Viajes por Europa y América by Gorgonio Petano y Mazariegos - HTML preview

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La fachada principal del Palacio del Dux se construyó á mediados del siglo XIV, bajo la direccion del maestro Buono, aunque algunos pretenden que fué Calendario el arquitecto.

De cualquiera modo, es un edificio mágico y admirable, de estilo gótico, y uno de esos prodigios del arte que tanto abundan en Italia.

La osadía de la construccion del Palacio Ducal tiene algo de verdaderamente temerario: el inmenso cuerpo superior, mole pesadísima y abultada, tiene por todo fundamento y base dos series de ligeras y esbeltas columnas. El material le componen exclusivamente los mármoles blanco y rojo: todos los chapiteles de las columnas son obras maestras de arte.

Las fachadas de este mismo palacio que miran al canal y á la iglesia de San Márcos, son mas modernas que la principal: son obra del renacimiento: los estilos de ellas son diferentes, hábilmente combinados; los arcos ogivales juegan con los arcos redondos resultando una miscelánea pintoresca y magnífica; los mármoles de diferentes colores que componen su material, son de los mejores, y la vista se recrea contemplando tan soberbio palacio.

A su poderosa belleza se agrega la excelente situacion que ocupa: unido á la portentosa basílica de San Márcos, con fachada admirable sobre la

Piazzetta

, con lienzos soberbios del lado del canal, con grandes edificios en frente, con la plaza de San Márcos al lado.

Esto en cuanto á su exterior: ahora vamos á penetrar en sus inmensos salones, ricos de arte y elegancia: pero ántes de llegar á su cuerpo principal tendrémos ocasion de detenernos á admirar la espléndida escalera de los Gigantes.

La escalera de los Gigantes, construida en el siglo XV, parece una mentira: un artesonado brillante, unas labores que no se ejecutan en cera; al pié hay dos colosales estatuas de mármol, Neptuno y Marte. La escalera de oro propiamente llamada tal con tallados del metal de su nombre, con un lujo de decoracion de que no hay ejemplo, con un prodigioso gusto artístico, con artesonados y techumbres de maravillas, con gradas de mármol y pórfido, con tallados de estatuas de maestros, en una palabra, con milagros.

El Palacio Ducal se compone de muchos salones: el del Gran Consejo, donde se reunian 1,500 miembros, contiene todos los retratos de los duxes que han presidido la república: falta el de Marino Faliero que fué decapitado; en lugar del retrato, hay un cuadro que cuenta el trágico suceso.

La techumbre, vestida de molduras, está cubierta de cuadros magníficos de Pablo Verones, Ticiano, Tintoreto, etc.

En la pared principal del salon, hay un cuadro portentoso de Tintoreto, el mayor de los conocidos; llena la pared, representa el Paraíso; es un modelo de dibujo, colorido, pensamiento y ejecucion; es una obra maestra tiene, mas de cuatrocientas figuras: es admirable.

En el centro del salon hay dos inmensos globos; á la izquierda, entrando, hay en un estante de libros varios manuscritos de Petrarca, Catulo y otros escritores ilustres.

El salon del senado, magnífico como todos los del Palacio Ducal; hay dos inmensos cuadrantes que en vez de minuteros tienen los signos del zodíaco para señalar las horas: cuadros de los primeros artistas, techo de molduras, puertas de ébano.

El salon de mapas contiene grandes y excelentes grabados que designan todos los viajes y descubrimientos que hizo el famoso veneciano Marco Polo, que fué de los primeros que visitaron la América.

El salon del Consejo de los inquisidores de estado, que se componia de tres miembros, está poblado de lienzos del Verones, soberbios, como todos los que brotaron de su paleta: el pavimento de este salon, como el de todos, es de mosáico el mas precioso de mármoles incrustados.

El salon de embajadores, donde el presidente de la república, el Dux, recibía á los ministros de las cortes extranjeras, tiene puertas de ébano y cedro, traidas de la iglesia de Santa Sofía de Constantinopla, sillería admirable, cuadros.

El salon del Consejo de los Diez con lienzos tallados maravillosamente.

