Taller Antihomofóbico by Jacobo Schifter - HTML preview

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Intrusiones

Las personas que han vivido traumas, reviven los eventos aún después de muchos años, como si los 66

vivieran en el presente. El recuerdo del trauma vive en una forma anormal de memoria que "revienta" en cualquier momento. Estos recuerdos carecen de narrativa y de contexto y se presentan como sensaciones vívidas e imágenes. En su forma, parecen las memorias de los niños.

Varios estudios con los que han sido traumatizados, han encontrado que ellos no pudieron dar una descripción verbal de lo que ocurrió, pero el evento traumático estaba en sus memorias y lo demostraban en sus juegos. Los adultos, igual que los niños, sienten la necesidad de recrear el evento traumático.

Existen muchas formas de recrear estos eventos, que pueden darse como "flashbaks" o como parálisis, ataques nerviosos, temores y otros.

Las personas sienten lo que necesitan para reparar la herida. Las intrusiones son formas de traer el evento para buscar su integración.

Mucha gente trata de evadir estos sentimientos pero ésto más bien agrava la situación ya que va en contra del proceso mismo de lo que estos pensamientos intrusivos tratan de hacer.

Constricción

Cuando una persona se siente totalmante avasallada y la resistencia es inútil, se rinde ante lo inevitable. El sistema de defensas se viene abajo.

Algunas veces, las situaciones de un peligro inescapable evocan no solo terror y rabia sino que también una calma disociativa y el dolor que provocan se duerme. Estas reacciones son similares a la autohipnosis disociativa. Las personas que no pueden hacer estas desconexiones hipnóticas suelen recurrir al alcohol y las drogas para lograrlo.

La dialéctica del trauma

Después de una experiencia traumatizante, las dos respuestas contradictorias de intrusión y constricción establecen una relación de péndulo. Es esta dialéctica entre dos estados contrarios una de las características de las personas tramatizadas. Debido a que ni los síntomas intrusos, ni los constrictivos permiten una integración del evento traumático, la alternavilidad entre los dos extremos puede ser entendida como un intento de encontrar un balance entre los dos.

La inestabilidad que produce alternar entre estos dos estados agrava más la sensación de la persona traumatizada de impredicibilidad y desesperanza. La dialéctica del trauma es así permanente y autogestadora. Con el paso del tiempo, los síntomas van variando y los intrusos son menos frecuentes y los constrictivos más comunes a 67

medida que pasan los años. Pero los ataques de terror de vez en cuando rompen siempre la paz lograda por la represión y el adormecimiento impuesto.

El efecto físico del trauma.

Las ciencias de la conducta están aprendiendo que los intensos cambios radicales bioquímicos que ocurren en la víctima en el momento del evento traumático, pueden producir alteraciones permanentes en su sistema nervioso. Sin tratarse o recuperarse, los eventos traumáticos del pasado pueden convertirse en una enfermedad crónica.

La aparición de síntomas y conductas adictivas durante ciertos períodos es totalmente predecible y razonable. Pueden ser tratados si la persona entiende los lazos entre estos eventos traumáticos y las consecuencias actuales biológicas, producto de traumas pasados que no han sido resueltos.

La respuesta de emergencia que nos protege cuando ocurre la violencia.

El cuerpo humano está compuesto por billones de células. Estas incluyen las del cerebro que nos permiten controlar nuestro cuerpo y responder al mundo. Cada célula nerviosa tiene un axon, un núcleo y un dendrite. El axon es como un brazo y el dendrite otro. La información la lleva el axon al nucleo de la célula y éste lo transmite por el dendrita. La información o los mensajes son transmitidos por medio de impulsos bioeléctricos a través de estas estructuras en cada célula nerviosa. Así hasta que el mensaje llegue al cerebro. Si uno presiona un dedo sobre un escritorio, por ejemplo, cada célula va transmitiendo el mensaje por axons y dendritas hasta que el cerebro reciba el mensaje de que lo que se toca es un "escritorio". El saco sipnótico es una bolsita microscópica estilo un globito que une el dendrita y el axón de dos células. Allí existen ciertos químicos llamados neurotransmisores que cuando están en balance, actuán como tambor que vibra o transmite el mensaje de una fibra nerviosa a la otra. Funciona como una línea de teléfono: mientras todos los circuitos estén conectados los mensajes se transmiten.

Pero el trauma psicológico altera algunos de estos neurotransmisores. La información no procede normalmente. Cinco neurotransmisores se alteran en caso de un trauma:

1. Epinefrina (Adrelanina). Un producto de la glándula adrenal, mobiliza el cuerpo para lidiar con el estrés del evento traumático. Regula el ritmo del corazón, la respiración, los músculos, el nivel de azúcar para aumentar la 68

energía, con el fin de que las víctimas se preparen para la crisis.

2- Cortisona. También emitida por la glándula adrenal. Impulsa el azúcar en la sangre cuando existe peligro con el fin de aumentar la energía y reparar los tejidos en caso de heridas.

3- Norepinefrina (Noreadrenalina). Este neurotransmisor es también un producto de la adrenalina y es transmitido por la corriente sanguínea. al cerebro. Es un estimulador del cerebro, que sirve para mejorar el estado de alerta y la capacidad de resolver eficientemente los problemas.

4-Serotinina. Es un neurotransmisor producido por el mismo cerebro.

Cuando está presente en buena cantidad, la persona está calma, tranquila y contenta. Cuando es insuficiente, la persona se irrita, enoja, molesta, y se vuelve infeliz y deprimida.

