Viajes por Filipinas: De Manila á Tayabas by Juan Álvarez Guerra - HTML preview

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CHAPTER XIII

CAPÍTULO XIII.

Sariaya.—Su situación, límites, historia, productos y estadística.—Laiglesia y el convento.—Una modesta cátedra del saber, convertidaen un bullicioso templo de Tersípcore.—La mujer de Sariaya.—

La

dalaga

.—El bosquejo, la caricatura y la fotografía.—Más sobre lashijas del país.—Sistema de gobierno femenino.—¿Manda, ú obedece?—Laindia casada con europeo.—El castila

y el marido.—Valor de uncalificativo.—Los saludos y el alma de Garibay

.—Episodio histórico.

El alegre y pintoresco pueblo de Sariaya, se encuentra entre la mar ylas estribaciones del San Cristóbal.

Confina con los pueblos de Tiaongy Tayabas. Las brisas de la mar refrescan su atmósfera, y las brumasque se forman en las crestas del San Cristóbal, entoldan su cielo. Susituación, según el padre Buceta, es la de 125° 13' 40' long. y 13°55' 26'' latitud. Tiene gran altura sobre el nivel del mar, que sedomina perfectamente, á pesar de distar su caserío una legua y media.

Este pueblo es de gran antigüedad, ignorándose la época exacta de sufundación. Registrando archivos, se encuentra, en el de ReverendosPP. Franciscanos, la tabla capitular más antigua de su orden, que datadel 17

de Abril de 1599, en la que ya figura el nombre de Sariaya,y el nombramiento del Padre Frey Miguel Linares, para su convento deSanta Clara. Según las crónicas de dicha orden, el año 1605, ya fuesepor escasez de Misioneros ó ya por ser el pueblo demasiado pequeño,quedó agregado al de Tayabas permaneciendo así hasta el año 1743,desde cuya fecha existen datos exactos.

Los límites jurisdiccionales de Sariaya, abarcan un diámetro de unascinco leguas en su mayor extensión, de terrenos llanos de pasto yde labor. Se cosecha gran cantidad de arroz, café, cacao, aceite ytrigo. Este último es de grano pequeño y oscuro. El pan que se hacede su harina es excelente.

La salubridad de Sariaya es buena, siendo de notar la diferencia detemperatura que se advierte entre este pueblo y Tayabas. El paludismoque tantas víctimas hace en este último, apenas es conocido en aquel.

El caserío de Sariaya es muy limpio, viéndose entre sus ligerasconstrucciones de palma brava, caña, cabo negro y cogón, no pocasde sólidos y buenos materiales. El convento es muy espacioso,apreciándose desde sus galerías un lindísimo paisaje. En su iglesiase venera un crucifijo que, según cuenta la tradición, fué salvadode las llamas á que redujeron los moros el pueblo de Sariaya, enuna de las muchas correrías que verificaron en la costa de Tayabasen el pasado siglo. El convento, es de bonito aspecto, cómodo y muyproporcionado en su distribución. La amplitud de su escalera da accesoá una dilatada caída, que termina en una bonita azotea con vistas alBanajao. La construcción de los dos salones que á derecha é izquierdatiene la galería, revelan la arquitectura moderna, y descubren en eldirector de la obra un gusto nada común. A primera vista, mas parecela casa de un rico hacendado, que el asilo ascético de un misionero;es verdad, que contribuye á ello, en primer término, la situaciónpintoresca en que se asienta, y los dilatados horizontes que domina.

Como edificios, son de citar á más del anterior, la casa cuartelde la Guardia civil, levantada á la margen del río,—que lame consu corriente los límites del caserío,—y la escuela, que se hallaen el centro de la plaza, y que sirve de tribunal en las grandessolemnidades.

Los datos estadísticos que hemos podido reunir son los siguientes:tiene Sariaya 50 cabecerías que componen 7.778 almas, de las quetributan 4.462; hubo 281 defunciones, 103 casamientos y 245 bautizos;se vacunaron 246 niños; asistieron á las escuelas por término medio60 á 70; fueron sorteados para el servicio de las armas 357 mozos,de los que correspondieron 8 soldados; en el juzgado se tramitaron20 causas, á consecuencia de otros tantos delitos perpetrados en sujurisdicción, que la compone 48 barrios, bajo la vigilancia de otrostantos caudillos; la fuerza pública la forma un puesto de Guardiacivil al cargo de un oficial europeo, y 66 cuadrilleros, dependientesdel tribunal; la distancia á la cabecera, como ya hemos dicho, es depoco más de 11 km.