Salon de delaciones, con cuatro puertas y un buzón, por donde sin ser visto se denunciaba á los conspiradores; y ahora que hablo de conspiradores, bueno es añadir que las prisiones, de estado están separadas del Palacio Ducal solo por un canal estrecho, que salva un puente de piedra, por el cual pasaban los presos desde el palacio ducal á la prision.

Este puente que une ámbos edificios se llama puente de los Suspiros, llamado oportunamente así, por los lamentos que naturalmente exhalaban al cruzarle todos los que se veian privados de su libertad.

Los escritores franceses, que tienen el buen talento de equivocar todo, y de juzgar ligeramente, han descrito las prisiones con negros y románticos colores: yo las he visitado, están en el mismo estado que cuando las construyeron: no son alegres como no lo es calabozo alguno, pero nada tienen de lúgubres; el Gran Canal está delante, por el lado las baña otro canal, algunos morian ahogados con solo abrir la puerta de su calabozo, eran rarísimos.

En el salon del gran Concilio, colocándose en el balcon principal, el que está enfrente del Gran Canal, se goza de un punto de vista de que no hay ejemplo; el canal de San Márcos á los piés, en frente los soberbios edificios de la Aduana y la iglesia de la Salud; á la derecha el Palacio del Emperador; jardines, canales, góndolas, el mar, buques, palacios.

Todo el cuadro del balcon por fuera está adornado de estatuas; entre ellas hay una que el sublime Canova hizo á la edad de catorce años.

Todo el exterior del Palacio Ducal presenta el aspecto mas pintoresco, gallardo y artístico posible: sus elegantes arcadas, sus esbeltas columnas, sus millares de ogivas, sus calados maravillosos, sus diferentes estilos entre los que domina el árabe, todo es soberbio, todo es magnífico.

No he visto palacio alguno en Europa mas admirable, bajo todos aspectos, como riqueza, como arte.

La razon se comprende: Venecia ha sido por espacio de catorce siglos una poderosa y pujante república: ella ha hecho las conquistas de San Juan de Acre, de Constantinopla, de parte de la Grecia: Venecia ha sido por mucho tiempo el pirata ilustrado de los mares; sus hombres de estado, sus marinos, sus pintores, sus generales, sus conquistadores, no tenian otra ciudad que engalanar mas que Venecia, y de aquí el que esta ciudad sea una sultana oriental, engalanada como una reina: sus conquistadores la han traido de Grecia caballos de bronce, estatuas, columnas de Constantinopla; ébanos, cedros, ágata, mármoles, columnas; de todas partes han traido atavíos á su ciudad querida, que sentada sobre las aguas, rodeada de lagunas, y pobre en su orígen, pues solo contaba una docena de pescadores, ha ido creciendo y brillando, con los talentos y conquistas de los esforzados hijos que ha engendrado.

Aparte de sus generales y conquistadores ilustres, ella ha dado nacimiento al Ticiano, á Tintoreto, á Canova, á mil y mil celebridades, que la han llenado de cuadros y estatuas, de cuadros y estatuas modelos; solo así se cree ser cierto lo que el viajero ve en Venecia; solo recordando su historia, se explica y comprende su magnífica grandeza.

La basílica de San Márcos, que solo tiene en el mundo un rival, San Pedro de Roma, aunque le supera en algo, es otro de los portentos de Venecia: cuanto mas se ve, mas crece el asombro, cuanto mas se examina mas necesidad hay de acordarse de la historia, para admitir como cierto lo que se ve; tantos son los prodigios que contiene.

En todo el templo no hay un solo átomo de madera comun: oro, mármol, pórfido, ébano, cedro, ágata, plata, estos son los elementos: la iglesia tiene tres naves; todas las tres naves, todas las paredes, todo el pavimento, se compone de cuadros y alegorías estupendas de mosáico de mármol: este prodigioso trabajo, verificado en el siglo XIII, cuando apénas se conocia en el mundo artístico el mosáico, haria honor á nuestros dias.

No dejo correr mi entusiasmo porque deseo que el lector se emocione por sí mismo con la sola descripcion.

¿Qué puede decirse de una iglesia que tiene paredes, techo y pavimento, sembrado de preciosos mosáicos en mármol? ¿Qué puede decirse de los ilustres venecianos que comprendieron y ejecutaron obra tan magna?

