Viajes por Filipinas: De Manila á Tayabas by Juan Álvarez Guerra - HTML preview

PLEASE NOTE: This is an HTML preview only and some elements such as links or page numbers may be incorrect.
Download the book in PDF, ePub, Kindle for a complete version.

CHAPTER VII

CAPÍTULO VII.

Costumbres.—Poesía popular indígena.—La tradición y elmanuscrito.—

El cumintán.

—¿Qué es el

cumintán—

?—Reminiscenciasmoriscas.—El

cariquitdiquitán.

—Pensamientos tomados al oido.—Elindio.—¿Es ó no definible?—El libro en blanco.—Identificación delindio.—Condiciones para conocerlo.—Fenómenos psicológicos.—Unregimiento europeo y un regimiento indígena.—Ingratitud yagradecimiento.—La india amiga y la india amante.—El portalón del

Gloria.—Titay

.—Una fortuna á la mar.—La Revista Europea viajandopor el reino de Aracan.—

Conocimientos

de los escritores de allá yalgunos de los de acá.—El cómo se escribe la historia.—

Apreciacionesdiversas.

Todas las comarcas del mundo tienen su poesía popular que conservanbien por la constante repetición que cuidadosamente hacen de padresá hijos, ó bien por la compilación escrita que guarda el libro.

El indio posee, como todas las demás razas, su romancero popular, queconserva por la tradición, y algo, aunque poco, en el manuscrito. El

cumintán

tagalo no es, ni más ni menos que el primer auxiliar desus tradiciones.

Si al recorrer los extensos

tubiganes

y

cocales

que rodean áTayabas oís plañidera guitarra y dirigís vuestros pasos en busca deltañidor; si al llegar al cerco de la casa donde salen los acordes, veislos

tapancos

y

caranes

alzados, notando en el interior profusiónde gente que con gran silencio escucha á una india que perezosamentecanta y baila al son de la guitarra, siguiendo con gran cuidado lasondulaciones de su cuerpo, el equilibrio de una taza que mantiene enla cabeza; si de cuando en cuando el silencio de los que escuchan essustituído por el característico grito de alegría del indio y á vecescon un palmoteo semejante al que acompaña las canciones andaluzas;si subís la escala

de caña y bejuco y tomáis asiento entre aquellareunión, que sin preguntaros quién sois, ni quién os presenta, os acogecon cariño y os da lo que tiene; si entendéis el tagalo y lleváisalgún tiempo en el país, desde luego comprenderéis que á vuestrallegada se bailaba y cantaba el cumintán

. ¿Qué es el

cumintán?

dirán aquellos de nuestros lectores que no conozcan las costumbrestagalas. El cumintán

es una mezcla de todos los acordes tristes ymelancólicos que se conocen en el pentágrama. El cumintán

es unabalada compuesta de suspiros. Sus notas son otros tantos ayes

arrancados en el silencio de la noche, de la mujer que ama, delcorazón que espera, del proscripto que tras la azulada bóveda buscacual otro rey del Oriente la estrella que marca el derrotero de supatria. El cumintán

tiene algo de salvaje, algo que hace volver lavista á los agrestes bosques en que se escuchan sus acordes. Tienesus reminiscencias de las antiguas cántigas moriscas, recordando nopocas veces el gemir del

polo

gitano. El

cumintán

nació con laprimera guitarra que se oyó en estas playas. En esta canción india,todas las razas que han pasado por este suelo han llevado una adiciónó una nota. Como dejamos dicho, se asemeja á las canciones gitanas,las cuales ni se aprenden, ni se inspiran en la pauta

sino en lavívida luz de unos ojos de fuego, en el dolor intenso de una perfidiaó en el triste recuerdo que sintetiza un acerbo dolor.

El

cumintán

no se aclimata en las ciudades, así es, que hay quebuscarlo en esas perdidas casitas ocultas tras los verdes penachosde las bongas y las cañas.

Veamos lo que es el

cumintán

.

