Viajes por Filipinas: De Manila á Tayabas by Juan Álvarez Guerra - HTML preview

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CHAPTER VIII

CAPÍTULO VIII.

Costumbres.—Casamientos.—Código amoroso indio.—Prólogo allibro.—Bíndo—Cabezang Juan y cabezang María.—Los faldones delmunícipe.—Elocuencia de las uñas.—El Eureka tagalo.—El pretendientey la pretendida..—El

pamimianan

.—El _amang-cruz.—_Una casa vacía yuna casa provista.—El _habiling.—_Calabazas en redondo.—

Influenciade los mayores.—Rencor indio.—Los picos quemados de una carta.—La gayuma

y el

jonjon

.—Aceptación del

habiling

.—De novioá marido.—El _pag-haharap.—_Ceremoniales.—La vuelta á lacasa.—Novenario.

El indio en general es muy dado á sus tradiciones, y por nada en elmundo varía sus costumbres, costando no poco trabajo el introducirla más ligera adición ó supresión en ellas.

Desde que un

lalaqui

forma el propósito de hacer el amor á una

babay

, hasta que se consuma el matrimonio, pasa por una seriede ceremonias y es objeto de un sinnúmero de fórmulas difíciles deenumerar, y desgraciado de él si en esa larga gestación de pretendienteá catipán

, ó sea novio, y de este á

maridable

, infringe alguno delos infinitos detalles del larguísimo ritual del código amoroso indio.

Ni el pretendiente que en fuerza de cortesías llega á

retratarse

en los tersos botones de portero de Ministerio, ni el aspirante árica dote ante exigente futura suegra, ni el candidato extra-oficialen distrito cunero, ni el cesante con ocho hijos frente á despóticocasero, tolera las injusticias, los desaires, las cavilaciones y lossudores que sufre y aguanta con estoica resignación el indio ante labronceada deidad de sus pensamientos.

Veamos el tipo.

Bindoy es un fornido muchachote de veinte años, su padre

Cabezang

Juan y su madre

Cabezang

María, son dos honrados seres que tienencuatro cavanes de regadío, quinientos, cocos, algunas vacas ydos carabaos aradores que labran la tierra, en la que se levantael hogar donde nació Bindoy. Aquella casa se llama de sementera,y los habitantes de las ciudades conocen á sus moradores con elnombre de sementereros. Bindoy y sus padres no van al pueblo sinolos domingos, los días de procesión y aquellos otros en que el roncotañido del

tambulic

del

matandá sa nayon

anuncia al barrio que enla población ha de verificarse algo extraordinario. Cabezang Juan,acompañado de su hijo—que es primogénito de su cabecería,—asisteá las altas deliberaciones que algunos sábados se discuten en elTribunal, y no sin gran trabajo recauda de sus carolos

el tributo,trabajo que en cambio le da fuero sobre uso de chaqueta, asiento enla principalía, voto en las deliberaciones, media firma en informesde conducta, y sobre todo el oir llamar con cierto respeto á su caraconsorte el aristocrático

Cabezang

, título tan nobiliario, comosi su propietaria pudiera ostentar en vez de los blancos faldonesde la munícipe camisa de su marido, un escudo con media docena delagartijas en campo amarillo.

Bindoy ha entrado en quintas y sacado un número alto, por lotanto, viéndose libre del servicio del Rey, principió á pasarpor su imaginación el deseo de dedicarse al de una dama

. Con talresolución, se echó mi buen Bindoy por aquellas sementeras de Dios enbusca del ideal de sus sueños. Una tarde se hizo cargo de una guapadalaga que pilaba arroz acompañando el ruido acompasado del

jalo

con una monótona canción. Ver á la dalaga y pararse, y tras pararse,rascarse, fué simultáneo. En Europa, sabemos, mejor dicho lo saben

otros

, que con la música puede darse las buenas tardes y hastapedir un fósforo al vecino; pudiéndose hacer esto, y muchísimo más,en el arte coreográfico, en el que, y solo con la ayuda de los pies sepueden recitar todos los pentacrósticos de Estrada. El arte mímico hallegado á una gran altura en el viejo mundo; pero juramos á nuestroslectores, que con toda aquella mímica junta, no se llega á la expresiónque envuelve el hecho de pararse un

bagontao

ante una dalaga, yrascarse. Las uñas en este caso tienen más elocuencia que todas las catilinarias

juntas. Una

rasqueta

, reposada, tranquila y practicadaen aquel

sitio

de que Sancho se quejaba después del manteo de la

venta

, es el ultimatum más perfecto que se conoce en el lenguaje delas peticiones. Cuando el indio se rasca en la cabeza, su exigenciasolo será material, es el preámbulo para pedir ó dinero, ó cosa que lovalga; pero si el indio

corre

las uñas por los

antedichos lugares

,entonces la petición cambia de especie, y se convierte en moral.

