMORIAL DEL PROVINCIAL V.II–251

P. JOSEPH BARREDA

AL MARQUÉS DE VALDELIRIOS V.II–252

MEMORIAL V.II–253

QUE EL P. PROVINCIAL DE LA PROVINCIA

DEL

PARAGUAY

PRESENTÓ AL SEÑOR

MARQUÉS DE VALDELIRIOS

EN QUE LE SUPLICA

SUSPENDA LAS DISPOSICIONES DE GUERRA

CONTRA LOS INDIOS DE LAS MISIONES.

Córdoba de Tucuman

1753.

PUBLÍCASE AHORA POR PRIMERA VEZ

1895

V.II–255

V.II–254

Memorial que el P. Provincial de la provincia del Paraguay

presentó alSeñor Marqués de Valdelirios, en que le suplica

suspenda lasdisposiciones de guerra contra los indios de las

Misiones.

Señor Comisario Real, Marqués de Valdelirios: Joseph de Barreda, de la Compañía de Jesús, Prepósito Provincial delParaguay, parece ante V. S. para que en fuerza de su Real Comisión conque está entendiendo en los tratados de la línea divisoria de las dosCoronas de España y Portugal, se sirva de oir en justicia los clamorescon que esta provincia desea manifestar la fidelísima lealtad con quehasta hora presente ha obedecido á ciegas y conV.II–256 pronto rendimiento lascédulas reales y todas las órdenes conducentes á la evacuación de lossiete pueblos de Misiones que están entre el río Abiquy y las márgenesdel río Uruguay para que, según el consabido tratado, se entreguen á losdominios de Portugal, y saliendo los indios que hoy los habitan á otrosterritorios pertenecientes á la Corona de España, trasladen á ellos susbienes muebles y semovientes y fabricando nuevos pueblos é iglesias,labren tierras para mantenerse de sus frutos.

A este fin, ya le consta á V. S. que antes que llegase á Buenos Aires yá esta provincia, tenía actuadas todas las diligencias que me permitióel tiempo en cumplimiento de los eficaces preceptos que nuestro M. R. P.General, quien con igual empeño nos previno que si fuese posibletuviésemos evacuados los citados pueblos antes que llegase V. S. y porsu mano recibiésemos las cédulas en que el Rey nuestro señor nos mandabalo mismo; y con efecto, cuando las recibimos, ya se habían empezado áconquistar las voluntades de los indios con las eficaces persuasiones delos Padres Misioneros y del que yo había señalado en mi lugar mientraspasaba en persona á la ejecución de las Reales órdenes, y habiendoconvenido en dejarV.II–257 sus pueblos, empezaron á salir de ellos algunosexploradores en busca de sitios y tierras competentes para sutransmigración, lo que consta á V. S. y al P. Luis Altamirano por lascartas de las Misiones que en respuesta de las órdenes recibí en aquellaciudad, donde también me enviaron Mapa de algunas tierras algo menosproporcionadas, bien que todas son apartadas de los siete pueblos, quealgunas no distaban menos que 200

leguas de ellos para la mudanza elcual Mapa mostré y entregué á V. S. en prueba de la pronta obedienciacon que desde la primera noticia y orden del M. R. P. General seempezaron á actuar y se estaban actuando las diligencias más oportunaspara el deseado intento.

Pero entre las graves dificultades que se ofrecían en tan arduo empeño,siempre hice presente á V. S. que la mayor y aún insuperable estaba enel limitado tiempo que se concedía para tan vasta transmigración, loque, al juicio de los Padres más experimentados de aquellos países, erafísicamente imposible en el estrecho espacio de seis meses, razón quemovió y aún convenció al P. Comisario Luis Altamirano para pedir á V.

S.concediese á lo menos tres años de término, lo que también re V.II–258 presentéal Rey nuestro señor, haciéndole demostración de que en menos tiempo eraintentar un imposible y consiguientemente compeler á sus rendidosvasallos á que no ejecutasen según fuerzas naturales lo mismo quedeseaban obedecer.

Mas no habiéndose determinado por V. S. tiempo fijo, sino sólo prevenidoque fuese con toda brevedad y sí que con título de piedad se disimulasealguna culpable omisión, hubo de pasar el P. Comisario Luis deAltamirano en persona á dichas Misiones, y puesto en ellas comenzó conimponderable empeño, celo y eficacia á actuar su comisión, con tan vivasansias de que se ejecutase luego todo lo prevenido, que no perdonódiligencia alguna ni omitió instante en la actuación de sus prudentesórdenes y arbitrios á que estuvieron tan prontos los PP.

Misioneros paraobedecer sus mandatos, que en fuerzas de ellos aun los PP. más ancianosy enfermos se esforzaron para alentar á los indios, unas veces conruegos y otras con amenazas, haciéndoles presente la obligación quetenían de obedecer á su soberano y cuán bien les estaría exponerse á lasfatigas y aún perder sus bienes para acreditar su antigua lealtad. V.II–259

Mas como al natural lento y espacioso de los indios cualquieramovimiento acelerado era violencia, y en su tarda y escasa inteligenciaera novedad tan extraña é inteligible la que se les proponía porconcebirla muy contraria á la pacífica posesión de sus casas, sementerasy bienes que tienen muy pegado su corazón, á pocos días de lo que habíanprometido á los PP., empezaron á llamarse engaño y excusarse, ya con elpoco tiempo que se les concedía, ya con los muchos trabajos que se lesprevenían en los caminos en el transporte de sus ganados, bienes yfamilias, y el más arduo de volver á fabricar nuevas iglesias y casas,