El altar mayor, sencillísimo y elegante, se compone de cuatro columnas de pórfido, robadas á Santa Sofía de Constantinopla: las cuatro asombrosas columnas están coronadas de una cúpula de pórfido tambien: todas las puertas del templo son de bronce, incrustadas de estatuas, diríase es el templo de Salomon. El oratorio de la cruz, que segun se entra está á la izquierda, en el centro de la iglesia, fué traido tambien de Constantinopla; la cupulita elegante que le cubre, es de ágata, de pórfido, de oro, no hay mármol, allí seria vulgar, comun; cuatro columnitas esbeltas de pórfido de brillantes colores, un Cristo divino.

Tiene el templo dos órganos, un soberbio coro lleno de portentosos mosáicos, abundancia de estatuaria, canónigos con traje de obispos, millares de columnas de mármoles, y jaspes los mas preciosos.

La basílica cuenta con cinco cúpulas vestidas de mosáicos: la puerta de la sacristía, toda de bronce con el retrato del Ticiano, todas esas maravillas reunidas y otras muchas de que no hago mencion, porque de todo no puedo acordarme y porque mis apuntes, tomados en la misma iglesia, son cortos, forman el interior de San Márcos.

En cuanto al exterior, no tiene nada que no sea tambien prodigioso. Encima de la puerta principal de la iglesia, por la parte de fuera, hay tres enormes caballos de bronce traidos de Aténas: sirvieron en Roma para adornar un arco el dia de la entrada de Neron. Napoleon se los llevó á Paris, despues han sido devueltos y colocados de nuevo donde están. Delante de la iglesia, se levantan tres altísimas astas de cedro donde se izaban las banderas de la república … ahora el pabellón austríaco.

En la

piazzetta

de San Márcos, tocando con la Plaza y dando el frente al Gran Canal, dos gigantes columnas de granito, traidas de Alejandría, coronadas la una por una estatua de San Teodoro, primer patron de Venecia, la otra por un leon, símbolo de la fuerza: son de una sola pieza, admirables.

La fachada de San Márcos, que da frente al reloj llamado de los leones, porque hay dos de mármol, tiene en la pared, entre millares de mosáicos, un adorno persa, quizá el único en Europa; representa Ceres, en un carro tirado por dos leones.

Todas las fachadas de la basílica, sin contar la principal con sus pórticos elegantes, sus estatuas á centenares, su exquisito gusto, su fisonomía admirable y nueva, su lujo arquitectural, son obras maestras, son museos.

Volviendo al Palacio Ducal donde tantos portentos se esconden, nadie salga de su recinto sin ver el museo de escultura que hay en uno de sus infinitos salones.

El museo de escultura que existe en el Palacio Ducal de fenecía, depósito de tesoros artísticos, se halla en uno de sus bajos salones.

Aparte de la belleza artística del salon, de sus elegantes ornamentos, y de su lindísima techumbre, cuéntanse entre las muchas obras, modelo de escultura que le enriquecen, dos estatuas originales del rey de los escultores, de Fidias mismo.

La pureza de las formas, la suavidad de los contornos, la finura prodigiosa de las líneas, todo revela el cincel griego: Canova, digno rival de Fidias, ha enriquecido tambien este delicioso gabinete de escultura con obras brotadas de su mente: cuéntanse cinco ó seis bustos acabados de este maestro.

La escultura egipcia está tambien allí dignamente representada: Roma y Aténas han dado tambien su contingente. La antigüedad, presente allí bajo el prisma histórico, artístico, reprende en elocuente silencio la esterilidad de tantos siglos como se han hundido en el rio de las generaciones sin llegar á su altura.

El arte moderno, poderosamente inspirado, se afana noblemente por vengar con sus adelantos el atraso de los siglos pasados: allí está Canova, gloria de nuestros dias, allí está Sansovino, moderno tambien, que ha llenado á Venecia de prodigiosas estatuas: allí están Victoria y otros muchos: aconsejo á todos los viajeros que no salgan del Palacio Ducal sin visitar el museo.