En la casa á que habéis llegado se celebra un

suizán

. Una treintenade indios é indias están sentados en el

sajig

; un indio templalas dobles cuerdas de metal de su guitarra, y un individuo del sexofuerte y otro del débil, esperan que aquella esté á punto, teniendola mujer sobre la cabeza una taza llena de vino de coco. Templada laguitarra, principia el baile que se reduce á ligeras ondulaciones delas caderas, acompañando á los cortos pasos con que van acercándoselos bailadores

. Al encontrarse, se paran y ella canta, tomando untema alusivo á la persona por quien se da la fiesta ó picarescamenteintencionado contra el individuo con quien baila. Concluída la copla,beben ambos, y cambiando la taza de cabeza, contesta el indio á lacanción que le han dirigido, repitiéndose estas evoluciones horas yhoras, en que se oyen tiernos y delicados pensamientos. ¿Quién essu autor? Nadie lo sabe, son hijos de un momento de inspiración;el oído los recoge y la memoria los perpetúa. Si entre nuestroscantares populares tenemos tiernos y delicados pensamientos, no lostiene menos el indio, tanto en el

cumintán

, como en el

balitao

[12] y el

cutang-cutang.

El tagalo se presta mucho para los poéticos giros que generalmenteemplea el indio en sus cantares.

Hay una palabra en casi todos los

cumintán

que no se puede traducir á ningún idioma conocido; es comosi dijéramos el ¡ole! ó el

¡chachipé!

de la taberna del

candil

de

Cádiz

.

Si no hay lengua en el mundo que traduzca esas palabras, tampoco la hayque lo haga del cariquit-diquitán

tagalo. Dicha palabra compendiatodo un mundo de mimos, de caricias, de besos, de suspiros. Es el summum

de la belleza á quien se le aplica, y el paroxismo del amoren el lenguaje de los amantes.

—«Si mi novio se muriese, yo iría á dormir sobre su tumba, paraque sus huesos no tuvieran frío»—

decía en una ocasión una indiaque cantaba un

cundimán

.—«Si tú estuvieras aquí, yo me pondríabuena»—oímos decir una noche á una india, que en el delirio deuna fiebre palúdica modulaba un

cumintán

, en el que recordaba ásu amante.

Se dice, y se dice como una cosa concluyente que no admite réplica,que el indio es imposible de definir. Difícil, sí, imposible, no. Seaduce como premisas de que el indio es indefinible, aquel célebrelibro de un misionero, cuidadosamente encuadernado, en cuyo lomo seleía: El indio

, libro que á nadie dejó hojear y que ávidamente fuéabierto tan luego murió, encontrándose los curiosos con que todaslas páginas estaban en blanco. Á más del libro en blanco, corre deboca en boca la célebre definición que hace del indio un doctísimoescritor, en la que asienta entre otras muchas cosas, lo imposiblede conocer al indio. En las páginas en blanco, solo vemos, ya que noun cuento, por lo menos un rato de buen humor del Reverendo Padre,que ponía á tortura la curiosidad tras las alambradas puertas de lalibrería. En cuanto al segundo testimonio, solo podremos decir que enlas definiciones se ve que el pobre Padre lo que tenía más bien, eraun empacho indio que no podía digerir, y se comprende perfectamenteal decir llevaba cuando tal escribió, más de cuarenta años de país.

Al indio no se le conoce, dicen unos; es imposible definir nicalificar, replican otros: jamás podréis formar juicio sobre ellos,añaden los más. ¿Por qué? decimos nosotros. ¿Le habéis estudiado,ó solo le habéis visto?

Si solo lo veis, ¿como queréis conocerle? Elindio tarda muchísimo tiempo en presentarse ante el europeo tal cuales; el mismo respeto es la primera circunstancia que nos aleja desu conocimiento. Hacer con tiempo y cariño que se identifique convosotros; lograr que vuestra vista no interrumpa sus costumbres;aprender su idioma; ser tolerantes, procurando modificar con elejemplo, lo que queráis reprender; llevar á su inteligencia laseguridad de que ni os burláis de él, ni tratáis de originarle malalguno, y cuando esto suceda, principiaréis á estar en condicionesde poder definirlo; mientras esto no suceda, no sé con qué derechoqueréis profundizar una moral, cuyos sentimientos os son completamentedesconocidos. No estando en las condiciones descritas, á buen seguroque tampoco podréis apreciar la poesía popular indígena.

Una india que canta un romance ó un

cumintán

, que es sorprendida porun europeo, deja la mayor parte de las veces su canto, ó de continuar,lo hace de una forma cohibida á todas luces. Aquel ser se transformatan luego reina la confianza á su alrededor.

Dirán mis lectores,¿de modo que para conocer al indio hay que hacerse tan indio comoellos? No, puesto que podemos asegurar hemos vivido muchísimo tiempoá su lado, tanto en el campo como en la ciudad, sin que jamás se hayanidentificado nuestras costumbres con las suyas. La base de la confianzaes el cariño, y ese es el que hemos empleado para apoderarnos

desu manera de ser y poder asegurar que en el mundo psicológico delindio se opera toda la serie de sentimientos que se conocen en el

vocabulario

del corazón.

