Después de una experiencia traumática, el sistema de defensa del individuo se pone en alerta permanente, en espera de un nuevo peligro.
La persona está al acecho, como si el peligro pudiese retornar en cualquier momento. Las personas traumatizadas tienen dificultad en
"bloquear" estímulos que para otras serían solo algo enojosos. Las personas que han sido traumatizadas tienen más dificultades en conciliar el sueño, son más sensibles a los ruidos y se despiertan más frecuentemente durante la noche que las personas corrientes.