Viajes por Filipinas: De Manila á Tayabas by Juan Álvarez Guerra - HTML preview

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CHAPTER XVII

CAPÍTULO XVII.

Las mareas.—El río de Pagbilao.—El castellanode

Tabangay.

—Islita de Patayan.—Simón ellazarino.—Capuluan.—Bajo Talusan.—Antiguas ruinas.—Las rocasBagobinas.—Laguimanoc.—Almuerzo.—Un astillero.—Ensenada deTalusan.—Caserío y bajo de Calutan.—Calilayan, barrio y Unisan,pueblo.—Historia.—Ladia.—Castillo de Calilayan.—

Síntesisde dos civilizaciones.—D. José Barco.—¡Rumbo á Pitogo!—BajoSalincapo.—Cabulijan.—

Pitogo.—Cacería de caimanes.—Unbailujan, un collar de coral y una pregunta.—¡A losbotes!—

Macalelong.—Su estadística.—Catanauan.—Su presente ysu porvenir.—Mulanay.—Pastos y cogonales.—Monte Dumalong.—SanNarciso.—Seno de Ragay.—Guinayangan.—Unión de los mares.—ElCabibijan.—Alunero.—Río y pueblo de Calauag.—López.—Su fundación,su estadística.—

Alto en Gumaca.

Después de una larga discusión en que se oyeron varias opinionesrespecto á las mareas,—circunstancia muy de tener en cuenta antes deembarcarse en Pagbilao,—se convino en que saliendo á la madrugada,encontraríamos agua bastante para el calado de nuestros botes, en elseno y bajo de Talusan.

Podríamos salvar este bajo, mas para ello, era preciso alejarse dela costa y navegar por fuera de las islas de Patayan y Capuloan,lo que no convenía á nuestros cálculos, no solo por el tiempo quehabíamos de perder tomando tanta altura, sino también por lo insegurode nuestras pequeñas embarcaciones.

Recomiendo á los que tengan que costear los

senos

de Tayabas,cuenten con las mareas antes de que se empuñen los remos, pues esmuy fácil queden encallados entre medréporas y arenas si no apreciandebidamente las subidas y bajadas de las aguas.

A la madrugada, como dejamos dicho, embarcamos en un ligero y espaciosobote, propiedad de un honrado y laborioso comerciante, radicado enCalilayan, que galantemente nos lo había mandado. Acto seguido cayeronen las aguas del río de Pagbilao las seis palas de los remos. Conla ayuda de estos, navegamos durante unos veinte minutos por aquelcaudaloso río embovedado de verdes ramajes, A la banda de babor, y enlas cercanías del desagüe del estero de Tabangay, se alza un antiguotorreón, en el que se conserva un castellano llamado á vigilar aquellaparte del Estrecho, en el que entramos siguiendo el canal del río.

Una vez tomada la competente altura, navegamos entre la costa dePagbilao que teníamos á estribor, y la islita de Patayan que cual uncanastillo de verdura se nos mostraba á babor.

En la playa de Patayan llamó nuestra atención una solitaria y alegrecasita que se divisaba entre un grupo de cocos. Preguntamos y nosdijeron que en aquella vivía hacía algunos años, un lazarino llamadoSimón, quien no sale del recinto de la isla y á quien sus parientesllevan semanalmente los alimentos, dejándoselos en la playa. Dicholazarino, siempre que se le proponía el mandarlo á un establecimientopiadoso, rompía en lágrimas rogando no se le sacase de aquellassoledades para él tan queridas.

Dejando la bocana del Maruhi—en la que se ven las ruinas de uncastillejo,—nos pusimos á la altura de la isla de Capuloan teniendosiempre á estribor la costa. Aquella isla la divide el arenal deTulay-buhangin, cuyo arenal lo cubren las altas mareas formando uncanal que une á Capuloan con Lipata, islas que al bajar las aguas seconfunden en una.

Entre aquellas y la costa, se encuentra el bajo madrepórico del Talusan y los descarnados peñascos llamados San Juan y Taliban.

Frente á aquellas islas desaguan el Parsabangon,—cuyo río tiene unvadeo por el que pasa el correo de Pagbilao á la contracosta,—elBinajan, el Malicbing, el Palaspas, y el Hinguibin, cuyas bocanasmuestran al viajero las ruinas de los antiguos castillejos que lasdefendieron contra las piraterías moras.