5. Endorfinas. También están en el cerebro. Cuando circulan, como en el caso de cuando hacemos aeróbicos, la persona está tranquila y contenta.

Lo opuesto pasa cuando falta: irritabilidad, enojo, e infelicidad.

La corteza y el sistema límbico

Se necesitan entenderlos para apreciar el daño del trauma. La corteza is nuestra mente consciente y pensante en su estado más alto de funcionamiento. La información entra a la corteza por los sentidos (oído, sabor, tacto, olfato, vista) para su procesamiento. La memoria es revisada para recordarnos de pasados eventos. Con base en lo que se encuentre, las decisiones y juicios son tomados e implementados en esta corteza.

De esta manera se responde así a los eventos que se presentan.

El sistema limbico se encuentra en el centro del cerebro, bajo la corteza y es del tamaño de un dedal. Este es quien le añade la dimensión del sentimiento a nuestras experiencias. Todos los mensajes que llegan de los receptores sensoriales del cuerpo, pasan por el sistema límbico en el camino hacia el cerebro para ser procesados y agregados de emociones.

Es el sistema límbico que guia nuestras emociones y nuestros instintos de sobrevivencia. El miedo, la paz, el goce, son todas determinadas por las células nerviosas y los neurotransmisores en el sistema límbico. Tanto la corteza como el sistema límbico juegan un papel crucial en nuestra experiencia de terror durante el trauma y el posterior síndrome de estrés postraumático.

El sistema de emergencia: mobilizando el cuerpo El trauma mobiliza a la víctima hacia la hipervigilancia en segundos con el 69

fin de asegurar la sobrevivencia. El cerebro de la víctima hace una evaluación de dos etapas: ¿es ésta una situación de vida o muerte? Si es así, ¿puedo sobrevivir?

Si la mente considera que es una amenaza tal , se da la respuesta de

"pelear o huir". El cuerpo responde emitiendo epinefrina y cortisona. Se refuerza así el ritmo cardíaco, mejora la respiración, las pupilas se dilatan para obtener una mejor visión, hay más azucar para que se reduzca la fatiga y para proveer más energía. Se aumenta la capacidad de coagular la sangre y reparar cualquier tejido dañado. La persona siente tensión, tembladera, espasmos, mareos. Esto se logra en forma automática.

Hans Selye notó que la respuesta tiene sus tres etapas que llamó como Sídrome de Adaptación General. La primera es la alarma o mensaje de que la persona tiene que ponerse alerta. La segunda es cuando el cuerpo se prepara como mencionamos. La tercera, cuando se vuelve a la normalidad.

Pero el trauma sin tratar, rompe este patrón normal de adaptación porque la hipervigilancia y la angustia previenen que el cuerpo se recupere.

La respuesta básica del cerebro

Cuando se enfrenta al trauma, la parte consciente responde con segregacione mayores de los neurotransmisores como la norepinefrina y las endorfinas en la corteza y en el sistema límbico. La norepinefrina alerta a la mente para que responda de la mejor manera que asegure la sobrevivencia. En unos 30 segundos, se emiten las endorfinas para calmar a la persona para que pueda responder con calma y sin pánico.

Estos permiten que uno piense correctamente, recuerde alternativas que se dieron en situacíones similares y pueda defenderse.

El incremento de la norepinefrina, la cual alerta a la mente, también parece estar involucrada con la aparición de los síntomas físicos. La hipervigilancia, un estado exagerado de respuesta, el miedo, pánico, ansiedad, insomnio y cambios del humor, todos están vinculados con mayores concentraciones de norepinefrina. Lo mismo sucede con el desarrollo de los síntomas intrusos como las pesadillas, flashbaks y otros que se avienen por la presencia de norepinefrina y endorfinas. Estas dos juntas aparentemente son la mejor combinación química para aprender y recordar. Con estos dos transmisores presentes, el evento traumático y la manera en que respondemos a él, quedan mezclados e impregnados en nuestra memoria. Es una manera de que la naturaleza nos hace saber :

"esto es muy peligroso para tí y no se te olvide en caso de que ocurra de nuevo". Esta química de aprendizaje y recordatorio indeleble probablemente contribuye a las dificultades de los sobrevivientes a 70

resolver los síntomas de intrusión que sufren.

Excesos de norepinefrina pueden producir síntomas problemáticos físicos, un nivel excesivo de endorfinas puede resultar en problemas de aprendizaje, mala memoria y posiblemente, disociaciones.

Finalmente, un evento traumático fuerte, o episodios repetidos de abusos, reducen la presencia de norepinefrina y de endorfinas en el cerebro de la víctima. También pueden gastar la serotinina. Cuando ésta se agota, se inician los síntomas de constricción. Las víctimas huyen de las actividades sociales, evitan la gente y se recluyen y se tornan deprimidas. Se especula que incrementos repetidos de excitación combinados con reducciones de norepinefrina, endorfinas y serotinina, pueden llevar a la persona a un estado bioquímico de depresión desesperada.

La depresión asociada con la desesperanza es diferente a la depresión de víctimas no traumatizadas. En la vida normal, cuando se dan algunas crisis, la epinefrina, endorfinas y cortisona son liberadas. Cuando el evento pasa, estos neurotransmisores, junto con la serotinina, se reducen y la persona no traumatizada se deprime. Pero en el caso de las víctimas del trauma que se deprimen, no se encuentra cortisona. No se sabe por qué. Se cree que el abuso repetido hace que la ausencia de cortisona tenga un sentido adapatativo, que aún no está claro.