La noche que llegamos á Sariaya, hubo baile en el Tribunal, al queconcurrieron todas las dalagas adornadas con sus mejores galas. Eltipo de la mujer de Sariaya, es en su generalidad como el de toda laprovincia, indio puro. Sus facciones son muy acentuadas, si bien lasdulcifica la constante sonrisa de bondad que dibujan sus labios y elmeloso adormecimiento que retrata la negra pupila de sus ojos; sonmuy inteligentes, y aunque su oído no conozca la significación de lapalabra española, sin embargo, sus ojos saben penetrar y traducir elmás ligero deseo. Es verdad que la raza india tiene muy perfeccionadoel espíritu de observación.

Nadie como ellos saben fotografiar enuna sola frase á un individuo, y nadie aplicar un calificativo,una definición ó un mote.

Aquellos de mis lectores que conozcan el tagalo, les recomiendo quesi pasan por Tayabas, procuren sorprender una conversación íntimaentre varias dalagas. Si estas se creen completamente solas, deseguro pronunciarán conceptos altamente ingeniosos á la par quepoéticos. Manejan con gran facilidad los metafóricos giros y noperdonan en su alegre cháchara, persona, cosa objeto que se presenteá la vista ó á la memoria. No hay intención de herir y jamás susdichos traspasan las negras fronteras de la calumnia. En una palabra,hacen un bosquejo; en un gesto, un retrato; y en un movimiento,una caricatura; se ríen de su obra y de aquí no pasa.

La risa jamás llega al sarcasmo y nunca fabrican en sus labios elsucio barro en que modela la maledicencia sus asquerosos ídolos.

La mujer de Filipinas, tiene muchísimo que estudiar. El queverdaderamente la llega á comprender, es el que sabe apreciar cuántovale. Para la generalidad, es un misterio el cómo muchos europeosconcluyen por estar completamente dominados por hijas del país. Estose atribuye á debilidad en ellos y fuerza de carácter en ellas,nosotros no lo creemos así; conocemos á varias de esas despóticas

señoras, que toda la fuerza que emplean en su

sistema

de gobierno,la basan precisamente en su misma humildad. Nada desarma tanto elcarácter, como la obediencia, como nadie está más dispuesto á serdominado que quien lucha con una dulce sonrisa de resignación. Lamujer india, casada con un europeo, jamás dice mi marido

, sino

el castila

. En esta sola palabra establece la diferencia de raza yretrata su propia humildad. Llega á su casa y al entregar el tápiz á lacriada, á buen seguro que no dirá ¿dónde está mi marido? y sí ¿dóndeestá el castila

? Á los hijos de este, los llamará por sus nombresó simplemente sus hijos; pero lo que es el castila

jamás será enel hogar, ni Pepe, ni Juan, ni Andrés, sino siempre el castila

. Lamadre, en todas partes es la misma. La mujer, no en todas es igual.

Es de advertir que cuando en una casa viven varios europeos, loscriados no dan el nombre de castila

sino á aquel en quien reconocenmás superioridad.

Un indio de pura raza que sirva, por ejemplo, en Malacañang, noencontrará otra palabra más gráfica para nombrar al general que lade

el castila

, todos los demás que lo rodean serán

D. Fulano,D. Mengano

, ó esto ó aquello, pero el general será siempre

elcastila

. Sale aquel criado del servicio de palacio y entra al dealguno de los que llamó D. Fulano

ó

D. Mengano,

y si este vivecon otros ciento, que sean en posición oficial menos pasará á ser el castila

, y los demás seguirán siendo

D. Mengano

ó

D. Fulano

.

El mayor título de respeto que puede dar el indio es el llamarle áuno el castila

, palabra que va aplicando en el escalafón de lascategorías.

