Rimas by Bartolomé Mitre - HTML preview

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de

cerrar

sus

ojos

Y

dar

el

último

aliento,

Con

blando

y

lloroso

acento

A

su

lado

me

llamó:

Su

bello

rostro

cubría

La

palidez

de

la

muerte,

Y

con

mano

casi

inerte

Dos

pensamientos

me

dió.

Y

me

dijo:—«Dulce

amigo,

«Solo

en

el

mundo

te

dejo:

«Del

valle

triste

me

alejo,

«Y

no

te

veré

ya

mas,

«Y

hasta

que

llegue

el

instante

«De

oir

de

Dios

los

acentos,

«Guarda

esos

dos

pensamientos,

«Y

no

me

olvides

jamas!»

Esos

pensamientos

mústios

Dados

de

muerte

en

el

lecho,

Yo

los

conservo

en

mi

pecho

Como

sacro

talisman,

Porque

se

hallan

impregnados

Del

espíritu

invisible

Del

alma

pura

y

sensible,

Que

calma

mi

triste

afan.

Yo

que

profeso

en

el

alma

La

religion

de

la

muerte,

Sobre

su

sepulcro

inerte,

Llanto

y

flores

derramé,

Y

entre

las

fúnebres

flores

Lágrimas

puse

á

millares,

Y

entre

blancos

azahares

Pensamientos

coloqué.

Y

al

pié

del

mústio

sepulcro

De

la

cándida

María,

Mis

ojos

vieron

un

dia

Dos

pensamientos

brotar,

Y

luego

el

huracan

Llegar

con

vuelo

violento,

Deshojar

un

pensamiento...

Y uno tan solo dejar.

XVIII

EL VELO

———

La

mies

se

corona

de

espigas

doradas,

Y el cielo se esmalta con nubes de azul,

Las flores se envuelven con hojas variadas,

Y

en

gajos

flexibles

el

verde

abedul.

Se ciñe el guerrero con palma triunfante,

El

rey

con

diadema

circunda

la

sien,

La

falsa

coqueta

prefiere

un

diamante,

Que á par de ella, muchas prefieren tambien.

Se

ciñen

los

montes

coronas

de

hielo,

De

blancas

espumas

las

olas

del

mar,

De

fresco

rocío

las

plantas

del

suelo,

De

llamas

rojizas

la

esfera

solar.

Mas hay una bella que dulce y modesta

Ni

flores,

ni

nubes,

ni

llamas

buscó,

Y en vez de la joya que adorno le presta,

Con diáfano velo su frente ciñó.

———

Si fuese al combate, colgára en mi lanza

Con

lauros

de

triunfo

su

leve

crespon,

Y

altivo,

animado

de

doble

esperanza

Seria

de

guerra

mi

sacro

pendon.

Si

fuese

marino,

colgára

ese

velo

Por vela á mi buque, por toldo á su iman,

Y en calma mirando los astros del cielo

Las

iras

burlára

del

negro

huracan.

Si

fuese

poeta,

mi

armónica

lira

Podria

al

amparo

del

ténue

cendal,

Y al son de la brisa que mansa suspira

Le

diera

inspirado

su

acorde

final.

Si

fuese

viajero

deseara

una

palma

Que sombra tranquila me diese á su pié,

Como esa que el velo, con plácida calma,

Derrama en la frente que el ojo entrevé.

———

Feliz

el

que

pueda

del

cándido

velo

Alzar

el

estremo

que

cubre

la

sien,

Porque ese, olvidando las penas del suelo,

La

luz

habrá

visto

del

mágico

Eden.

Feliz

el

que

pueda

con

él

envolverse

Y

dar

estasiado

su

espíritu

á

Dios,

Y

ver

á

la

tierra

de

vista

perderse,

Cual

ave

que

asciende

con

ala

veloz.

Feliz el que pueda colgar á su estremo

La

escelsa

corona

de

rosa

y

laurel,

Cual símbolo hermoso del genio supremo

Que indique á la reina de todo el verjel.

Feliz el que pueda mezclar sus despojos

Al polvo impalpable que el viento alzará,

Cuando esa belleza con llanto en los ojos

Desgarre ese velo que sombra le dá.

———

Mas esto es muy triste, tal vez distraido

Su

frente

he

podido

de

nieblas

cubrir,

Y al velo que lleva

solo es permitido

Con

nubes

lijeras

su

frente

circuir.

Él es como nube que cruza su frente,

Cual

cruza

los

cielos

la

bruma

fugaz,

Realzando en el fondo su rostro esplendente

Que

adornan

matices

del

iris

de

paz.

Yo soy como un ciego que canta á la puerta

Deseando al que me oye placeres y amor,

Deseando

que

nunca

se

mire

cubierta

La gaza, con perlas que borde el dolor.

¡Mas no soy tan ciego! pues miro en el cielo

Brillar

las

estrellas

con

tibio

fulgor,

Y

luego

eclipsarse

si

entreabre

su

velo

Mostrando dos ojos que irradian amor.

