Rimas by Bartolomé Mitre - HTML preview

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brillar

la

estrella

matutina

Se

oscureció

en

el

suelo.

Era

una

nota

del

celeste

coro

En

los

espacios

del

Señor

perdida,

Que

al

encontrar

tu

corazon

sonoro

Lo hizo vibrar, como á la urna de oro

Por

el

acero

herida.

Era

una

gota

de

divina

esencia

Por

un

ángel

en

tu

alma

derramada,

Emanacion

de

la

alta

providencia

Que

impregnando

tu

rígida

conciencia

Dejóla

perfumada.

Se

oscureció

la

luz

pura

y

radiante,

Se

apagó

la

suavísima

armonía,

Se

evaporó

el

perfume

penetrante...

Todo

se

encierra

tíbio

y

palpitante

Bajo esa tumba fria.

IV

Descansa

de

tu

fatiga

En

esa

tierra

enemiga,

Trovador;

Descansa,

cual

virgen

pura

En

sus

sueños

de

ventura

Y

de

amor.

Descansa

en

esa

almohada

Con

la

frente

coronada

De

laurel;

Y

no

te

importe

que

el

hombre

No

haya

gravado

tu

nombre

Con

cincel.

Porque

un

dorado

letrero

Se

compra

por

el

dinero

Con

baldon;

Mas

no

se

compra

la

gloria,

Ni

en

el

templo

de

la

historia

La

mansion.

has

dejado

tus

canciones

Que

á

nuevas

generaciones

Pasarán,

Y

que

ante

el

génio

postrados

Nuestros

hijos

estasiados

Leerán.

Tus

páginas

inspiradas

Relucirán

salpicadas

De

dolor,

Sin

que

se

estrellen

tus

ecos

En

cráneos

y

pechos

huecos

Sin

amor.

Que

si

este

mundo

inclemente

Puso

en

tu

pálida

frente:

¡Maldicion!

Al

dejar

el

frio

suelo

Estampara

en

ella

el

cielo

¡Bendicion!

Poeta,

mi

lira

gime,

Pero

ni

un

canto

sublime

Viene

á

mí,

Que

solo,

el

genio

divino,

Que

arrastra

cual

torbellino,

Te

dió

á

tí.

Cubre

mi

frente

sombría

Capúz

de

melancolía,

Funeral,

Y

trae

hasta

el

viento

De

la

campana

el

acento

Sepulcral.

Pronto

en

el

negro

horizonte

De

nubes

inmenso

monte

Se

alazará:

El

Señor

que

las

concita

El

relámpago

vomita

¡Hosaná!

V

Yo

sobre

la

cruz

pondré

Una

purísima

flor,

Y

por

derramaré

En

una

gota

de

La

esencia

de

mi

dolor.

Del

crepúsculo

á

la

luz

En

la

tumba

funeraria,

Al

pié

de

cristiana

cruz,

Levantaré

la

plegaria

Que

hizo

en

el

clavo

Jesus.

Yo

quisiera

con

mi

lloro

Este

sepulcro

regar,

Poeta

que

tanto

adoro,

Sin

que

de

tu

sueño

de

oro

Te

pudiese

despertar.

La

muerte

es

sueño

profundo

Descanso

del

viajador:

Cuando

yace

moribundo,

Durmiéndose

en

este

mundo

Despierta

en

otro

mejor.

En

el

albor

de

la

vida

Es

muy

hermoso

vivir,

Porque

su

senda

florida

Nos

la

imágen

querida

Del

puerto

á

que

hemos

de

ir.

Pero

esas

horas

benditas

Pasan

con

velocidad,

Y

envueltas

en

negras

cuitas

Nos

quedan

rosas

marchitas

Que

arrastra

la

tempestad.

Y

con

su

manto

de

hielo

La

eternidad

nos

envuelve,

Y

en

ancho

mar

de

consuelo

Se

sacia

el

ardiente

anhelo

Que

la

existencia

revuelve.

La

muerte

es

un

don

bendito,

Porque

el

Maestro

celestial

Solo

castigó

el

delito

De

aquel

Judio

maldito

Con una vida eternal.

VI

Como

antes

de

la

victoria

Suele

caer

el

guerrero,

caiste,

jornalero,

Sin

concluir

tu

mision;

Y

como

aquel,

que

tranquilo

Sobre

sus

armas

espira,

Caiste

sobre

tu

lira

Con

noble

resignacion.

Pero

tu

nombre

no

ha

muerto:

Él

vivirá

en

la

memoria,

Y

será

eterna

la

gloria

Del

poeta

popular;

Que

en

el

corazon

del

pueblo

Cuando

algun

poeta

gime,

Su

canto

noble

y

sublime

Siempre

se

oye

resonar.