La dalaga, vió que Bindoy se paró, que miró, y que abrió la boca; oyóque pronunció el eureka

tagalo, ó sea el característico,

¡aba!

y sobre todo, observó que bajó la mano y se rascó con el mismo mimoy parsimonia que podría hacerlo un gitano sobre el lomo de un pollinoen feria, y visto y oído lo anterior, dejó jalo

dentro del

lusong

y miró de reojo á Bindoy como diciendo, mañana tú serás el que piles.

En las costumbres tagalas de la provincia de Tayabas, el hombretrabaja mientras es novio, cuando es marido, generalmente quien lohace es la mujer.

Sigamos á nuestro Bindoy.

Una vez que comprendió había encontrado su media naranja, traspuso elcerco de madre cacao

que resguardaba la casa, en la que entró conla misma familiaridad que si fuera la suya. Dió las buenas tardes álos padres de la dalaga, fué cuidadosamente observado por aquellos,y acto continuo indicaron faltaba agua, á cuya indicación el pobreBindoy, cargó con un pesado bombón

de caña, que llenó en un manantialvecino. Con este trabajo empieza el via-crucis

que tiene que recorrerel pretendiente. En el mero hecho de haber desempeñado una ocupación dela dalaga, se le acepta, y en tal concepto, presta con el nombre del servicio

, ó sea el

pamimianan

, toda clase de trabajos. Acompañaá su pretendida á todas partes, desempeña sus quehaceres, pila porella el arroz, lampacea el suelo, limpia los

carajais

y los platos,ayuda al padre en las faenas de las sementeras, y todo por ella, porella, á quien mira con una cómica gravedad. No hay nada más digno denotar, que la respetuosidad con que es tratada una india en situaciónde pretendida.

El

servicio

, lo impone el padre de la dalaga, dura generalmente unaño, ó sea de cosecha á cosecha, viviendo muchas veces el pretendienteen la misma casa de la pretendida. Desde el momento en que se aceptael servicio por parte de la familia de la dalaga, se abren doslistas, una que lleva el padre de aquella y otra el pretendiente,consignándose en ellas el importe de todo cuanta gasta en obsequios,sean de la clase que quieran. Los trabajos también tienen su tarifa,abonándose en cuenta dos reales por los servicios de noche, y uno losde día. Las listas del

pamimianan

son altamente curiosas, leyéndoseen ellas, al lado de una libra de lichón,

un pañuelo de guinaras,figurando más allá de este apunte, dos reales por una noche en clarovelando el romadizo

de la futura suegra, y más allá, un real pormedia noche en que acompañó á la dalaga á cantar la pasión.

Al cumplirel año se hace la liquidación del importe total de los trabajos, delos obsequios y del valor de todo lo comible y bebible, que ha llevadoel pretendiente, y este se prepara á recibir su sentencia, pues alconcluir el servicio se resuelve en definitiva si se le acepta ó no.

En esta aceptación, poco ó nada se oye el asentimiento de la dalaga,la cual con raras excepciones sigue la voluntad de sus

mayores

,sin réplica ni objeción alguna.

El pretendiente, en esos días, se preocupa todo lo que puedepreocuparse un indio; busca una especie de hombre bueno, que se leconoce con el nombre de

amang-cruz,

y con este, y algunas veces lamúsica, se dirige á la casa de la dama de sus pensamientos, siendode advertir que ya con anticipación se ha procurado se le comuniquela noticia. Constituidos en la casa, si ven que nada falta en ella,es mala señal; mas si por el contrario, se encuentran solo con lasparedes, sin que haya fuego, ni leña en el hogar, ni bancos, mesasy lamcapes en la caída y sala, entonces la cosa varía de aspecto,y el novio, el

amang-cruz

y los individuos de la familia de aquel,en un momento llevan cuanto hace falta, procediéndose acto continuoá preparar la cena y buscar á la dalaga, que la tienen escondida enalguna casa vecina.