El muelle de Venecia es verdaderamente pintoresco: cuando la ciudad tenia vida propia y era una respetada república que contaba con una valiente y poderosa armada, debia fascinar de encanto. A sus orillas están los artísticos lienzos del palacio que llaman del Emperador: la admirable fachada del Palacio Ducal que mira al Gran Canal; el lindo puente de la Paja; las prisiones, unidas, segun he apuntado ya, al Palacio Ducal por medio del Puente de los Suspiros; el Adriático; enfrente, las admirables iglesias de la Salud, la de San Jorge, el bello edificio de la Aduana, el canal de la Judea, rodeado de iglesias y palacios; infinidad de góndolas que á manera de coches de plaza aguardan, arrullándose dulcemente, al que primero se llega: las embarcaciones del comercio extranjero á la embocadura del Adriático: todo, todo es admirable.

¡Plegue á Dios que la dominacion austríaca concluya pronto y para siempre! Plegue á Dios que los italianos sacudan ese espíritu de provincialismo que ha hecho imposible su unidad nacional, matando su independencia! ¡Plegué á Dios que yo vuelva á Venecia, la encantadora, pero sin ver á los austríacos!

Me acuerdo en este instante del nombre del general que mandaba en Venecia cuando estuve; llámase Gorgoski, de nacion polaco, y á propósito me ocurre una reflexion.

El emperador de Austria, que tiene súbditos de tan diferentes paises, lenguas y costumbres, sigue la táctica de mandar á Italia guarnicion de húngaros, á Hungría italianos y tudescos, y así en las demas provincias de su imperio. Oprime con los oprimidos … ¿Porqué no se ponen de acuerdo los húngaros de Italia, y los italianos de Hungría, para dar la libertad y la independencia á sus respectivos paises? ¿porqué sirven de instrumento á la tiranía del mismo que á unos y otros ha sometido y esclavizado? ¿Porqué?… triste es decirlo, pero figúrome no equivocarme si encuentro la respuesta con solo consultar el corazon humano.

Somos propensos á oprimir, amamos la libertad y nos place dominar: ese mismo húngaro, ese mismo italiano que han combatido con denuedo, cada uno en su casa, para sacudir el yugo y conquistar la independencia, se prestan fácilmente á tiranizar en el extranjero, sirven de guardia pretoriana al que con gloria combatieron, y se vejan y esclavizan entre sí, con grande contentamiento del que los impera….

¡Miseria humana! ¡adelante y basta! me olvido de mis viajes y de todo en recordando á los austríacos.

Hay en Venecia muchas y maravillosas iglesias: la de San Nicolas, próxima al Campo de Marte, junto al embarcadero del camino de hierro, es uno de los templos mas antiguos de la ciudad; su color histórico, si se me permite la expresion, hace su fachada interesante. Es pequeña, pero muy linda, es la parroquia de los pescadores, primitivos fundadores de Venecia.

San Sebastian, situada tambien junto al Campo de Marte, tiene un aspecto muy gallardo, corona el edificio una elegante cúpula, y á los lados de esta, se levantan pomposamente dos esbeltas torres. La Salud, templo erigido por los venecianos al terminarse una peste que diezmó la ciudad, se ostenta magnífico enfrente de la

Piazzetta

de San Márcos, tocando con la Aduana: consta de cinco fachadas elegantes, adornadas cada una con graciosas columnas que coronan los órdenes jónico y corintio confundidos, con muchas y admirables estatuas.

Es increible el número de estas que hay en Venecia: cada iglesia es un museo propiamente dicho, cuadros y estatuas, pero nada vulgar, todo obras del genio, por todas partes están Tintoreto, Verones, el Ticiano, por todas partes se encuentran Canova, Sansovino.

La iglesia de la Salud, cuajada de estatuas, tiene su torre, su cúpula, sus cinco fachadas; el interior, con monumentos y adornos de arte exquisitos.