Y

sus

ecos

se

difunden,

Y

se

escuchan

con

encanto,

Llenando

al

pueblo

de

espanto

O

haciéndole

conmover:

Que

el

vate

en

su

inspiracion

Nuestros

sentidos

sujeta,

Y

con

su

brazo

de

atleta

Postra

y

alza

nuestro

ser.

Cual

vorágine

furiosa

Todo

arrastra

en

su

carrera,

Cual

las

pajas

de

la

hera

Que

arrebata

el

huracan;

Y

del

genio

poseido,

Rie,

llora,

nos

encanta,

Y

atrevido

nos

levanta

En

sus

hombros

de

titan.

Tus

cantos

serán

oidos

En

el

pueblo

americano,

Como

el

nombre

de

Belgrano,

De

Bolívar,

San

Martin,

Como

se

oyó

en

otros

dias

La

corneta

atronadora,

Y

la

armonía

sonora

De Chacabuco y Junin.

VII

Ayer

el

almendro

cargado

de

flores

Estaba,

mas

vino

furioso

huracan,

Y hoy roto y marchito, sin flores, sin hojas,

Se ofrece á los rayos del gran luminar.

Ayer

á

mi

patria

miré

que

gozaba

Los bienes preciosos de paz é igualdad,

Y hoy veo que esclava, y en sangre revuelta

Se ofrece á los rayos del gran luminar.

Ayer

un

tirano

con

saña

decia:—

«¡Yo soy el que mando, y esclavos serán!»

Y hoy roto en pedazos su trono sangriento

Se ofrece á los rayos del gran luminar.

Ayer

un

guerrero

cubierto

de

gloria

Hollaba

altanero

su

carro

triunfal...

Mirad

ese

polvo...

su

humilde

sepulcro,

Se ofrece á los rayos del gran luminar.

Ayer

un

poeta

cantaba

inspirado,

Mas

vino

la

muerte

con

soplo

letal,

Y

hoy

frio

y

vacío

su

cráneo

potente

Se ofrece á los rayos del gran luminar.

VIII

En

este

lecho

de

silvestre

grama

No

te

vendrá

á

turbar

ningun

mortal,

Ni

el

eco

torpe

que

al

tirano

aclama,

Ni

el

rumor

de

la

orgía

mundanal.

Alguna

vez

al

apagarse

el

dia

Oirás

sonar

mi

fúnebre

laud,

Y

arrodillado

ante

tu

fosa

fria,

Decir

al

polvo

del

dolor

¡Salud!

¡Nunca

te

turbe

el

grito

del

hermano

Que

cae

herido

del

furor

tenaz,

Y

al

abatir

sobre

esta

cruz

mi

mano

Puedas, poeta, dormitar en paz!

IV

PLEGARIA

PARA ADORMECER Á UNA SONÁMBULA

I

Espíritu

invisible,

que

enajenas

Las

potencias

del

alma,

y

con

cadenas

Atas

la

voluntad:

que

gobiernas

la

imantada

barra

Cuando

el

manto

del

cielo

se

desgarra:

Ven á ensayar aquí tu potestad.

II

Y

tú,

mujer,

bañada

en

mi

creencia,

Recibe en tu alma su impalpable esencia

Cual

vaso

de

eleccion:

de

la

verdad

sacerdotiza,

Y

ciñe

como

nueva

pitonisa

La aurëola que dá la inspiracion.

III

Duerme,

mas

no

por

siempre

inanimado.

El

sueño

por

mis

manos

derramado,

Angel

de

castidad;

Como

la

flor

que

en

noches

del

estío

Se

adormece

con

gotas

de

rocío,

Y se despierta al ver la claridad.

IV

Reclínate

en

el

ala

misteriosa

Del

imantado

sueño,

niña

hermosa,

Para

soñar

de

amor;

Que la mujer que sueña es como el ave,

Que

oculta

su

cabeza

en

ala

suave

Blanca como los velos del pudor.

V

Permite

que

á

tus

ojos

ponga

venda,

Y que en el fondo de tu mente encienda

La

antorcha

de

la

fé,

Para

que

pueda

ver

tu

inteligencia

Los mundos que se ocultan á la ciencia,

Y lo que el hombre al despertar no ve.

VI

Tu

cuerpo

cercaré

de

espesas

nieblas,

Para que tu alma brille en las tinieblas

Cual

faro

celestial;

Y

se

estiendan

las

alas

de

tu

alma,

Para

volar

á

la

region

de

calma

Donde se olvida el mundo terrenal.

VII

Vuela á ese mundo do el error no existe,

Do

la

verdad

magnética

se

viste

Con

casta

desnudez:

Y cuando el manto de la fé te cubra,

Dínos

lo

que

tu

vista

allá

descubra,

Y desde lo alto de ese mundo ves.

VIII

Duerme

en

un

lecho

de

azuladas

nubes

Para

ir

á

despertar

entre

querubes

En

la

region

de

luz,

Cual

ave

peregrina

que

se

ausenta

Donde

la

noche

el