Al doblar el recodo del Hinguibin se entra en la resguardada conchade Laguimanoc,—en la que avanzan cual dos vigilantes centinelas lasacantiladas y tajadas rocas Bagobinas. Estas se llamaron antiguamenteLauig y Manoc, palabras tagalas que significan aguilucho y gallo. Alcrearse barrio en aquella ensenada, unieron las dos palabras formandola de Laguimanoc, adonde atracamos á las dos horas de nuestra salidade la barra de Pagbilao.

Laguimanoc, depende de Atimonan pueblo situado en la contracosta,ó sea en el Pacífico. De Laguimanoc á su matriz Atimonan, hay quecruzar de costa á costa separada una de otra por un accidentado caminode bosque, que mide por lo más corto 18,50 km. Esta larga distancia ylo penoso de salvarla, hace no comprendamos cómo no depende Laguimanocde Pagbilao, adonde es mucho más corto y más cómodo el llegar, bienpor agua, ó bien por el camino de la playa.

El barrio de Laguimanoc lo forma un pequeño vecindario, compuestode madereros, carpinteros, constructores de barcos y acopiadores demaderas. Dos eminencias cierran el anfiteatro, en el que se alzanel astillero, un camarín que resguarda una sierra movida por elvapor, y varias casas que se apoyan en la misma roca, en cuya cima yestribaciones se reparten el resto de las que componen el barrio.

Enaquel astillero se han construido magníficos barcos de alto porte,habiendo sido el último que se botó al agua el vapor

Paz

, propiedadde los hermanos Alcántara. En aquella ensenada hacen carga de maderaspara China y Japón, gran número de barcos. En la fecha en que pasamospor Laguimanoc había dedicados á este negocio dos extranjeros, uno deellos, Mr. Broom, nos ofreció una cordial hospitalidad y un confortablealmuerzo, en las pocas horas que permanecimos en Laguimanoc. Allíestuvimos hasta las tres de la tarde, en que nuevamente volvimos álos botes para seguir á Calilayan, en donde debíamos pernoctar.

Una fresca brisa de tierra nos permitió

dar

vela en demanda dePunta-Remo, extensa lengua de tierra que va á hundirse entre lasmadréporas y arrecifes del Estrecho.

Una vez que la estrecha quilla de nuestro bote cortó las aguas dela ensenada del Talusan, notamos que el sondaje disminuía hastael extremo de apreciarse los más insignificantes detalles de laspreciosas y variadas algas, que destilan sus viscosos jugos sobrelas afiladas excrecencias que forman el bajo de Calutan. En aquellaensenada desaguan gran número de ríos y esteros, siendo de citarse losllamados Pinanimdim, Yaue, Ipil y Cabuyao, cuyas corrientes prestanun gran servicio á los madereros, arrastrando los trozos que cortanen los bosques.

En la ensenada de Calutan, se conserva un castillejo habitado por unguardián. Alrededor de aquel modesto baluarte, se agrupan unas cuantascasitas que vienen á formar el barrio á que da nombre la ensenada;aquel pertenece al pueblo de Atimonan.

A las seis de la tarde orzamos á estribor, cambiamos vela, y enfilamosla bocana del río Calilayan, á cuyas márgenes se asienta la visitade dicho nombre.

Calilayan cuando lo visitamos dependía de Pitogo, hoy es pueblo,y en el superior decreto que mandaba su creación, se varió aquelnombre por el de Unisan.

Calilayan ya existía al descubrirse las tierras que componen laprovincia de Tayabas, por Juan de Salcedo

, que, se cree fué elprimero que de ellas tomó posesión en nombre de Castilla, al ir enbusca de las renombradas minas de oro de Camarines.

Aquel pueblo, según antiguas tradiciones, debe su fundación á Ladia,hermana del cacique Maglansangan, sanguinario y despótico señor que porlargo tiempo impuso leyes en el Estrecho. A Ladia se la conocía por lareina de Calilayan. En las negras páginas de las conmociones populares,figura este nombre, que estuvo borrado por largo tiempo del númerode los pueblos, habiendo renacido más tarde con el modesto de barrio.

El Tribunal de Calilayan lo compone un espacioso castillo de doscuerpos, resguardado con sus correspondientes aspilleras, por lasque asoman sus bocas dos inofensivos cañones, mudos veteranos, quedifícilmente pueden mantener su actitud amenazadora, sosteniéndosesobre las agorgojadas y apuntaladas paralelas de sus cureñas.