La iglesia de San Juan y San Pablo, en el Campo del mismo nombre, admirable; estilos gótico y bizantino: á la puerta del templo hay un monumento de mármol dedicado á un general: la iglesia consta de tres naves, la enriquecen estatuas de Canova y Vitoria, cuadros de Pablo Verones, Ticiano y Tintoreto: el pavimento es de mármol; hay diferentes tumbas de duxes; entre ellos está la de Steno, miembro que fué del Consejo de los Diez, y uno de los que condenaron á muerte á Faliero; hay tres estatuas de bronce debidas al cincel de Sansovino, un cuadro de José, el Españoleto. En una capilla magnífica de la misma iglesia, está el portentoso cuadro de la Crucifixion, por Tintoreto: la batalla de Lepanto, por el mismo. En esta capilla está el altar del Rosario, erigido inmediatamente despues de la célebre batalla naval de Lepanto; está rodeado de cuadros y estatuas maravillosas, las paredes que rodean el altar están elegantemente vestidas de bajos relieves admirables, con estatuas de Torreti, maestro que fué de Canova: las tres naves del templo son altísimas.

Tocando con la iglesia se halla el Hospital civil, con fachada de mármol y cedro.

La iglesia de los Jesuitas, del otro lado del Gran Canal, con fachadas ricas de estatuas de mármol que apoyan columnas corintias: el pavimento del interior, mármol; la techumbre de frescos. Entrando, el primer altar de la izquierda, un cuadro inimitable del gran Ticiano; representa el martirio de San Lorenzo, obra maestra, como todo lo que brotó de su inspirada paleta. Las paredes de la iglesia, mosáico; el púlpito, esculpido en mármol griego, de forma gallarda, de ejecucion asombrosa: próximo al altar mayor, á la izquierda, un divino lienzo del Tintoreto representa el Paraíso: el presbiterio tiene un pavimento de mármol incrustado, tan maestramente hecho que es necesario, indispensable, tocarlo con las propias manos para persuadirse de que no es una alfombra. El tabernáculo es de lapiz lazuli; por todos lados hay estatuas de Sansovino; la pila de agua bendita es de mármol de Egipto.

¿No es verdad que parece mentira tanto arte, tanto genio reunido? ¿No son museos, y museos admirables, las iglesias de Venecia? ¿No es ciertamente notable que en una sola iglesia haya todo lo que brevemente he apuntado?

¡Ah! nada como Venecia, su impresion me durará siempre, el arte está allí en todas partes, ¡y qué arte! ¡qué arte!

Y aquí solo se leen los apuntes de mi cartera, no todo lo ví, hay mucho mas, es admirable.

Recorriendo mis apuntes veo que hay todavía algo que decir de la iglesia de la Salud: en su sacristía, hay cuatro cuadros del Ticiano, gloria del arte; uno de ellos representa San Márcos: hay en la misma iglesia de la Salud una capilla separada dedicada á la Virgen, dos elegantes columnitas, estatuas de mármol; se edificó en 1670 despues de una asoladora epidemia; la peste está allí representada por una vieja, excelente idea. En todo el templo no se ve otra cosa que mármol, jaspes preciosos, Ticianos, Sansovinos; la forma de la iglesia es circular, soberbia cúpula, cuadros de Jordan.

Este desórden es el que á mí me place; despues de haber descrito la iglesia de la Salud en una de las anteriores páginas, he vuelto á ocuparme de ella; la razon es muy sencilla, hojeando la cartera de viajes he encontrado nuevos detalles: los traslado á este libro, precipitadamente escrito. Con este método, el lector sigue el mismo rumbo, el mismísimo itinerario que yo seguí en Venecia: si describo en dos sitios un mismo lugar, prueba de que le visité dos veces.

La iglesia del Redentor, situada del otro lado del canal de Giudecca

, de la Judea, es soberbia como todas, y ántes de que se me olvide, séame permitido referir ligeramente una escena que me conmovió al ir á visitar la iglesia.

Era el 18 de junio si no me equivoco: habia procesion en el barrio de los pescadores, San Nicolas. Yo, al llegar en mi góndola al pié de la iglesia del Redentor, pregunté á un hombre que se aproximó, como hacen siempre que las góndolas tocan en la orilla, le pregunté, digo, cuál era la funcion que se celebraba aquel dia. El hombre á quien me dirijí era un venerable anciano, pobremente cubierto con un raido traje.