Tan difícil sería convencer á un aragonés de que había más duques queel de la Victoria, como hacer comprender á un indio, tal como él loaplica y entiende, que el castila

es todo aquel que ha nacido bajola bandera española.

Con

el castila

indio sucede lo que con los saludos. Ir veinte ótreinta caballeros honrados acompañando en Tayabas, por ejemplo,al Alcalde, encontrar á quinientos indios, en el camino, y á buenseguro que no oiréis ni á uno solo emplear el

plural

en sussalutaciones. Se quitará el sombrero, se inclinará ante el Alcalde,y solo dirá magandang hapon pô,

es decir, buenas tardes, señor.

ElSeñor,

en este caso, es

el castila

. Fuera del Alcalde todos losacompañantes son para el indio otras tantas almas de Garibay.

Hemos hecho la anterior digresión para que se comprenda el valor quetiene el castila

pronunciado por la esposa india. Para recargar elcuadro y hacer comprender el cariño y respeto que tiene la mujer dela provincia de Tayabas al español, voy á recordar un episodio quepresencié el año 1874. Había llegado el general Alaminos á Lucban,y todas las dalagas se ocupaban en el tribunal de Tayabas en hacerpreparativos para recibir dignamente al primer magistrado de lasislas. Unas cosían banderolas y gallardetes, otras confeccionabanadornos, aquellas limpiaban vajillas, no pocas arreglaban cortinas ydamascos, y las más daban la última mano á los trajes y galas quehabían de lucir.

Todas trabajaban y todas hablaban. La impacienciaera grande por saber cuándo llegaría el general.

Esto por una parte,y la rivalidad por otra que existe entre las de Lucban y Tayabas,hacía que la impaciencia de las últimas subiese de punto, deseandosaber si podrían ó no sobrepujar á las primeras.

Este era el tonode todos los corrillos y de todas las conversaciones, hasta que,por último, para salir de dudas, se resolvió mandar á Lucban, deriguroso

incógnito,

á una picaresca y lista mestiza, que era quienlas capitaneaba. La misión de la embajadora

se reducía á correr enposta las dos leguas que separan á los dos pueblos, y una vez salvadala distancia, averiguar, escudriñar, verlo todo y tomar nota decuanto se hiciese y se pensase. Hubo quien la dijo, en un rasgo deverdadero valor—¡mira, si es preciso, habla al mismo general!—Laniña, que en honor á la verdad no es corta de genio, montó á caballo,y á los cincuenta minutos estaba en plenas funciones.

Nada le quedó porver, incluso al ilustre viajero. A las cuatro horas de haber salidode Tayabas refrenó el caballo á la puerta de su Tribunal, en dondeesperaban en sesión permanente, no solo las dalagas, sino que tambiénlas

ñoras

graves. Taconeando como un húsar apareció la enviada en eldintel. Su larga falda, toda llena de barro, no estaba tan mustia comosu cara. Todas la rodearon.—¿Qué hay?—murmuraron los labios.—¡Quéno viene, que se vuelve desde Lucban!—dijo con voz desfallecida lainterrogada. Ni la inscripción del festín de Baltasar, ni la rota deRoncesvalles, ni la capitulación de Sedán, produjeron tanto efectocomo el que originaron las anteriores palabras. Un silencio de muerteinvadió el salón, y las lágrimas se agolparon á los ojos. Viendo átodas llorar, la capitana babae prorrumpió en una carcajada, al parque las decía:—Vamos, muchachas, no hay tiempo que perder; mañanallegará á las once.—¡Qué soberano contará en sus crónicas que todoun pueblo ha llorado ante la idea de no verle! Creemos que ninguno.

Los anteriores recuerdos nos los acentuó el baile de Sariaya, en el quevimos muchas de las dalagas que figuraron en el verídico episodio quehemos narrado, encontrándose entre ellas la protagonista, que aquellanoche nos demostró que lo mismo sirve para correr la posta

, que paraentonar un cadencioso

cundiman

, ó bailar un característico

balitao

.

A las dos de la madrugada concluyó el baile. Á las ocho de la mañana,según la orden que dió el Alcalde, debían verificarse las elecciones,á las que Dios mediante, nos proponemos asistir.