En las corroídas masas de hierro del castillo y en los gallardetesque ondean en los barcos que de continuo hacen carga en la ensenadade Calilayan, se ve la síntesis de dos civilizaciones; la primeraestá escrita á la rojiza tea de la morisma, la segunda registra susanales en las serenas y tranquilas regiones del trabajo. La pirateríaquedó encerrada para siempre en los últimos picachos que sombreanlas candentes arenas del Archipiélago de Joló, pudiéndose entregarcon toda tranquilidad á sus habituales faenas los pueblos playerosque bordan el Estrecho de San Bernardino.

Calilayan es un centro maderero de gran importancia, y en su localidadhay inteligentes maestros y fuertes y robustos hacheros, que dan alcomercio, con su duro trabajo, muchísimos miles de pies cúbicos deriquísimas maderas. En este pueblo hay establecidos algunos españolesdedicados exclusivamente á construir barcos y exportar maderas. Entrelos constructores está nuestro querido amigo D. José Barco, cuyahospitalidad nos ofreció y gustosos aceptamos.

El 10, muy de madrugada, emprendimos rumbo á Pitogo. Entre este puebloy Calilayan se encuentra el temido bajo de Salincapo, y en uno de lossenos que abre la costa se halla el barrio de Cabulihan, dependientede Gumaca; rico pueblo que encontraremos en las playas del Pacífico.

A las tres horas de navegación, aprovechando seis bogas, atracamos enel rústico embarcadero de Pitogo.

Este pueblecito se halla situado enuna prominencia que domina un extenso y limpio horizonte. Las casasocupan la estribación de la montaña, esparciéndose hasta la mismaplaya. Entre esta y las cúspides de la prominencia, se levantanel Tribunal, la iglesia y el convento. El primero y el último,son edificios sólidos y espaciosos; en cuanto á la iglesia estabareconstruyéndose. Un sólido castillo, hoy rodeado de malezas, estuvollamado en otro tiempo á defender al pueblo contra los desembarcosde los piratas joloanos. Dicho castillo se encuentra á un tiro defusil del Tribunal.

En los ríos y mangles que rodean á Pitogo, viven caimanes deextraordinarias proporciones. La cacería del caimán—ó sea labuaya, como le llama el indio—la verifican de una forma muy cómoday sencilla. Cuelgan de las ramas del mangle un poderoso anzuelorevestido de un buen pedazo de carroña, que se mantiene á flor de agua;de la argolla del anzuelo, parte, á más del cabo que lo sostiene,una extensa y gruesa mata de abacá, cuyos hilos rematan en tresó cuatro cañas muy largas que fuertemente anudan. En lo alto delmangle, atan un perro, cuyos ladridos bien pronto atraen al caimán;este, tan luego se halla dentro de las fuertes emanaciones de lacarroña, fija en ella su voracidad, hundiéndose en el interior desu descomunal boca, las afiladas barras del anzuelo. Este es corto,de modo, que al hacer presa el caimán y cerrar la boca tropiezan suspoderosos colmillos en la mazorca de abacá, cuyas sueltas hebras sele introducen en la unión de aquellos, haciendo imposible su rotura;en tal estado, el animal se enfurece, hace esfuerzos supremos y rompela cuerda que sostenía del mangle el anzuelo; mas esto le es imposiblehacer con la suelta madeja.

Tan luego se pone el caimán en movimiento,entran en juego las cañas; y si anda, malo, y si nada, peor, puestoque, la condición fibrosa de la caña hace imposible su rotura, y enla faena que el carnicero lagarto emplea para desprenderse de aquelenemigo, concluye por rendirle el cansancio y la fatiga.

Pitogo, con su antigua visita de Calilayan, formaban 21 cabecerías,á que correspondían 3.719 almas, tributando de ellas 2.006; hubo el año1875, 200 defunciones, 39 casamientos y 194 bautizos. Se sortearon 173mozos, de los que se sacaron 2 soldados; se vacunaron 325; asistieroná las escuelas 40. Se registraron 2

causas criminales, y se contaronpara el resguardo del pueblo, y de su visita, 16 cuadrilleros,llamados á vigilar los 17 barrios que componían la jurisdicción.

