Rimas by Bartolomé Mitre - HTML preview

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cielo

Para

anunciar

consuelo

A

un

pueblo

en

horfandad,

Y

sus

puras

palabras

Al

tiempo

de

verterlas

Se

convierten

en

perlas

En la urna funeral.

VII

JOSÉ CAMPON

(PÁGINA DE UN DIARIO MILITAR EN 1839)

I

Cuando

las

huestes

de

Rosas

Pisaron

de

Oriente

el

suelo,

Al

toque

de

la

corneta

Seis

mil

bravos

acudieron:

A

su

cabeza

se

vió

Al

héroe

antiguo

de

Haedo,

Acaudillando

los

bravos

Que

de

la

patria

en

el

seno

Heróicos

se

levantaron

En

sosten

de

sus

derechos.

Todo

Oriental

que

abrigaba

De

la

libertad

el

fuego,

Bajo

el

pendon

de

la

gloria

Iba

á

desnudar

su

acero,

Lleno

de

noble

energía,

Y de patriotismo lleno.

II

Campon

tranquilo

vivía

Bajo

del

paterno

techo:

Ciñóse

al

punto

su

espada,

Montó

un

veloz

parejero,

Y

voló

do

le

llamaban

De

la

corneta

los

ecos.

Ni

le

detuvo

el

peligro,

Ni

el

triste

llanto

materno,

Ni

del

amor

las

dulzuras,

Ni

del

dolor

los

lamentos:

Solo

escuchó

al

patriotismo

Que atesoraba en su pecho.

III

A

la

orilla

de

un

arroyo

Se

vén

veinte

coraceros

Dispersados

en

guerrilla

Sobre

caballos

lijeros;

Se

ven

al

frente

asomar

Bajo

los

talas

y

seibos

Que

baña

Santa

Lucía

Míl

y

quinientos

guerreros;

Y

el

denodado

Campon

Mandando

los

coraceros

Con

firmeza

les

repite:

«Antes

que

rendirse...

¡fuégo!»

Lanzando

grito

salvaje

Viene

la

tropa

de

siervos,

Como

una

nube

de

polvo

O

una

bandada

de

cuervos.

Campon,

cual

muro

de

bronce

El

choque

espera

sereno,

Y

á

sus

valientes

soldados

Manda

hacer

continuo

fuego,

Y

cuando

balas

no

tuvo

Dijo

la

espada

blandiendo:

«La

carabina

á

la

espalda

«Sable en mano, coraceros!»

IV

Santander

con

su

Escuadron

Se

lanza

en

el

entrevero;

Cuadra,

¡A

la

carga!

¡á

la

carga!

Repite

con

voz

de

trueno:

Sigue

Blanco

con

sus

bravos

Montados

en

moros

negros.

Por

su

valor

y

su

arrojo

Es

conocido

el

primero,

Y

se

distingue

el

segundo

Por

su

semblante

sereno:

La

calva

frente

de

Blanco

Es

de

su

alma

fiel

espejo,

Pues

se

retratan

en

ella

La

honradez

y

el

ardimiento.

Trescientos

hombres

le

siguen

Cargando

al

son

de

degüello,

En

proteccion

de

los

bravos

Que

lidiando

como

héroes,

Mas

que

hombres

de

hueso

y

carne

Parecen

hombres

de

hierro!

Ni

les

intimida

el

número,

Ni

el

morir

les

causa

miedo;

Con

sables

hechos

pedazos

Sus

ojos

despiden

fuego,

Está

abollado

el

morrion

Y

sangre

vierten

sus

miembros,

Ruge

el

plomo

en

sus

cabezas

Y

retiembla

el

pavimento;

Pero

ellos

imperturbables

En

medio

del

entrevero,

Sueltan

la

rienda

al

caballo,

Descargan

golpes

tremendos;

Y

ante

su

diestra

valiente

Llenos

de

susto

los

siervos,

Bajan

la

mústia

cabeza,

Abren

un

ancho

sendero;

Y

allí

donde

el

clarin

Resuenan

los

tristes

ecos

Llenos

de

sangre

y

de

polvo

Júntanse

los

coraceros.

Blanco,

que

fué

rechazado

En

el

encuentro

primero,

Al

frente

del

enemigo

Organiza

los

dispersos,

Hace

tocar

á

la

carga

Y otra vez los lleva al fuego.

V

Campon

y

Alberdi

entretanto

De

los

esclavos

en

medio,

Abandonados

se

miran

Del

hombre,

no

de

su

aliento.

De

su

alarido

de

guerra

Retumba

el

éco

á

lo

lejos;

Al

galopar

sus

corceles

Con

fragor

retumba

el

suelo;

Sobre

sus

negras

corazas

Rechina

el

fúlgido

acero,

Los

sables

cubren

la

luz

Sobre

sus

cráneos

sangrientos.