Al oir mi pregunta dobló la cabeza, y despues de un silencio religioso de algunos minutos, me dijo con acento emocionado: «Antiguamente, en tiempo de la república, cuando yo era un muchacho, se celebraba una gran fiesta: todos los pescadores, ataviados con sus mejores galas, venian en procesion á esta iglesia, habia mucha animacion, mucho contento, mucha alegría: hoy … no hay nada, señor, silencio y tristeza …

la patria no existe….»

Mi carácter, que ávido busca estas emociones por todas partes, mi opinion respecto á los austríacos, la ancianidad respetable del veneciano que tenia delante de mí, su acento tierno y sentido, todo me penetró en el alma, todo me conmovió.

Como no hay nada á mis ojos mas sagrado que el amor de Dios, la familia, la patria y la libertad, como ví profundamente triste al hombre anciano que acababa de hablar, como supuse que le seria dolorosa la idea de morir, él, tan anciano, dejando á la patria en poder de los tiranos, quise consolarle, quise consolarme á mi mismo, augurando la próxima emancipacion de la heróica y abatida Venecia, le hablé con calor, con pasion, segun mi costumbre, segun mis creencias: y su entusiasmo, nunca muerto, se despertó, y su fisonomía, plegada por el tiempo y el sufrimiento, se dilató animándose, y me tendió una de sus trémulas manos que yo me apresuré á estrechar, y juntos llamamos á Venecia en apoyo de Venecia, y juntos pedimos á Dios la emancipara, y juntos desahogamos el corazon; yo tan emocionado como él.

¡Pobre Venecia! esto me pasó, no he podido ménos de contarlo; continuemos nuestro paseo á la iglesia del Redentor.

Tiene, como todas, bellezas de arte, cuadros y estatuas,

elegantísima fachada, gusto arquitectónico, formas y estilo.

A la entrada del Gran Canal, las iglesias de San Simeon y Cármen Descalzo: ámbas de mármol, en su mayor parte, sabor monumental, primorosos adornos, fisonomía artística.

El templo de San Eustaquio, próximo al elegantísimo palacio de Pésaro, en el Gran Canal, admirable tambien.

Visité por de contado, al dia siguiente de llegar á Venecia, las célebres é históricas casas que habitaron Canova, Ticiano, y el Petrarca. Ví tambien en el Palacio Ducal el cuarto en que estuvo preso el immortal Silvio Pellico.

La casa que habitó Canova tiene una inscripcion sobre la puerta que lo indica; está en una plazuelita que se llama de

San Márcos.

La del Ticiano es de pobre aspecto, cuatro ventanas y un

jardinito: hállase situada en una callejuela sin salida, próximo á la calle del Aguardiente.

Venecia tiene 150 canales, que son sus calles; están cruzados por 340 puentes, entre los cuales descuella el de Rialto[22] á la salida del Gran Canal.

Todas las calles de Venecia, sin exceptuar una, están embaldosadas, de modo que se marcha con la mayor comodidad: abundan los comercios y tiendas elegantes; el número de ellos que cuenta la ciudad, segun observé en una estadística que busqué en Venecia, es el de 5,200.

Hay, segun los datos de la municipalidad, 20,000 casas, y 160,000 habitantes.

En materia de teatros públicos solo ví tres, y no creo que haya mas: el de Fenice, que es el principal y muy bueno; el de Apolo, y el de la Malibran: no habia compañía de ópera cuando yo estuve.

En cambio se oyen músicas todas las noches en la bellísima plaza de San Márcos: de los muchos cafés que allí se encuentran, y de los cuales el de

Florian

es el mejor, sacan mesas y sillas á la plaza, que toda está perfectamente embaldosada. Allí acude mucha gente, y los delicados sorbetes que se sirven se toman agradablemente oyendo diferentes cuadrillas de músicos y cantantes que se suceden en el órden de sus conciertos al aire libre. Por lo regular, mejor dicho de seguro, cada grupo de músicos tiene por postulante una encantadora veneciana, de ojos negros y perfecta hermosura. Inútil es añadir que recoje bastantes esbancigas

, moneda austríaca que allí circula, del valor de una lira italiana.