En la tarde, verificó el Alcalde las quintas y elecciones. Por lanoche hubo su indispensable bailujan, en el que, hizo los honores congran desenvoltura una agraciada mestiza, llamada María, si bien ellarespondía siempre por el nombre de

Angue

. De la conversación quetuve con Angue, deduje el estado primitivo de su espíritu. En un rasgode verdadero orgullo hacia Pitogo y después de haberme hecho notarcon infantil insistencia, los faroles de colores, los abullonadoscoquillos, las sayas de las dalagas, los exiguos instrumentos de laorquesta, y las gruesas y amarillas cuentas de un collar de ámbar, quedescansaba en su amplio pecho, me preguntó con una alegre sonrisa si enEspaña había bailes mejores que aquel. Bien valía aquella pregunta unainocente mentirilla, así que la contesté con un negativo monosílabo,con el que se quedó la buena de Angue en la firme creencia de que entoda la

redondez

de la tierra no había mas collares que el suyo,ni más faroles de colores que los de su pueblo.

A las doce de la noche terminó el baile y cada cual tomó el petate.

Pensando en la cara que pondría Angue al trasladarla de repente al Teatro Real en una noche de baile, cerré los ojos y me quedé dormido.

Muy de madrugada nos embarcamos en los botes, salvando en tres cuartosde hora el trayecto que media entre Pitogo y Macalelong.

Macalelong, con su visita de Hingoso, lo componen 2.212 almas; tributan1.182 en 15 cabecerías. Hubo 82

defunciones, 36 casamientos, y 121bautizos. Se sortearon 77 mozos, de los que se sacaron 2 soldados.

Sevacunaron 140. Asistieron á las escuelas 60 niños de ambos sexos;se sustanciaron 7 causas; y su fuerza de cuadrilleros ascendía alnúmero de 23.

Poco ó nada que citarse hay en aquel pueblecito, cuyos habitantesen su mayoría viven en una indiferente apatía, de la que no lesarrancan ni las necesidades ni las constantes excitaciones de laautoridad. Allí fuimos asediados por un sinnúmero de pobres, quienesnos demandaban una limosna con destemplada y gangosa voz. Este pueblo,lo mismo que el anterior y los que encontraremos hasta llegar á López,están á cargo de sacerdotes indígenas; en los demás de la provincia,sus parroquias son administradas por frailes franciscanos.

Siguiendo la línea de la playa, la que no habíamos perdido desdeque salimos de Pagbilao, continuamos el día doce la navegación endemanda del pueblo de Catanauan. En esta travesía hay que ir provistosde todo, no solo por lo larga y pesada, sino que también por lasperipecias á que da lugar lo inseguro de las imprevistas

tufadas

que repentinamente suelen soplar.

Toda la playa está deshabitada, pues á excepción de los pequeñoscaseríos de Cabuluan é Hingoso, apenas se ve alguna que otra miserablechoza.

Al doblar la punta Sandoval, y cuando ya llevábamos diez horas denavegación, nos pusimos á la vista de Catanauan.

Dicho pueblo lo componen 3.174 almas, de las que tributan 1.462 en15 cabecerías. Hubo 68 defunciones, 129 bautizos y 41 casamientos. Sesortearon 207 mozos, á los que correspondieron 3 soldados. Se vacunaron122, asistieron á las escuelas 40 niños de ambos sexos, siendo 23 elnúmero de cuadrilleros.

Catanauan poco á poco va despertando de su indolencia, y tenemos laseguridad de que tan luego se habitúe al trabajo, llegará á ser unpueblo muy rico, dadas las condiciones de su territorio. Hoy corre latriste y precaria suerte de sus colindantes. A Catanauan seguía ennuestro itinerario Mulanay, adonde puede llegarse en tres ó cuatrohoras, utilizando una regular brisa ó seis fuertes remeros. Estepueblecito, con su visita de Bondo, lo forman 2.076 almas, de lasque tributan 1.216 en 13 cabecerías.

Los dilatadísimos campos que se encuentran entre Mulanay y Bondo sonsusceptibles de mantener muchos miles de reses. Hay buenas piaras devacas, pero no llegan ni con mucho á las que pueden sustentar aquellasriquísimas vegas refrescadas con las aguas de cientos de arroyuelos.

De Mulanay teníamos que cruzar al seno de Ragay, y para ello dejamosla vía marítima, tomando la terrestre.