XIX

LA AGONÍA DEL POETA

¡Oh

juicio

divinal!

Cuando

mas

ardía

el

fuego

Echaste

el

agua.

MANRIQUE.

Genio,

inspiracion

divina,

Fuego

devora

mi

mente,

Y

siento

en

el

alma

ardiente

Una

llama

circular...

Mas

¡qué

importa!

si

á

la

tumba

Pronto

caerá

el

genio

mio,

Como

el

torrente

bravío

Que

á

morir

en

el

mar!

Ya

del

carro

de

la

vida

Los

corceles

fatigados

Caen

al

suelo

postrados

Con

anheloso

estertor;

Y

ya

el

genio

de

la

muerte

Gira

en

torno

á

mi

cabeza,

Cual

ave

que

de

su

presa

Va

volando

en

derredor.

Como

el

náufrago

se

abraza

De

las

astillas

flotantes,

De

las

horas

vacilantes

Me

abrazo

con

ansiedad;

Pero

en

vano,

que

la

urna

De

mis

años,

agotada,

Sobre

el

abismo

inclinada

Se

vé,

de

la

eternidad.

Qué

importa

morir,

si

solo,

He

vivido

en

este

mundo,

Donde

corre

un

aire

inmundo

Que

no

puedo

respirar:

Si

mis

lágrimas

cayeron

Confundidas

en

el

cieno,

Sin

bañar

el

tibio

seno

Del

amor

á

la

amistad!

Qué

importa

morir,

si

nunca

Los

hombres

me

han

comprendido,

Si

ninguno

me

ha

tendido

Una

mano

fraternal:

Si

cual

la

flor

del

desierto

Que

en

soledad

se

consume,

He

dado

al

viento

un

perfume

Que

nunca

sintió

el

mortal!

Mis

ecos

se

han

confundido

Con

la

música

lejana,

Que

se

alza

cada

mañana

Del

seno

de

la

creacion;

Y

entre

el

canto

de

las

aves,

Y

el

aroma

de

las

flores,

Del

valle

de

los

dolores

Han

subido

á

otra

mansion.

Como

las

nubes

de

mirra

Que

perfuman

el

sagrario,

Y

brotan

del

incensario

De

las

brazas

al

calor,

Al

fuego

del

entusiasmo

De

mi

cabeza

han

brotado

Los

cantos,

que

he

consagrado

A

la

Patria

y

al

Señor.

Jamas

prodigué

alabanzas

A

un

miserable

tirano,

Ni

del

pueblo

soberano

Las

banderas

deserté:

Fija

la

vista

en

el

cielo,

Nutrido

de

amor

intenso,

A

Dios

y

al

Pueblo

el

incienso

Del

corazon

consagré.

La

libertad

fué

la

musa

De

los

cielos

mensagera,

Que

llenó

mi

alma

severa

Con

su

espíritu

inmortal;

Y

en

las

negras

tempestades

Seguí

con

paso

valiente,

Su

antorcha

resplandeciente

Y

su

faro

celestial.

Oh,

Dios,

inspírame

un

himno,

Ó

una

fúnebre

elejia!

Que

baje

á

la

tumba

fria

Cantando

á

la

libertad!

Permite

que

adorne

un

lauro

Mi

cadáver

macilento,

Y

que

no

muera

mi

acento

Cual

voz

en

la

soledad!

¡Pero

ya

es

tarde!

la

mano

Que

marca

la

última

hora,

Se

levanta

aterradora

Y

vuelca

el

reló

fatal;

Y

las

cuerdas

de

mi

lira,

Como

nervios

doloridos

Producen

tristes

sonidos

Una

á

una

al

reventar.

En

vano

aplico

el

oido:

Enmudece

la

memoria,

Y

á

mis

cánticos

de

gloria

No

responde

el

porvenir;

Que

al

descender

al

abismo

La

corteza

de

mi

alma,

No

se

verá

ni

una

palma

Sobre

la

frente

lucir!

Oh

musa,

vuelve

otra

vez

A

tu

celeste

morada,

Que

el

abismo

de

la

nada

Pronto

me

va

á

devorar;

Pero

antes,

rompe

las

flechas

De

mi

carcax

no

vacio:

Mi

brazo

perdió

su

brio,

Y el arco se va á quebrar!

LIBRO CUARTO

POESÍAS FAMILIARES

I

Á MI HIJA DELFINA

No

te

hicieron

los

cielos

tan

hermosa

Sinó

para

ser

madre

y

ser

esposa.

OLMEDO.

Blanca flor que embalsamas mi existencia

De

tus

perfumes

con

la

grata

esencia;

Música

cuya

suave

melodía

Estremece

de

amor

el

alma

mía;

Rayo de luz que caes sobre mi frente

Disipando

las

sombras

de

la

mente;

Lágrima

d