Heróicamente

lidiaron,

Cien

heridas

recibieron,

Y

clamando—¡Libertad!

Al

suelo

cayeron

muertos.

Y

la

divina

corona

Que

la

Patria

al

guerrero,

Sobre

sus

frentes

marchitas

Se

vió

caer

desde

el

cielo.

Blanco

á

la

carga

conduce

A

sus

valientes

de

nuevo,

Pero

al

querer

batallar

Todos

se

miran

envueltos,

Y

cual

las

hojas

de

otoño

Por

la

campaña

dispersos.

En

vano

el

buen

coronel

Levanta

su

voz

de

trueno,

Abandonado

y

sin

gente

Solo le ampara su acero.

VI

En

la

inmediata

cuchilla

Un

relámpago

de

fuego

Brilló,

rugiendo

con

furia

Del

cañon

el

ronco

trueno.

Nuñez

avanza

atrevido

Con

setecientos

guerreros,

Blandiendo

lanza

potente,

Montando

un

tordillo

negro.

Es

imponente

su

marcha,

Y

por

su

rostro

moreno

El

entusiasmo

asomaba

Como

en

la

noche

un

reflejo.

Al

marchar

de

sus

campeones,

Al

relumbrar

de

sus

hierros,

Y

al

tremolar

su

estandarte

Los

enemigos

huyeron.

Los

libres

en

vez

de

rostros

Espaldas tan solo vieron.

VII

Cuando

los

viles

esclavos

Riendas

al

caballo

dieron,

De

cadáveres

y

de

armas

El

campo

quedó

cubierto,

En

expiacion

de

los

libres

Que

con

honor

sucumbieron.

Cuarenta

bravos

perdimos

En

este

glorioso

encuentro,

Y

al

otro

dia

al

pasar

Aquel

campo

de

los

muertos

Nuestros

soldados

decian:

«Tanta

sangre

vengaremos,

«Por

cada

gota

de

sangre

«Un arroyo verteremos.»

VIII

En

los

campos

de

Cagancha

En

medio

al

humo

y

al

fuego,

El

escuadron

de

Campon

Admiró

por

su

denuedo.

El

ala

izquierda

ocupaba,

Y

en

el

furibundo

encuentro

El

campo

quedó

sembrado

De

hombres

y

caballos

muertos.

Quedó

en

medio

á

la

cuchilla

De

sangre

un

ancho

reguero:

¿Quién

lo

hizo?

el

escuadron

Que

por

vengar

sus

guerreros,

Pasó

legiones

de

esclavos

A los filos de su acero.

VIII

HIMNO

Á LOS MÁRTIRES DE LA LIBERTAD

INVOCACION

Llegad

en

torno

mio,

Venid,

sombras

nocturnas,

Y

alzad

con

poderío

Las

cinerarias

urnas,

Cubiertas

con

el

lirio

Que

consagró

el

martirio:

Alzad,

sombras,

alzad!

Bañadlas

con

el

llanto

Del

pueblo

que

suspira,

Y

el

ardoroso

canto

Que

se

alce

con

mi

lira,

Por

todo

el

hemisferio

Libre

del

cautiverio.

Llevad, sombras, llevad!

CORO

De

América

las

vírgenes

Con

mano

temblorosa,

La

cabellera

frígida,

Sangrienta

y

polvorosa

De

las

heróicas

víctimas,

Con

flores

ceñirán.

Entre

perfumes

célicos

Y

grata

melodía

De

cánticos

suavísimos,

Hasta

la

tumba

fria

Entre

aureolas

fúlgidas

Los

héroes

bajarán.

Sobre

la

huesa

húmeda

Donde

su

lauro

brilla,

Los

pueblos

redimidos

Doblando

la

rodilla,

Al

trono

del

Altísimo

Plegarias

alzarán.

El

Bardo

de

la

América

Invocará

sus

manes,

Y

al

son

de

la

arpa

armónica

Que

pulsan

los

titanes,

Sobre

su

frente

pálida

La inspiracion caerá.

POETA

La

tumba

del

valiente

No

pide

débil

llanto,

Sino

del

vate

ardiente

El

estridente

canto,

Que

imite

en

su

armonía,

Vibrante

vocería

Del

campo

del

honor.

Qué

importan

á

los

bravos

La

pompa

de

los

templos

Que

compran

los

esclavos!

Les

bastan

sus

ejemplos,

Su

inmarcesible

gloria,

Su

tumba,

su

victoria,

Sus

lauros,

su

valor!

Cual

rinde

su

alta

frente

El

sol

al

Océano,

Como

el

audaz

torrente

Que

baja

al

ancho

llano,

Debe

ser

la

caida

Del

que

rinde

la

vida

Del

pueblo

en