Ya que por incidencia he hablado de las venecianas, bueno será decir que son arrogantemente hermosas: las mujeres mas bellas que he encontrado en todos mis viajes. No es extraño pues que el Ticiano adorne sus inspirados lienzos con tan raras y sorprendentes bellezas que nos parecen ideales: los originales de sus seductoras mujeres los hallaria por todas partes, se paseaban á su lado, no hizo mas que copiar. Son verdaderamente admirables las venecianas: sabido es que nuestras arrogantes españolas son celebradas en toda Europa por su belleza; pues yo, todo lo que puedo decir, á pesar de mi inmenso amor patrio, es que no sobrepujan á las hijas de la un tiempo poderosa y temida república reina del Adriático.

Vamos ahora á los encantados palacios de Venecia.

El famoso Gran Canal, teatro de tanto recuerdo, por cuyas serenas ondas han cruzado tantos valientes capitanes, tantos inspirados artistas, tantas hermosas mujeres, tantos arrojados marinos, todo el senado y aristocracia veneciana en sus elegantísimas góndolas: ese celebrado canal, que ha escuchado tantas palabras de amor, tantas serenatas de trovadores, que ha presenciado tantas citas, que ha servido de palenque á la bulliciosa alegría de sus animadísimos carnavales, ese lindísimo canal, que víó cercar sus riberas por ámbos lados de estupendos palacios de mármol, que se víó surcado, sin quejarse, por tantos centenares de lujosísimas góndolas; ese histórico canal, que crecia en magnificencia y hermosura todos los dias á compas de las conquistas venecianas que le adornaban de mármoles y jaspes preciosos; ese canal, digo, contemporáneo de la grandeza de la república, es hoy testigo tambien de su postracion y abatimiento.

Parecióme al recorrerle de un extremo á otro, las diferentes veces que le crucé, que solo me paseaba por en medio de ruinas y escombros: su rica historia de conquistas y aventuras hablábame con el silencio y la soledad.

En vano dirijí mis afanosas miradas á los innumerables palacios que bordan el canal; cerrados están todos sus balcones y ventanas: las góndolas no están como en lo antiguo ancladas á las puertas de los palacios esperando á los venecianos que con sus elegantes vestimentas le cruzaban sin cesar: todo es silencio y tristeza, todo es soledad y ruinas … ¡tanto mejor! así es como debe estar la patria el dia que ha perdido su independencia … vestida de luto, llorosa, afligida.

Yo me alegro que los austríacos busquen inútilmente la histórica animacion de Venecia: el silencio los rodea, viven solos, enteramente aislados, ni un solo paisano se reune jamas con el tudesco, viven con el arma al brazo; el silencio de la ciudad que en su desgracia llora, les reprende su cobarde usurpacion.

¡Ah! ¿cuándo será libre? siempre me llevan los recuerdos, no lo puedo remediar, iba á hablar de los palacios y no sé cuanto he escrito en un minuto: vamos atras.

Entre todos los bellísimos palacios del Gran Canal, descuella y sobresale el de Pésaro: se compone de tres cuerpos, cada uno enriquecido con esbeltas columnas de los mas preciados mármoles, vestido con el brillante ropaje de las arquitecturas gótica y árabe: con un opulento lujo de preciosos ornamentos que léjos de hacerle degenerar en churigueresco aumentan la belleza de su severidad.

Tres grandes puertas en forma de arco le dan entrada por el lado del Canal Grande: hállase como todos rodeado de agua, novedad deliciosa para el viajero. Para llegar á sus puertas es preciso ir en una góndola: las primeras gradas de la escalera que le dan acceso, hállanse cubiertas por el agua: se atracan las graciosas embarcaciones á unas astas que á las puertas de los palacios se encuentran, y se penetra con toda comodidad en el vestíbulo.

Los patios, con elegantes columnas de mármol; la regia escalera principal, embellecida con magníficas estatuas; todo el interior en una palabra, aunque silencioso y triste, correspondiendo á la admirable fachada del canal.

Nada ciertamente mas artísticamente bello que el palacio de Pésaro, situado al centro del Gran Canal y unido al de Catalina Cornaro, reina que fué de Chipre. El palacio de Pésaro, como todos los del Gran Canal, está solo y triste, deshabitado y en abandono; hanse ya casi extinguido las familias de los senadores y de los duxes: como falta la patria falta todo: los palacios portentosos que allí abundan se venden por insignificantes cantidades: la célebre Taglioni