Encontrada aquella—y es de advertir que se laencuentra siempre—el amang-cruz

entrega á su padre una bandejaadornada de flores. Entre estas se coloca una cajita, en cuyo fondose ponen dos monedas de plata, cuyos bustos resulten mirándose eluno al otro. A esta ofrenda se la llama el

habilin

, y aceptadoeste, principia la cena; se bebe, se canta, se baila y se habla detodo, menos de la proyectada boda. A los ocho ó quince días de laentrega del

habilin

, se prepara otra cena, previo aviso á todoslos parientes de una y otra parte, y si á la conclusión de aquelladevuelve el padre de la dalaga al

amang-cruz

las dos monedas, esseñal de calabazas en redondo; si no hay devolución, el pretendientepasa á ser novio oficial.

De no aceptarse al novio, se le entrega el importe del servicio, elcual se le carga en cuenta al nuevo pretendiente que tenga la dalaga,de modo que el

pamimianan

no es ni más ni menos que un préstamoque se hace al padre, con la garantía de la hija. Volvemos á repetir,que pocas veces entre las indias de la provincia de Tayabas, se venejemplos de que contraríen la voluntad de sus

mayores

, y cuando estosucede, el rencor se lleva á un terreno casi incomprensible. Conocimosuna joven, que habiendo apelado al amparo de las leyes, y habiéndosedecretado su depósito, escribió á sus padres una carta pidiéndolesperdón. El día que tal hizo fuimos á la casa en que se hallaba, y laencontramos llorando, teniendo á la vista su carta con los cuatropicos quemados, una mortaja, un cordón, un rosario y cuatro velasamarillas. Aquellos objetos mortuorios nos llamaron la atención,y al interrogar á la joven, nos dijo, que aquella carta era la suya,devuelta sin contestar por sus padres, quienes, juntamente con ellale habían acompañado los anteriores objetos. La carta que se devuelvequemadas las cuatro puntas, significa que el odio será eterno; si seacompaña la mortaja, revela, que aquel se llevará hasta la tumba.

La oposición de los

mayores

tratan algunas veces los pretendientes deconjurarla por medio de empíricas recetas ó tradicionales anitos.

Lashojas de la

gayuma

y del

jonjon

, se prestan en primer término paralas cábalas amorosas. Aquí no hay echadoras

de cartas, ni agoreraspitonisas; pero el género no es desconocido, La mangcuculam

supleaquí las rayas de la mano, la sota de bastos y los

setenarios

delamor, con los brebajes del

jonjon

y los sahumerios de la

gayuma

.

Nuestro conocido Bindoy no tuvo necesidad de recurrir á mediosextraordinarios. Fué aceptado por todos, trabajó como un cumplidopacientísimo su año de servicio, y cabezang Juan guardó en el fondodel arca las dos monedas del

habilin

. Ya lo tenemos, por lo tanto,novio oficial de la simpática dalaga, cuyo nombre era el de Nínay.

Del estado de novio al de marido, hay entre el indio muy poco camino,así que á los pocos días tomaron el que dirige al convento, Bindoy,Nínay, el

amang-cruz

y los padres de aquellos. Presentes los noviosante el párroco, fueron examinados, y nemine discrepante

aprobados,quedaron inscritos para las amonestaciones.

La presentación que hacen al cura la llaman el

paghaharap

, y coneste nombre se da una fiesta, que se repite la víspera de la unión, conel nombre del casalan

, la que dura hasta la hora de ir á la iglesia.

En todos estos actos hay un ceremonial especial que se repite de unosá otros con la precisión del engranaje de un cronómetro inglés.

Bindoy, solo, según programa, marcha por medio de la calzada que dirigeal convento á la cabeza de la música; detrás de esta, y en la mismaforma que su futuro, camina muy despacio la novia, llevando sobre sucuerpo la saya más pintarrajeada que ha encontrado y cuantos objetosrelucientes ha podido proporcionarse. Leídas que fueron las solemnespalabras de San Pablo, Bindoy miró de reojo á Nínay, el cura bendijo launión de ambos, y todos contentos y satisfechos regresaron á la casa dela desposada, en la que el pobre marido, antes de entrar en posesiónde su mujer, tiene que sufrir nueve—¡nueve!—

interminables días, porsupuesto con sus correspondientes noches de baile, cutang-cutang,coquillo

y demás agasajos que para el pobre Bindoy son otrastantas mortificaciones. En estos nueve días la desposada duermecon sus amigas, las cuales la rodean, no dejándola ni un momentosola. ¡Delicada y alegórica costumbre en que se despide la dalaga delmundo, rindiendo en aquel novenario el último tributo á la virginidad!

Bindoy es completamente feliz al lado de Nínay. Veamos en el siguientecapítulo si es ó no posible la felicidad en el indio.