El indio, y entiéndase que hablamos del indio de raza, del indiopuro, no mistificado ni con las costumbres de las ciudades ni conlos instintos de la conjunción de sangre, es sumamente adaptableá modelarse en el busto en quien reconoce superioridad, y enesto, podemos asegurar que la reconoce siempre. El indio, aunquesea rico, siempre rinde homenaje á un amo; es un ser libre contodas las condiciones para haber conllevado con resignación el seresclavo. Por los criados muchas veces conocéis el amo. Al definir alamo, generalmente se define al criado. El indio hace lo que ve hacer,y se deja llevar en momentos dados, desde sus indolentes sueños á lasaltas regiones donde centellea la luz de los héroes. Un capitán españolal frente de cien indios, puede recordar las grandes epopeyas de lasguerras épicas. El español se bate por el ardimiento de su sangre,por el sacrosanto amor patrio, por su espíritu de raza. El indio sebate ante el ejemplo, ante la identificación que hace de su ser enotro ser, en quien reconoce superioridad. ¡Misteriosa mistificaciónque crea y alienta una campaña como la de Cochinchina, una epopeyacomo la de Simón de Anda, y un recuerdo glorioso como el de Clavería;el jefe que al frente de fuerzas europeas vuelve la espalda en unmomento de peligro, encuentra las bayonetas de sus soldados; el que lavuelve ante fuerzas indígenas, tropieza con las mochilas. Un coronelde un regimiento europeo, es la táctica; un coronel de un regimientoindígena, es la conjunción de mil almas en la suya, flotando en suespíritu la suerte del regimiento: su responsabilidad es inmensa,pues tan fácil le es llegar al Capitolio como á la roca Tarpeya

.

La identificación del indio con el sér en quien reconoce superioridad,está demostrada. De esta demostración, se deducen necesariamente unsinnúmero de corolarios que vienen á definirlo.

Se dice, el indio es esto y aquello y principalmente desagradecido,á lo que contestamos nosotros, que si bien se ven entre ellos pruebasde olvido—cosa que por otra parte, y dicho sea de paso, no es deextrañar, dado el estado de la humanidad—también podríamos citarhechos concretos, de que si hay indios que olvidan, también los hayque recuerdan y agradecen.

Lo que muchas veces se llama desagradecimiento, suele ser exigenciasno otorgadas quizás porque vienen repetidas ó porque son odiosas.

—¿Por qué te vas de esta provincia?—decía en una ocasión una indiaá un amigo nuestro.

—Me voy porque me han ascendido, y porque lo manda el rey.

—Pues, pídele al rey—replicó con la mayor naturalidad—que te dejeaquí, y en cuanto al sueldo, yo te lo daré.

Las anteriores palabras, en la generalidad de los casos despiertan laindignación; pero juramos á nuestros lectores que en el tono y la formaen que lo dijo la india, solo originan la gratitud. Es de advertirque aquella no tenía amores con mi amigo, y solo había tenido ocasiónde prestarle aquel algunos pequeños favores.

Hacemos esta salvedad,pues es de hacer, puesto que la india amante, no ofrece, sino que da,ó tira cuanto tiene. Como ejemplo, citaremos un hecho.

Una mañana estaba á punto de levar anclas el magnífico vapor Gloria

,de la casa Clano. Las blancas burbujas que se escapaban de los tubosy la compacta columna de humo que perezosamente se iba confundiendocon las matinales brumas, bien claramente demostraban que el colosoestaba listo para alentar con sus potentes transpiraciones, las dobleshélices. El Gloria

debía conducir á la madre patria gran número desus valientes hijos, que después de haber peleado como buenos en lasaguas de Joló, iban con la alegría pintada en la cara en busca delas azules ondas de las castellanas playas. De pronto saltó desdeel

portalón

á la cubierta una india, preguntó por el capitán, yuna vez en su presencia le suplicó la llevase á España, ofreciéndoledoscientos pesos por su pasaje. A las justas observaciones del capitánexplicándole lo imposible de realizar su petición por no tenerpasaporte ni haber llenado ninguno de los requisitos de embarque,la india rompió á llorar; volvió á suplicar, y no pudiendo conseguirnada, secó sus lágrimas, y dirigiéndose silenciosamente al

portalón

tiró á la mar los doscientos pesos.—¡Pobre Titay!—oímos decir á unartillero que veía alejarse la barquilla en que iba la india.—¿Quiénes Titay?—preguntamos nosotros.—Titay es esa pobre mujer que acaba desalir, era la amante de un compañero y anoche supimos había vendidocuanto tenía, creyendo poder seguirnos.—¡Pobrecilla!—añadió elvaliente hijo de España visiblemente conmovido; sin él nada quierey toda su fortuna la ha tirado á la mar.