De aquel pueblo al de San Narciso empleamos todo el día catorce,bien es verdad que dedicamos la mañana á la caza del carabao cimarrón.

Para llegar á San Narciso hay que vadear un sinnúmero de veces elDumalong, no siendo esto lo más malo, y sí el salvar las peligrosasfragosidades del monte de aquel nombre. No hay que soñar siquieraen hacer este trayecto á caballo, y sí en carabao ó en hamaca. Hayprecipicios y fangosos barrancos, que únicamente la planta humana,ayudada de la inteligencia ó las condiciones especiales de la pezuña éinstinto del carabao, pueden salvar. Para colmo de males se encuentratal profusión de pequeñas sanguijuelas en el ramaje, en las puntas delcogón y hasta en las hierbas, que no hay forma de evitar su sangrientavoracidad. Vencidas las alturas del Dumalong, se interna el viajeroen un espeso bosque, y tras este se alegra su espíritu ante la vistade San Narciso, en donde podrá hallar descanso su desvencijado cuerpo.

A San Narciso lo forman un caserío levantado en el seno de Ragay. Aquello habitan 1.375 almas, de las que tributan 990 en 9 cabecerías.

En San Narciso nuevamente volvimos á la mar, navegando por espaciode doce horas en el seno de Ragay para encontrar á Guinayangan. Estepueblecito con su visita de Piris, lo forman 7 cabecerías. Toda lamiseria en que hoy se consume, es indudable que en una época másó menos lejana se trocará en riqueza y movimiento. Teniendo á lavista un buen plano de la provincia de Tayabas, se comprende quenecesariamente está llamado Guinayangan á ser uno de los puntosen que ha de arrancar la división de la isla de Luzón, poniéndoseen comunicación el gran Pacífico con el Estrecho que aprisiona lasrevueltas ondas del mar de China. Guinayangan está situado en el senode Ragay, en el desagüe del río Cabibijan. Las condiciones de este,su caudalosa corriente, su gran anchura y su mucho fondo lo hacennavegable. Dicho río se interna en el istmo que separa el seno deRagay de el de Alabat; istmo que constituye el punto más estrechode toda la isla de Luzón. Entre Guinayangan y Calauag está el ríoCabibijan, que desagua como ya hemos dicho en el mar de China, y porparte de Calauag se halla el río de este nombre vertiendo sus aguasen el seno de Alabat ó sea en la gran bahía de Lamón. Bien que seeligiera el río Calauag, ó bien el de Viñas que se encuentra algo másal Norte, la unión entre los dos ríos sería trabajo de legua y mediaá dos de canal, confundiéndose en este las ondas de ambos mares. Losbeneficios que esto reportaría son incalculables, y repetimos queabrigamos la firme creencia de que la unión ha de verificarse porla vía indicada, que es la misma que nosotros seguíamos para llegará Calauag. De Guinayangan fuimos en banca contra corriente del ríoCabibijan hasta el desembarcadero de Alunero; de aquí á caballo másde dos horas hasta encontrar las aguas del río Calauag, y una vezdentro de aquellas los remeros condujeron la banca á dicho pueblo.

Calauag lo mismo que Guinayangan, más bien que pueblos son unaagrupación de sucias y miserables casucas que difícilmente dan albergueá su vecindario, compuesto de 9 cabecerías.

De Calauag á López hay un regular camino, fácil de hacer ácaballo. Hasta dicho pueblo nuestra marcha fué muy acelerada,deseando cuanto antes salir de aquellos lugares en los que nadanuevo encontrábamos.

López fué creado con la visita de Talolong, el año 1857, siendoGobernador de la provincia D. Cándido López Díaz. Dicho pueblo locomponen 5.432 almas, de las que tributan 2.892 en 30 cabecerías. Hubo47

casamientos, 221 bautizos y 173 defunciones. Se sortearon 247 mozosde los que fueron 3 á ser soldados. Se vacunaron 147, asistieron á lasescuelas durante el año 120 niños. Se sustanciaron 4 causas criminales,ascendiendo sus cuadrilleros al núm. 99. A nuestro paso por López seestaba construyendo una iglesia, que á juzgar por la solidez de suscimientos y por las proporciones de su obra está llamada á ser unade las primeras de Filipinas.

De López á Gumaca el camino mejora notablemente, y una vez pasada labalsa de Camuhangin apenas se pierde de vista la playa. Este caminopuede hacerse en tres á cuatro horas.