Que le digan al novio de la india que son indefinibles, y de segurose sonreirá amargamente al recordar la facilidad con que él podríadefinir á la desgraciada Titay.

Sin el trato y el conocimiento íntimo del carácter, volvemos á repetir,es completamente imposible definir, máxime cuando corre de boca enboca tanta y tanta vulgaridad, escribiéndose en la generalidad delos casos en el mismo tono en que se habla.

No ha muchos días, hojeando una de las últimas entregas de la Revista Europea

nos fijamos en un artículo, en cuyo epígrafe seleía:

Una llaga social

. La respetabilidad de la firma del autor,la justísima reputación de la revista y nuestra afición á la lecturanos hicieron adivinar un precioso cuadro que encarnaría algún cáncermoral. Principiamos la lectura, y á vueltas de bellezas de primerorden nos encontramos con un párrafo que literalmente dice así:

Enel reino de Aracan, en las islas Filipinas, ningún hombre toma poresposa una doncella so pena de considerarse deshonrado.

Después de decirse que en estas islas la virginidad es una deshonra,creemos que bien puede asegurarse lo de los nidos en los rabos delos carabaos; lo de los misteriosos embozados de la calle de SanJacinto; lo de la persecución del

anay

por fuerzas del ejército;lo de los rabos de las indias de la costa de Baler

lo de los tigresde Mariveles, y lo otro y lo otro, incluso el asegurar que el indioes indefinido. Si lo han de tratar de la forma que lo hace el autor de

La llaga social

, más vale que lo sea y no le atribuyan cosas que estámuy lejos de ser, y con las cuales se forman conceptos y apreciacionescompletamente erróneas. Todos los indios de Filipinas, lo mismo losremontados que los de las ciudades; lo mismo los que campan en suvida nómada en las escabrosidades del

Banajao

y del

Caraballo

,que los reducidos; lo mismo los cristianos que los idólatras, aetas,tinguianes y busiaos

conocen el valor de la virginidad, y en susconfusas ideas del deber y el honor jamás ha entrado como deshonra elque la compañera que han de tomar por esposa haya perdido al unirseá ellos la flor de la pureza.

Si tales cosas dice un periódico tan serio y de los primeros de Europa,¿qué no podrán decir los demás?

¡Así se escribe la historia!….

* * * * *

En muchas de nuestras ideas acerca del indio, convienen gran número deprofundos observadores, y entre otros citaremos al eminente jesuitaMurillo Velarde, quien en su Historia de Filipinas

, dice:

que elespañol es un vivo espejo en el que se mira el indio

. Robertson, ensu

Historia universal de las Indias

, compara á los indios con losmuchachos de la escuela; semejanza que también la encuentran el abateMarden en sus escritos, y Solorzano en su

Política Indiana

. El sabiocronista de los viajes por Filipinas, del General D. Ignacio Maríade Alaba, Frey Joaquín de Zúñiga, escribe en un manuscrito, valiosajoya que guardan los archivos de San Agustín, cuyo hábito vistió, losiguiente: «El genio de los indios, según los autores que han escritode ellos, es un embolismo de contradicciones; dicen que al mismo tiemposon humildes y soberbios, atrevidos y cobardes, crueles y compasivos,perezosos y diligentes, y refieren de ellos otras mil contrariedadescomo estas. Yo he vivido con ellos diez y seis años y no he halladocontradicción alguna, sino una gran debilidad y mucha disposición árecibir la impresión de todas las pasiones, las cuales se les pasanluego, y con gran facilidad se desprenden de una para dar lugar áotra. Muchas de sus acciones nos parecen contradictorias, porque lasreferimos á nuestros ojos y no á los suyos; lo que entre nosotros estenido por bajeza, lo tienen ellos por honra; lo que á nosotros nosabochorna, suele ser á veces entre ellos muy honorífico. Si cotejamossu modo de obrar con el modo de discurrir que se halla entre ellos,muchas que nos parecen contradicciones, las hallaremos consecuenciaslegítimas de sus principios.